Crítica Fit

Pozo sin trasfondo

Una apuesta actoral en tono fársico que prometía mucho y que, sin ahondar apenas, se quedó en lo superfluo de la temática pretendida

Germán Corona

Cádiz

Cabe aclarar que la función que pude presenciar no fue la del público general programada este sábado pasado sino una previa para institutos en el mismo Teatro Falla. Y quiero hacer especial mención al excelente comportamiento de los chicos y chicas pese a las dificultades de comunicación inherentes a la obra.

Una función farragosa y difícil de seguir pese a contar con micrófonos de ambiente en proscenio que parecían estar de adorno, pues sólo emitieron señal un par de minutos. No ayudaron tampoco las exageradas y cansinas voces de dos de las actrices y su particular soniquete, más la falta de volumen, proyección y dicción del reparto, y la sonoridad y léxico alejados del nuestro.

Petróleo nos cuenta la cotidianeidad de cuatro trabajadores de un yacimiento petrolífero. Esperan trabajar y ponerse manos a la obra pero esto no sucede. La convivencia entre los personajes o, mejor dicho, entre los estereotipos masculinos presentados (el débil, el mentiroso, el machote sin más y el pseudo líder) da lugar a situaciones poco interesantes y sosas. Dichos estereotipos acentúan aún más el gran problema de la obra y que aparentemente pretendía ser su bastión, es decir, cuatro roles masculinos interpretados por cuatro actrices. Pero ellas, en vez de crear cuatro personajes, tropiezan torpemente creando un remedo en tono fársico de hombres caricaturizados. Cabría preguntarse si nadie se ha dado cuenta de que el experimento a nivel interpretativo es fallido por doquier. Solo se salva del resbalón la actriz Pilar Gamboa que va más allá de la fórmula simplona de: A) asumo una actitud corporal. B) le imprimo un gesto o rictus. Y C) voz rara o peculiar ¡y listo! Afortunadamente Gamboa sobresale porque deja entrever rasgos de carácter y ciertas sutilezas y la verdadera ambivalencia de quien se sabe débil pero necesita mostrarse duro.

Las pretensiones ideológicas de la compañía creyéndose que un montaje así puede ser acicate o crítica contra ciertos estereotipos masculinos no se corresponde con su reflejo en escena. ¡No a las milongas de moda sobre el supuesto trasfondo de masculinidades, género, etc.! Todo esto parte de un reto de estas experimentadas actrices por embarcarse en un legítimo afán de crear un personaje «haciendo de hombres».

Y quizás esa sea la verdad que falta y el giro necesario para evidenciar dichos estereotipos revelándonos al final que todo era o podía ser un juego.

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