Jazz desde el corredor de la muerte
'Freedom First', disco grabado por el preso condenado a muerte Keith LaMar y el pianista Albert Marquès, llega a los escenarios
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«La música atraviesa todas las barreras, es un elemento poderoso que nos une», asegura al otro lado de la pantalla Keith LaMar. Y mientras lo dice queda claro que lo suyo no es una frase hecha ni un eslogan mil veces manoseado. Nada ... de eso. Porque, en su caso, la música no sólo ha atravesado barreras: ha burlado barrotes y puertas de seguridad, ha esquivado muros y cristales blindados, para entrar y salir de la prisión estatal de máxima seguridad de Youngstown, Ohio. «No es solo la música, es su significado: puede ser un arma para romper fronteras. Y eso me ha acompañado en mi situación», insiste LaMar.
Quizá les suene la historia: condenado a muerte por asesinar a cinco presos y un guardia en un motín en 1993 mientras cumplía condena por otro crimen, Keith LaMar, de 52 años, lleva desde entonces encerrado en el corredor de la muerte. Se declara inocente y señala que ha quedado probado que durante el juicio se retuvieron pruebas exculpatorias, pero, si nada cambia, morirá ejecutado el 16 de noviembre de 2023. Dentro de menos de once meses. «Ahora se ha descubierto que el fiscal utilizó las mismas pruebas en otros casos, así que tenemos la esperanza de que se repita el juicio», informa desde la cárcel en una videoconferencia sin imagen.
Mientras espera en su celda, LaMar ha escrito el libro autobiográfico 'Condemned', ha protagonizado un documental impulsado por la campaña Justice for Keith LaMar y, por insólito que parezca, ha grabado un disco de jazz con el pianista catalán Albert Marquès. Desde la cárcel, LaMar recitaba por teléfono los versos de canciones como 'Alabama', 'No Man's Land' y 'The Only Freedom'. Y en Nueva York, ciudad en la que se instaló hace algo más de once años, Marquès recogía las palabras de LaMar y las vestía con arreglos de piano y ropajes instrumentales. Nacía así 'Freedom First', el primer disco grabado desde el corredor de la muerte.
«Me acaba de pasar una cosa muy curiosa», explica Marquès en conexión desde la ciudad neoyorquina. «Me invitaron a ir a Queens a visitar una cárcel que tiene un programa de música y me pidieron que tocara una pieza. Yo les propuse hacer una canción de 'Freedom First', y aunque primero me dijeron que sí, uno de los responsables de la cárcel me escribió ayer por la noche para decirme que no podíamos usar la letra de la canción», relata el pianista. El problema, añade, es que LaMar reflexiona en la canción elegida, 'Calling All Souls', sobre lo que significa ser artista. Y eso, según parece, es muy peligroso. «Me recuerda que los músicos tenemos entre las manos un poder del que quizá no somos conscientes», asegura el pianista.
Protesta proactiva
'Freedom First', explica Marquès, nació al hilo de las protestas por el asesinato de George Floyd y el movimiento Black Lives Matter. «Una de las ideas que había detrás del disco era no reaccionar después de la ejecución, sino ser proactivo y protestar antes», añade. Más allá de filias estilísticas, que el vehículo escogido para hacerlo sea el jazz tampoco es casual. «A veces nos olvidamos de que esta música surge de una comunidad y una cultura muy concreta y que aún refleja la experiencia negra en Estados Unidos en 2023», subraya.
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«Poder hablar, escribir y recitar es una gran oportunidad. Puedo amplificar mi voz y que se escuche», constata un LaMar cuyo siguiente reto es llevar 'Freedom First' al directo. Sí, al directo. Desde la cárcel. Desde el corredor de la muerte. Con un cuarteto sobre el escenario y la voz de Keith en conexión telefónica. «Siempre llevamos un plan B, porque aunque tenga permiso de repente puede aparecer el guardia de turno que dice que de recitar nada de nada», explica Marc Ayza, batería de una formación que completan Erin Corine a la voz y flauta y Manel Fortià al contrabajo.
De momento, ya han ofrecido media decena de conciertos entre Cataluña y Estados Unidos y siguen sumando nuevas fechas: el 1 de febrero en el Black Music Festival de Gerona; el 2 de febrero en la sala Paral·lel 62 en el Iridia Fest, nuevo festival de derechos humanos y cultura; y el 24 de febrero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. «Es tremendo estar tocando y que él esté ahí recitando desde el corredor de la muerte –se exclama Ayza–. Es algo que nunca se ha visto».
A veces, añade, la conexión falla o se corta, pero lo importante es el mensaje. «Es una forma de reafirmarse en una lucha común para recuperar la libertad de expresión, el derecho a la vida y esa lucha social común que no entiende de fronteras», defiende LaMar. Y luego, claro, está el poder sanador de la música. Un bálsamo al que el reo confiesa haberse agarrado con todas sus fuerzas. «John Coltrane salvó mi vida», le gusta decir. Tampoco aquí cabe la exageración. «La música es muy importante, no solo para dar a conocer mi caso. La música me ha permitido conservar mi humanidad y mi salud mental. Vivo completamente aislado veintidós horas al día, así que la música es lo que me permite mantenerme en pie», explica.
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«En el mundo académico tenemos una relación de no conectar con el espíritu de la música, de hacerlo sólo con la parte técnica, así que cuando él dice que John Coltrane le salvó la vida, eso es otra película. De hecho, la parte más espiritual de Coltrane es la que en el mundo académico se aparta; discos como 'Om' o 'Interstellar Space' no se tienen en cuenta», resume Ayza.
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