Plensa y Radvanovsky se conjuran para que la ópera no se duerma
ABC reúne al artista y la soprano para hablar de la nueva producción de 'Macbeth', que se estrena el próximo jueves en el Liceo de Barcelona

Entre ensayo y ensayo, el escultor Jaume Plensa y la soprano Sondra Radvanovsky nos atienden en el Salón de los Espejos del Gran Teatro del Liceo. Entran repartiendo sonrisas, pero no pueden dejar de lado la animada conversación que venían manteniendo por los ... pasillos: «La ópera necesita estas cosas», cazo al vuelo. ¿Qué es lo que necesita? Sin darnos ni cuenta, la entrevista ha comenzado, Radvanovsky se lanza: «Creo que la ópera necesita cambiar. En el canal de YouTube 'Screaming divas' [algo así como 'Divas que gritan'] comparto reflexiones sobre esto junto a Keri Alkema. La ópera está anticuada, necesita cambiar. Todas las otras manifestaciones artísticas han evolucionado, salvo la ópera». A su lado, Plensa, que se estrena como director de escena, asiente, pero ella es imparable cuando habla de este tema: «Lo que hacemos con Jaume en el Liceo en este 'Macbeth' es avanzar hacia el futuro. Es unir dos disciplinas artísticas diferentes –pero ambas son arte– y combinarlas para crear una nueva disciplina, una nueva forma de ópera. Creo que es justo lo que necesitamos, porque si no la ópera va a quedar estancada. La gente no quiere ver las mismas producciones una y otra vez».
Ahora sí, Plensa, con esa mirada afable y azul, comenta: «En este caso es especialmente bonito, porque tenemos a dos genios. Tenemos el texto de Shakespeare y tenemos la creación de otro genio que apareció doscientos años después, Verdi». El artista añade: «Y ahora tenemos una combinación extraordinaria en nuestros días, con Sondra...», pero ella le interrumpe: «¡Y contigo!». Plensa se pone rojo como un tomate, y admite: «Sí, bueno, yo también, pero mi intención es presentar a Verdi y a Shakespeare tan limpiamente como sea posible».
Las palabras que retruenan en la cabeza de Macbeth cuando está a punto de asesinar al rey Duncan y sus sirvientes tienen un protagonismo especial en la puesta en escena. La voz de la conciencia le advierte de que, si consuma el crimen, nunca volverá a dormir plácidamente: «Sleep no more», le dice. «Yo crecí con Shakespeare y con 'Macbeth' en especial, y con ese concepto de 'No dormirás más'», cuenta. La amenaza, pues, se convierte en manifiesto: Plensa y Radvanovsky no quieren que la ópera quede adormecida en el siglo XXI.
Dramatismo
Esa frase, 'Sleep no more'. ilustra el diálogo que el arte establece entre disciplinas, lenguajes y épocas distintas. Dos siglos después de que Shakespeare la escribiese, Verdi y su libretista, Francesco Maria Piave, la tradujeron al italiano para crear una ópera, pero acentuaron su dramatismo añadiéndole unas palabras aún más pertubadoras, subrayadas por la música. La voz de la conciencia, en pleno Romanticismo, va más allá y advierte a Macbeth, con una imagen de enorme plasticidad, de que a partir de aquel momento sentirá su almohada como si fuera un zarzal: «Avrai per guanciali sol vepri», exclama Macbeth, abrumado por el peso de la responsabilidad. Plensa se añade al diálogo entre genios: «¿Qué tenemos que hacer para transformar algo que parece haberse quedado congelado en un momento concreto de la historia, hacer que sea importante para nuestros días? Esta es la pregunta».
También relacionado con el sueño, «uno de los momentos más bellos de la historia de la ópera es la escena en la que Lady Macbeth anda durante la noche, sonámbula. Lloro cada vez que la oigo», nos comenta. Radvanovsky comparte este punto de vista, y añade: «Lady Macbeth no es una mujer sedienta de sangre, es una mujer enamorada de su marido, pero se siente frustrada porque él es un cobarde, no es como ella querría que fuese, y ese es el gran tema. Ella quiere cambiarlo, pero no puedes cambiar a las personas. Ella se da cuenta al final, precisamente en la escena del sonambulismo».
La puesta en escena de Plensa es fiel a su lenguaje artístico: caras y alfabetos presidirán el montaje, aunque «no es una exposición de obras mías, es otra cosa», advierte. Lo que ha buscado es crear una experiencia visual poética y bella, que deja espacio para la imaginación de cada uno de los asistentes. Le pregunto a la soprano cómo ha sido trabajar con un artista que se estrena en la dirección escénica: «Ha sido increíble. Siempre tiene una sonrisa en la cara y puedes notar que le gusta lo que hace. Cuando hay que hacer cambios, sobre todo al final de los ensayos, cuando está todo muy rodado, hay que tener 'cojones' [la diva suelta esta palabra en un castellano perfecto, pronunciación de la jota incluida], pero él siempre pide los cambios con una sonrisa».
Plensa se azora y se afana en decir: «Siempre sonrío porque tengo el privilegio de estar aquí con vosotros», y nos regala una historia de infancia: «Cuando era pequeño, mi padre tocaba en casa un piano. Era un piano de pared, y a veces, si me había peleado con mi hermano, yo me escondía en el hueco de la parte inferior. Mi padre tocaba sin saber que estaba ahí, y creo que esa experiencia marcó para siempre mi vida, porque yo vibraba con el instrumento, y notaba el olor del polvo y la madera del piano». Y añade: «Aquí, estos días, en el Liceo, estoy sintiendo el olor del piano de mi padre. No puedo hacer otra cosa que sonreír».
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Entonces, Radvanovsky asegura: «Va a ser como ninguna otra producción vista antes en el Liceo, y esto no lo digo a menudo». Plensa la mira y dice: «Todo el mundo ama a Sondra en esta casa».
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