El novelista japonés Haruki Murakami, premio Princesa de Asturias de las Letras 2023
El osaqueño se convirtió en un referente de la literatura contemporánea tras el éxito internacional logrado en 1987 con 'Tokio blues'
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«Yo quería ser algo diferente: quería ser un toro entre porcelana. Creo haberlo conseguido», dejó dicho en una de sus escasa y rarísimas entrevistas, porque quién quiere dar entrevistas pudiendo escribir novelas, el esquivo y genial Haruki Murakami (Kioto, 1949. Un superventas de culto, si es que tal cosa es posible, que quizá nunca gane el Nobel de Literatura y siga siendo carne de meme cada vez que se abren las puertas de la Academia Sueca, pero que acaba de subir al podio del premio Princesa de Asturias de las Letras. O, por expresarlo en términos más afines al escritor nipón, corredor compulsivo, de llegar a la meta.
Y, en efecto, lo ha hecho como un toro entre la porcelana: desbrozando el camino, distanciándose de las formas tradicionales de la literatura japonesa y abriendo puertas a lugares de los nunca más se querrá salir. «Yo me gano la vida escribiendo cosas que la gente no necesita lo que, pensándolo bien, no deja de ser un milagro», dijo hace años.
Con Murakami, el más firme puente narrativo entre Oriente y Occidente y esponja cultural capaz de tratar por igual una novela de Stephen King, un elepé de los Beatles y una sinfonía clásica, el milagro empezó relativamente tarde: 'Escucha la canción del viento', su primera novela, no llegó hasta que cumplió los treinta años. Antes de eso, el joven Haruki era un melómano apasionado cuya vida cambió tras ver en directo a los Jazz Messengers de Art Blakey.
Hijo de un profesor de literatura japonesa, hizo buenas migas con los posmodernos, devoraba libros de Kurt Vonnegut, Richard Brautigan y Ross MacDonald y escuchaba música sin parar. Los Beatles, sí, pero también toneladas de jazz, los Beach Boys o los Delfonics. «Era hijo único, estaba solo en casa y tenía tres cosas que me ayudaban: los gatos, los libros y la música. Aún ahora la música me ayuda a escribir. Escribir es algo muy solitario, así que necesitas algo que te ayude a seguir haciéndolo,, explicó el propio Murakami la primera vez visitó Barcelona, en 2009.
La sombra del escritor que acabaría siendo ya andaba por ahí pero, antes del salto definitivo a la narrativa, Murakami trabajó en una tienda de discos en Shinjuku y, junto a su mujer, abrió en 1974 un club de jazz, Peter The Cat, en Tokio. La aventura, sin embargo, duró poco. En 1978, Murakami decidió que quería ser escritor. Tal como suena. «Estaba a punto de llegar a la treintena, una edad en la que ya no se podía considerar que fuese joven. Y entonces, casi sin que me lo hubiese planteado nunca, se me ocurrió que me tenía que dedicar a escribir», explica en su libro 'De qué hablo cuando hablo de correr'.
«Puedo recordar el momento exacto en que pensé que podía escribir una novela -añade-. Fue a la una y media del 1 de abril de 1978 (...). No es que tuviese la ambición de ser novelista. Sólo me vinieron ganas de escribir una novela, casi por curiosidad».
En la mente del novelista
Llegó así 'Escucha la canción del viento', primera piedra de una carrera literaria que intentó conciliar con sus aficiones noctámbulas hasta que quedó claro que las novelas requerían plena atención. «Sin hacer caso a la gente que me rodeaba, vendí el bar y, con una mica de pudor, colgué el cartel de NOVELISTA para intentar ganarme la vida escribiendo».
Han pasado 42 años de aquello y mal no le ha ido: además de ganar premios como el Noma, el Tanizaki o el Yomiuri y de haber dado clases como profesor invitado en la Universidad de Princeton; además incluso de haber traducido a autores como John Irving, F. Scott Fitzgerald y Raymond Carver y de atreverse con el periodismo para firmar una investigación sobre los ataques con gas sarín en el metro de Tokio 1995, Haruki Murakami se ha coronado como el gran soñador de la literatura contemporánea.
Un novelista hecho de pedazos de Dickens, Kafka, novela pulp y cultura popular; de gatos parlantes, excursiones a ciegas por el subconsciente y detectives perdidos en novelas de ciencia ficción. «Si abrierais mi cerebro encontraríais cosas extrañísimas», advertía, enigmático, un autor que si algo sabe hacer es mantenerse fiel a sus obsesiones.
«Cuando escribo, me puedo olvidar del mundo real. Estoy dentro de la historia, rodeado por la historia. Uno puede conocer a personas muy interesantes mientras está escribiendo», dijo Murakami una de los dos únicas veces que ha visitado España. La primera, en 2009, vino para presentar 'After Dark'. La segunda, en 2011, a recoger el Premio Internacional Cataluña. La tercera será cuando viaje a Oviedo en octubre de 2023 para recoger un galardón que reconoce «la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo».
No llegará a tiempo, ya hubiese sido demasiado, la traducción de 'The City and Its Uncertain Walls', novela que acaba de ver la luz en Japón y primer título que Murakami publica tras la laberíntica y fantabulosa 'La muerte del comendador', publicada originalmente en 2017. En aquel momento, el japonés venía de vaciarse con la descomunal '1Q84', trilogía de ecos orwellianos repleta de peligrosas sectas, 'gente pequeña', profesoras de artes marciales y matemáticos con alma de novelista. Puro Murakami, realismo mágico a la japonesa, al servicio de una historia tras la que llegaría 'Los años de peregrinación del chico sin color'.
Traducido a más de 50 idiomas, Murakami lleva desde los ochenta activando los resortes de su imaginación y, como le gusta decir, soñando despierto mientras teclea, pero sus obras han tardado lo suyo llegar a España: 'Tokio Blues' ('Norwegian Wood' en la edición original), uno de su grandes hits y novela iniciática comparable, por fondo y forma, con 'El guardián entre el centeno', no llegó aquí hasta 2005, 18 años de su publicación en Japón.
Antes de eso, ya habían ido cayendo títulos como 'La caza del carnero salvaje', 'Crónica del pájaro que da cuerda al mundo', 'Sputnik, mi amor' y 'Al sur de la frontera, al oeste del sol', pero fue 'Tokio Blues', la más confesional y realista de todas sus novelas, la que desató la locura y la 'murakamimanía'. «Supongo que las buenas historias pueden encontrar lectores en cualquier idioma», relativizó el escritor cuando se le preguntó por el secreto de su éxito.
Desde entonces, cada lanzamiento editorial ha sido un acontecimiento: 'Kafka en la orilla', con esos gatos parlanchines y unos fantasmas que no saben dónde están; la recuperación de la favorita y alucinada 'El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas'; la turbadora 'After Dark'... Y ahora, a la vuelta de la esquina, Tusquets anuncia para 2024 la traducción al castellano de 'The City and Its Uncertain Walls'.
Más madera para mantener viva la máquina de soñar del japonés. «Los sueños reales no se pueden controlar. Pero cuando escribes el libro estás despierto. Puedes elegir el tiempo, la duración, todo. Escribo cuatro o cinco horas por la mañana. Cuando se termina el tiempo, paro. Pero puedo retomar lo que estoy escribiendo al día siguiente. Si fuera un sueño real, no podría hacer eso», explicaba Murakami en 2004 en una entrevista con 'The Paris Review'. Y los sueños, ya lo decía aquel, sueños son. O quizá también novelas en las que alguien se tropieza por casualidad con una canción de los Beatles y toda la vida se le viene encima en tromba.