la barbitúrica de la semana

El psicoanalista de la navidad pasada

El cuento de Dickens mantiene su crítica al individualismo del capitalismo industrial. Tiene algo de sermón… o de sesión psicoanalítica.

Un retrato del novelista Charles Dickens ABC

Karina Sainz Borgo

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Es el personaje más famoso de Dickens. Más que Oliver Twist o David Copperfield. Se trata de Ebenezer Scrooge, un anciano tacaño y explotador al que en Nochebuena se le aparece el fantasma de su antiguo socio, Jacob Marley, un alma en pena que le anuncia la visita de tres espectros: el de las navidades pasada, presente y futura. Clásico literario, superventas de la culpa, exhortación al arrepentimiento, crítica del capitalismo industrial, catarsis o exhumación psicoanalítica, 'Canción de navidad' (1843) reaparece cada año, rejuvenecido según el lifting inquisidor de los tiempos.

—Estás encadenado —dijo Scrooge, trémulo—. Explícame el motivo.

—Arrastro la cadena que forjé en vida —respondió el fantasma—. Yo la hice, eslabón a eslabón; metro a metro; me la ceñí por voluntad propia, y por voluntad propia la llevo. ¿Te resulta extraña su composición?

Scrooge cada vez temblaba más.

—¿O quieres conocer —prosiguió el fantasma— el peso y la longitud de la que tú mismo arrastras? Ya era tan larga y pesada como esta hace siete Nochebuenas. Desde entonces, no has dejado de trabajar en ella. ¡Es una cadena gravosa!

Entre alaridos y sacudones de la pesada cadena, el espectro de su socio advierte a Scrooge que su individualismo y el uso exclusivo de su tiempo para hacer dinero, lo llevarán al mismo purgatorio al que él ha sido condenado desde hace siete años: vagar de un lado a otro, encadenado a una pesada guaya. Una «incesante tortura del remordimiento», dice Marley. En el texto original, las palabras de su socio son bastante más inquietantes: «No rest, no peace. Incessant torture of remorse». En inglés, la palabra «remorse» alude a una penitencia, pero también significa compasión, esa capacidad de experimentar y entender el sufrimiento de otro a partir del dolor propio. Ése es, sin duda, el verdadero trasfondo de este clásico literario: no el miedo a la muerte, ni la culpa, sino la capacidad para entender el dolor de otros. Tiene tanto de sermón como de sesión … de psicoanálisis.

Dickens publicó este relato un 19 de diciembre, poco antes de Navidad. Los días en los que las familias se recogen del frío en sus casas y para los que Dickens estimó pertinente un relato de espectros que fuese repetido una y otra vez, como un villancico –de ahí el título, 'A Christmas Carol'-. Dickens consiguió lo que quería. Scrooge es un personaje arquetípico: el poderoso, el hombre de la chistera y el puro, el de la moqueta roja. Pero, ¿y si al individualismo de Scrooge se sumaran otras causas identitarias, históricas o de género? ¿Eso redimiría o hundiría a Scrooge? ¿Serían intercambiables los agravios? ¿A su falta de empatía podría reprochársele que contamine, por ejemplo? La moraleja funciona, siempre que se use una a la vez.

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