Críticas de los discos de la semana: Nick Cave & Warren Ellis, Parquesvr y Björk

Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas

Esta semana los críticos de ABC analizan los nuevos trabajos de Nick Cave y Warren Ellis, compinches sobre el escenario y también a la hora de componer bandas sonoras; el regreso de los madrileños Parquesvr; y el esperado retorno de la islandesa Björk.

Por Jesús Lillo

Nick Cave & Warren Ellis: 'Blonde' y 'Dahmer'

Ponte de luto. Pon la tele. Y pon a Nick Cave, o a Warren Ellis, su violinista. Todo está conectado. Basadas en hechos reales, película y serie, una sobre el sinvivir de Marilyn Monroe y otra sobre las cacerías y los crímenes del Carnicero de Milwaukee, tragedias endógena y exógena, 'Blonde' y 'Dahmer' no solo comparten plataforma audiovisual y créditos musicales –ambos firmados por Ellis y Cave, intercambiables de una producción a otra–, sino argumento: la detección precoz, e incluso tardía, en fase terminal, incompatible con la vida, como decían los locutores del Samur, del trastorno mental, oculto tras el prejuicio y la indiferencia. Lo que se veía venir es lo que nadie quiso ver. Apaga la tele.

Rock

Nick Cave & Warren Ellis: 'Blonde' y 'Dahmer'

Imagen - Nick Cave & Warren Ellis: 'Blonde' y 'Dahmer'
  • Televisión Película y serie

Por trillado, el tormento de Marilyn Monroe forma parte de una cultura popular basada en la reiteración de los clichés que la sostienen. La dramatización televisiva de los asesinatos de Jeff Dahmer, también incorporado a un 'star system' norteamericano en el que lo descuartizador no quita lo valiente, permite al espectador comprobar la incapacidad del sistema para corregir sus fallos y protegerse de los elementos que lo ponen en riesgo.

Además de necesariamente asquerosa, la serie de Ryan Murphy es el relato de una cadena de errores y desidias policiales y judiciales: lo que se veía venir o, todo lo contrario, quién iba a pensarlo, según se miren los grado de culpa y de propósito de enmienda. Metido para dentro, esto también vale para Marilyn. La banda sonora viene a ser la misma, con casi idénticos mensajes, arreglos e instrumentos. Ambas parten de un esqueje de 'Skeleton Tree', documental sobre el cargo –o el descargo- de conciencia tras una muerte no anunciada y no evitada. Nos referimos a la del hijo del compositor australiano. Luego se le murió otro, sobre la marcha (fúnebre).

Nick, Warren, Jeff y Marilyn. Dejamos a la actriz en su pudridero adiamantado y nos trasladamos a la sala de despiece de Dahmer, asesino en serie cuya producción criminal sobrecoge ahora por lo televisivo a una sociedad estadounidense que en apenas unas décadas ha pasado de perder el sueño con las matanzas secuenciadas por desequilibrados como Ted Bundy o John Gacy a estremecerse con las masacres de los asesinos de masas que sin solución de continuidad y sin perfiles mitológicos irrumpen en los locales públicos para matar y morir.

Los primeros asesinaban de forma episódica y los segundos lo hacen a granel, con el elemento compartido de una locura –crónica o pasajera, con tendencia galopante o provocada por un brote psicótico– que el buenismo pretende ahora diagnosticar y neutralizar. Los exámenes psicológicos que prescribe la Administración estadounidense como visado para la compra de armas aparecen, así, como un certificado de cordura y buenas prácticas de tiro, al blanco o al negro.

Engañado por una narración que adelanta acontecimientos, el espectador de 'Monster' considera posible la detección del mal antes de que eclosione. Dahmer mató a diecisiete personas entre 1978 y 1991 sin que las autoridades fueran capaces, por desidia o falta de profesionalidad, de percatarse de sus anomalías, más que evidentes. Lo que nadie quiso ver es lo que se veía venir, y de lejos, pero lo que ahora pretende ver el pueblo norteamericano para frenar la sangría de los tiroteos –este año en Uvalde, Búfalo o Sacramento– es lo que nadie puede detectar. Ahí lo dejamos.

¿A qué viene todo esto? Es 'zapping'.

Cada vez más unido a Warren Ellis, de los estudios de cine a los de grabación, Nick Cave también expía la culpa, por acción u omisión, de la muerte de sus hijos. Volvemos a lo que se veía venir o lo que nadie quiso ver.

La melancolía que impregnó las primeras bandas sonoras de la pareja australiana –de 'The Assassination Of Jesse James By The Coward Robert Ford' a 'Wind River', muy reconocibles al oído, cortadas por el mismo patrón, tela vaquera– se traduce ya en pena sintética y sintetizada. Lo hicieron en 'Mars', a mayor gloria de Elon Musk, donde fondo y forma sintonizaban, y lo adaptan a la pena que provocan las víctimas de la abulia y la ambivalencia. No todo es homogéneo, sin embargo, en estas dos bandas sonoras, hermanadas por el duelo. Hay más elementos corales en 'Blonde' que en 'Dahmer', y ciertas concesiones ('Peroxide') a la alegría de vivir, aunque sea la que sienten los muertos en vida, y también un giro final ('Nembutal') que conecta con Badalamenti. Lo demás es del mismo palo y de la misma rama, esquejes de 'Skeleton Tree', del árbol de la vida y de la culpa, de la ciencia y de la ignorancia.

