50 aniversario

Woodstock: el canto de cisne del rock idealista

Fue el comienzo del fin de una forma de entender la música como herramienta transformadora, y a la vez, supuso un espaldarazo a la popularidad de casi todos los que formaron parte del cartel y vivieron para contarlo

Festival de Woodstock Reuters
Nacho Serrano

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El momento de mayor popularidad de la música que formó la exuberante banda sonora del «flower power»coincidió, paradójicamente, con su defunción. Al festival de Monterey, celebrado dos años antes, habían acudido los primeros hippies, los más «auténticos» del movimiento. Pero gran parte del público de Woodstock se apuntó a la fiesta por la inercia de la moda y el atractivo del amor libre. Así lo entendieron por ejemplo The Doors , que prefirieron no participar al verlo como «un sucedáneo de Monterey». Tampoco aceptaron la invitación Led Zeppelin , Bob Dylan , Jethro Tull ni los Rolling Stones , que unos meses más tarde intentaron replicar el evento en Altamont con trágicos resultados.

En Woodstock, con los hippies más comprometidos con la «revolución» se mezclaron jóvenes descarriados, niños ricos y lunáticos con ideas de lo más bizarras sobre el renacer de la sociedad ( Charles Manson seguro que hubiera ido, de no haber desatado la matanza de Cielo Drive una semana antes), en un totum revolutum que, si bien evidenciaba la ansiada transversalidad del movimiento, también confirmaba que su esencia tenía las horas contadas. Lo mismo pasó con la música: Woodstock fue la última gran expresión de una forma de entender el rock y el folk, idealista, combativa, pero también naif y en ocasiones bucólica. Sólo unos meses después empezó a tornarse mucho más pragmática y sombría (e inspirada por drogas estimulantes más que psicodélicas), como una dura resaca de realismo post-utópico que castigó a los compositores de música popular al arrancar la década de los setenta.

El Festival de Woodstock fue el canto de cisne de la explosión musical sublimada durante el verano del amor del 67, antes de que sus protagonistas empezaran a abordar ese radical giro creativo. Fue el comienzo del fin de una forma de entender la música como herramienta transformadora, y a la vez, supuso un espaldarazo a la popularidad de casi todos los que formaron parte del cartel y vivieron para contarlo. Algunos se quedaron estancados y dejaron de vender discos con el fin del sueño hippie, pero los que supieron adaptarse se convirtieron en los nuevos dioses del pop hipermercantilizado que estaba por venir.

Janis Joplin , que se había presentado en sociedad en Monterey sin tan siquiera tener un disco en la calle, llegó a Woodstock siendo ya muy famosa en Estados Unidos e Inglaterra. Lo mismo que Jimi Hendrix , que dejó patidifusos con su versión del himno de «Star-Spangled Banner» a los pocos que quedaban en la última mañana de conciertos. Pero los ecos mediáticos del festival los convirtió en superestrellas planetarias. Ellos, sin embargo, solo pudieron disfrutarlo un año antes de morir.

La crónica

El viernes 15 de agosto de 1969 arrancó la música de la mano de Richie Havens , Sweetwater , Bert Sommer , Tim Hardin , Ravi Shankar , Melanie Safka , Arlo Guthrie y Joan Baez , héroes de un folk protesta que había sido la espina dorsal de la lucha antibélica, pero que vivió allí su último gran baño de masas. Al día siguiente, Country Joe McDonald , John Sebastian , Keef Hartley Band , Santana , Incredible String Band , Canned Heat , Mountain y Grateful Dead (que hicieron estallar un amplificador con su torbellino rockero) continuaron con la fiesta hasta la llegada de la segunda noche, la mejor según varias crónicas, en la que actuaron Creedence Clearwater Revival , Janis Joplin, , The Who y Country Joe and the Fish . El «desayuno» del domingo fue también espectacular, con un Joe Cocker titánico que dio uno de los mejores shows de la década, y continuó con Country Joe and the Fish , Ten Years After , The Band , Johnny Winter , , la mitológica intervención de , Neil Young , Paul Butterfield Blues Band , Sha Na Na y Jimi Hendrix , que terminó su concierto a las diez de la mañana del lunes.

Veinticinco años después, cuando se llevó a cabo la imposible idea de una segunda edición, repitieron algunos protagonistas del festival original como Crosby, Stills, Nash & Young, Joe Cocker, The Band, Santana o Country Joe McDonald. Pero, aparte de Bob Dylan o Allman Brothers Band, poco quedaba del espíritu original de la música de los sesenta en el resto del cartel, a pesar de que tenía buenos discípulos en la escena de los noventa. Lo mismo ocurrió en el evento del 30 aniversario, celebrado en 1999, que mató y enterró definitivamente el recuerdo de los tiempos de revolución al convertirse en escaparate de bandas con nulo mensaje social, en un circo de patrocinios de multinacionales retransmitido en televisión sólo por canales de pago, y que para más inri terminó en una bacanal de violencia , con saqueos, incendios, muertes «accidentales» y violaciones. El trinomio paz, amor y música era ya un espejismo.

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