Música
Las diez recomendaciones musicales de Rafael Riqueni
Una selección en la que predomina el flamenco y la música clásica
Un genio con las manos atadas a las cuerdas de su instrumento. Rafael Riqueni es muchas cosas, pero sobre todo un creador empedernido con claroscuros a su espalda . Tenía el virtuosismo y un polvo mágico y extraño en los albores de su guitarra infinita, pero no se acomodó a lo natural. De joven se topó de bruces con una obra de Albéniz que cambiaría el rumbo de sus pentagramas, «Iberia», que le descubrió el nacionalismo musical protagonizado por Falla, Turina y Granados, entre otros.
Asoció ideas y de pronto se encontró con un océano de posibilidades con olor a río y castañuela. Por eso es clásico y flamenco . Toca con las heridas de una certeza sollozante, delicada hasta el extremo, imprevisible, genuina. Su «Juego de niños», «Alcázar de cristal» y «Parque de María Luisa» son buenas muestras de ello. Se le permiten las faltas porque no son fallos, sino surcos de sangre y arena. Tropiezos de su verdad.
El trianero, como causa y consecuencia de todo ello, nos deja un díptico con dos pasajes que en su esencia se unen. El primero toma colores de Alemania y Viena. Del siglo XVIII y de la cumbre de gran parte de lo que hoy conocemos. Cénit barroco, Bach y Mozart como agregadores de melodías al unísono en el contrapunto y elevadores de lo sacro a lo universal. Del intimismo de «Suite para cello solo» al jolgorio de la «Sinfonía 40». También un Chopin pintando la noche a pecho abierto , eso que tanto le gustaba al cantaor Tomás Pavón, el cual, según dicen, tarareaba sobre esta compleja armonía.
Aparece Falla al retablo y el piano becqueriano de Isaac Albéniz , su particular puerta de entrada a todo lo que estamos mencionando, como sugerencias imprescindibles. «Los ojos se cierran como fatigados de haber contemplado tantas imágenes», apuntó Debussy, considerado el padre de la música moderna, al escuchar la pieza que cierra el cuarto cuaderno de «Iberia», esa hermosa suite que sobrevuela la geografía española aterrizando en cada terruño de interés.
El cante flamenco lo traen Antonio Mairena en lo que quedó en la historia como la soleá de un gitano desconocido de nombre Charamusco, desdibujados recuerdos donde su aportación parece innegable, y Camarón . «El romance del Amargo» es una simbiosis trágica y perfecta entre el lamento del isleño y la literatura venenosa de Federico García Lorca. Un proyecto coral, «La leyenda del tiempo», en el que el productor Ricardo Pachón, Kiko Veneno, los componentes de Alameda y Dolores, Gualberto y un tempranero Tomatito aportaron con la intención de sumar al conjunto.
La otra hoja que culmina este díptico, sin embargo, es la de sus maestros y coetáneos: Paco de Lucía , Manolo Sanlúcar y el Niño Miguel . Escuelas ante las que expuso su personalidad, las falsetas del Niño Ricardo y los arpegios cristalinos de todo lo anterior. Una locura imposible que ahí está. El trémolo sentencioso de la rondeña «Oración», el moderno vals con el que el guitarrista onubense se impuso antes de su inminente decadencia y la figura de apellido Lucía que evolucionó de nuevo el toque, bajando los trastes, mirando al jazz, incorporando el cajón y, en definitiva, zarandeando cimientos, colocan un punto y final en el compás inexiste que él mismo ha inventado. Riqueni se ha convertido en nuestra frágil rareza.
El artista recomienda...
1. «Retablo de maese Pedro» , Manuel de Falla
2. «Iberia» , Isaac Albéniz
3. «Sinfonía 40» , Wolfgang Amadeus Mozart
4. «Nocturnos» , Fryderyk Chopin
5. «Suite para cello solo» , Johann Sebastian Bach
6. «Mis recuerdos de Charamusco» (soleá), Antonio Mairena. «El calor de mis recuerdos»
7. «La cañada» (tangos), Paco de Lucía. «Siroco»
8. «Oración» (rondeña), Manolo Sanlúcar. «Tauromagia»
9. «Romance del Amargo» , Camarón de la Isla. «La leyenda del tiempo»
10. «Vals flamenco» , Niño Miguel. «La guitarra de El Niño Miguel»