CRÍTICA DE MÚSICA
La voluntad de Abbado
Concierto de la Orquesta del Festival de Lucerna en el ciclo de Ibermúsica
![La Orquesta del Festival de Lucerna, dirigida por Andris Nelsons](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2015/11/17/Lucerna--620x349.jpg)
Durante un tiempo pudo creerse que la Orquesta del Festival de Lucerna era la orquesta de Claudio Abbado . La agrupación, creada en 2003 gracias a la gestión de Michael Haefliger sirvió, quizá como ninguna otra lo había hecho hasta el momento, a los intereses artísticos del maestro, a su sentido humanístico y postrero de entender la música. Muerto en 2014, la orquesta ha mantenido, sin embargo, el rigor artístico y algo más importante: el compromiso con una forma de ser. Nace de la extrema calidad de cada uno de los miembros, el sonido redondo, la impecable afinación, el virtuosismo, y alcanza a la defensa de un ideal digno de sostenerse. Conviene escuchar o revisar en internet el «Memorial Concert for Claudio Abbado». Cualquier argumento está ahí.
Ibermúsica
Mozart: «Sinfonía 36». Mahler: «Sinfonía 5». Intérpretes: Orquesta del Festival de Lucerna. Direccion: Andris Nelsons. Lugar: Auditorio Nacional
Madrid
En ese mismo concierto estuvo presente el director Andris Nelsons (Riga, 1978), quien acaba de visitar Madrid con la Orquesta del Festival de Lucerna dentro de la programación de Ibermúsica. Nelsons circula por el mundo de la interpretación ofreciendo una personalidad fuera de lo común, un punto más cercana a quienes buscan reconstruir la intención del autor, ser fieles y, en alguna medida, objetivos, antes que servirse de la partitura para aguzar la creatividad y construir un estado afectivo. La jerarquía es torpe, desde luego, pero ayuda a explicar que el resultado es más expresivo que narrativo, interesándose por los valores musicales antes que por su recreación poética.
Es una vía que colabora a demostrar la calidad arquitectónica de la Quinta Sinfonía de Mahler o el impecable academicismo de la «Linz» de Mozart . Mejor aún, Nelsons , al lado de la Orquesta del Festival de Lucerna, es alguien capaz de conseguir que cualquier música arrebate al oyente con la fuerza de la interpretación y con tan alta intensidad que acaba por hacer olvidar la propia presencia de intérprete situando la audición en un nivel trascendente. La consecuencia para el espectador es apabullante, extraordinaria, inolvidable. Parece paradójico que todo ello se experimentase en el mismo momento en el que París reclamaba la atención del mundo. Sin embargo, nunca más necesario el recuerdo a Abbado y a su fe en la música como dialéctica comprometida.