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Por Fernando Pérez

Parquesvr - 'Si no fuera por estos momentos, sería por otros'

No es coña, esta broma va muy en serio. Ante la clarísima amenaza de acabar arrollados por el impacto instantáneo de 'Lance Armstrong' ('pelotón, pelotón, pelotón, ton, ton, ton, ton, ton...'), esos brutales siete minutos de alucinado 'spoken word poetry' (o algo así) y abanicos y sprints sonoros, la banda madrileña ha decidido empujar a la cuneta los fantasmas de la caricatura con un segundo disco versátil y desconcertante, en el mejor sentido del término, que logra superar con solvencia la pájara del pastiche y esquivar el control antidoping de la bufonada.

Rock Fusión

Parquesvr - 'Si no fuera por estos momentos, sería por otros'

Imagen - Parquesvr - 'Si no fuera por estos momentos, sería por otros'
  • Discográfica Raso Estudios

Los chascarrillos y las descargas hardcore ('Tazas con mensaje' es otra apisonadora punk, un nuevo himno lapa inapelable) no se han volatilizado por completo, pero el esfuerzo de la banda de Leganés para avanzar en nuevas y muy distintas direcciones es evidente, y casi siempre logran puntuar en todas las metas volantes. Sin perder demasiada intensidad, en estos provechosos momentos, aunque podrían ser otros, caben guiños psicodélicos subrayados con gaitas ('Ansiedad'), paisajes sintéticos apenas iluminados ('Las nubes' y la estupenda 'Los salvajes'), cumbias agrestes ('El laberinto') e incluso una simbiosis entre el 'sonido Caño Roto' y la herencia de Triana (quién lo hubiera imaginado: 'Muchas flores' es un demarraje quinqui que demuestra mucho mucho valor).

Hay también recuerdos al hip hop de los noventa ('Zarzaquemada' es un 'Bienvenidos al sur' en toda regla que describe el barrio, cualquier barrio del 'cinturón rojo' madrileño, sin caer en la trampa de la nostalgia: gris, ocre, feo...), himnos indies ('Arde, quema, duele') y homenajes a los Siniestro Total que mataban hippies en las Cíes y señalaban las tetas de tu novia ('¿Debo leer a Baudelaire?').

Demasiadas cosas bastante bien dispuestas como para reducir el asunto al territorio de la anécdota. Porque además del esfuerzo por zafarse de ataduras estilísticas, Javier Ferrara también ha confirmado la capacidad que ya se le intuía para hilar un costumbrismo ácido y descreído que mete y remueve en el dedo en la llaga de las estupideces y algunos (todos no caben) males contemporáneos. Ansiedad, esnobismo, vanidad, hipocresía, buenismo pospandémico, la tiranía del 'mindfulness', esa concepción casi religiosa del 'bienestar' como instrumento de autoflagelación... Vale, cosillas como 'Almodóvor, Amenábor' están en el límite de la astracanada, pero en el otro extremo de la balanza, Ferrara también se atreve a indagar, con precisión de cirujano y rabia de animal herido, en las hecatombes sentimentales («tu indiferencia para mí es un dolor, voy a hacer que me odies solo pa' estar mejor» es una letra muy 'planetaria').

Pues eso, que «Joy Division no es New Order» ni Parquesvr es Ojete Calor o Def Con Dos. O un poco sí, pero también mucho más.

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Por David Morán

Björk - 'Fossora'

En una versión corregida y aumentada de aquel look de jardinera 'avantgarde' y espantapájaros de arte y ensayo que lució a su paso por la cabina del Sónar 2017, la islandesa Björk ha aprovechado la pandemia y el confinamiento para estrechar lazos con los hongos y cultivar nuevas amistades con microorganismos bacterianos y celulares. Sí, tal como suena: de la tierra al laboratorio y de la madriguera a los talleres de corte y confección sintética, la Guðmundsdóttir se ha puesto a escarbar en el jardín y ha acabado por desenterrar un mineral raro y precioso, un pedrusco de vida inteligente, que combina a la perfección con la facción más extrema y experimental de su discografía. Un disco con el que la Björk más intrépida y aventurera, la de los 'loops' vocales, las cuerdas abrasivas y la electrónica concebida casi como un ente orgánico, recupera el timón tras las sombras de 'Vulnicura' y los (excesivos) gozos de 'Utopia'.

Pop

Björk - 'Fossora'

Imagen - Björk - 'Fossora'
  • Discográfica: One Little Independent

Armado a partir de tres episodios muy recientes de su propia historia (la muerte de su madre en 2018, su reconexión con Islandia durante los meses de confinamiento y las microraves que organizaba en su casa durante al pandemia y en las que recuperó el gusto por el gabber, variante violenta y durísima del techno), 'Fossora' zarandera estilos, esquiva melodías y alterna beats de terciopelo con sacudidas de impresión para cantarle a la sanación espiritual, a los filamentos de los hongos y al amor y a la naturaleza. Björk en su salsa, puro ensalmo digital con las raíces bien hundidas en la tierra, y notables refuerzos como los indonesios Gabber Modus Operandi, los clarinetes del sexteto Murmuri, el coro Hamrahlíðarkórinn, la mano amiga de El Guincho y Side Project y la presencia de sus hijos Sindri e Ísádora.

La constante fricción de los elementos y el influjo del volcán Skjaldbreiður se encargan del resto y ordenan el glorioso alboroto de un disco en el que agolpan antihimnos con revolución industrial incluida ('Atopos'), maravillas instrumentales ('Mycelia'), amagos de reconciliarse con el pop ('Freefall'), fantasías apocalípticas ('Trölla-Gabba') e incluso una canción, 'Allow', en la que una planta explica cómo crece.

Un disco tan retorcido como deslumbrante con el que Björk sale por un rato de su burbuja para saludarnos desde el más allá del pop. Desde el futuro de la música popular y el infinito de la creación.

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