MÚSICA
Los hirientes destrozares de Robe Iniesta
Este viernes 4 de agosto Robe Iniesta presentó sus dos últimos discos en el Muelle de Cádiz junto a su banda, con un repertorio con todas sus canciones y alguna que otra sorpresa
Se apagan las luces mientras, uno a uno, hacen presencia los músicos. El último en llegar es el primero en tomar la palabra: Robe Iniesta escupe las primeras palabras de «El cielo cambió de forma» y la música gobierna la escena. Ante él, cientos de personas levantan la mano y saludan a su César: el Muelle de Cádiz acoge la llegada del emperador de la transgresión. Bienvenidos al temporal.
Sin tiempo para digerirla, suena «Querré lo prohibido» y el público acompaña a Robe:
Dime que no soñarás con su boca de fresa- canta él.
¡Prometido! – le responden, puños en alto.
Para la siguiente canción, Robe toma el micrófono como él solo sabe, con esa para convertir cualquier frase en una rotunda sentencia: «Esta canción no habla de hombres ni de mujeres, habla de amor y de sexo». Así, el sonido del saxo da paso a «Por ser un pervertido». Su ejército, su familia, le corea. Robe, Robe, Robe. Y allí, «Donde se rompen las olas», se puede encontrar al Robe más íntimo, más delicado. Cada canción y cada verso fueron coreados, sin nada que envidiar al resto de canciones por las que Iniesta es mayormente conocido.
Mientras suena «Hoy al mundo renuncio» el público enarbola su bandera y grita: son sus bragas negras. «Corren malos tiempos para la libertad de expresión y hay que tener cuidado con cualquier pensamiento o chiste porque puede herir sensibilidades», sentencia Robe ante un público que no escucha. «Callaros, coño», espeta. «Cualquier cosa se puede convertir en una ofensa contra el Estado, la iglesia o la madre que los parió. Y a mí me gustaría herir vuestros sentimientos pues, ¿de qué sirve un filósofo que no hiere los sentimientos de nadie?», termina, mientras atropella a Nietzsche con su «Nana cruel».
Al terminar, los hirientes «Destrozares» de Robe Iniesta entran en escena. La apoteosis llega con «Guerrero» y el público entra en comunión con los músicos, con las letras, con sus errores, sus defectos y sus carencias. Antes del descanso, las notas de piano introducen «La canción más triste» y el público se confiesa al ritmo de los golpes de guitarra:
¡He llorado tanto! ¡He llorado tan adentro! He llorado tanto, tanto… que he apagado hasta el infierno.
Tras el descanso, necesario ante el largo repertorio con el que nos deleitan, se suceden «De manera urgente» y «Puta humanidad», demostrando que la teoría de Robe hace aguas por todas partes: es imposible presentar este repertorio en un teatro y esperar que la gente esté sentada. Es imposible no saltar, no brincar. No vivirlas. Con los versos de un poema de Manolo Chinato, Robe casi se corta el pelo: «queriendo no herirte en nada y en mi soledad herirme solo, yo mismo». Así, suena «Del tiempo perdido», demostrando que, para despertar de la catarsis musical, también se necesita tiempo.
«Esta canción es necesaria. Fue necesaria escribirla, componerla y es necesaria cantarla», esgrime Robe mientras su bajista/saxofonista/clarinetista/showman, David Lerman, hace un solo de bajo que introduce lentamente los primeros compases de «Contra todos», un tema que se ha convertido ya, no solo en el pilar de los dos discos, sino también de su filosofía. Una manera de pensar con la que, además, ha encontrado la forma de escapar: salir del camino al caminar. Marcando el camino hacia el final del repertorio, «Y rozar contigo», «Por encima del bien y del mal» marcan el ritmo de un concierto contundente y preciso. Como sorpresa, como colofón, como regalo para su ejército, su familia, sus apóstoles, sonó «Si te vas». Un agradecimiento musical a quienes le siguen, vaya donde vaya, toque donde toque, grabe lo que grabe.
Con «Un suspiro acompasado» el concierto llega a su fin y el público pide otra, para no variar. Tras la confesión del Robe Iniesta más profundo e íntimo, mostrando su versión más incisa y sincera, queda claro una vez más que no se la coge «con papel de fumar»: ha venido a herirnos con verdades, con el reflejo que nos escupe el propio espejo. Ha venido a destrozar nuestra forma de pensar, para hacernos sentir y vibrar con su música. Bienvenidos al temporal.