La verdad descubierta de Conrado del Campo

Conrado del Campo ABC

Alberto González Lapuente

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Habría que empezar a a desterrar la opinión de que Conrado del Campo (1878-1953) es un compositor olvidado, tal y como todavía se escribe. Al menos si se considera la labor de promoción que desde hace años viene desarrollando la Fundación Juan March, encargada de custodiar durante un tiempo su legado documental antes de que quedara definitivamente depositado en el Centro de Documentación y Archivo (Cedoa) de la SGAE. En su escenario se han escuchado los tríos de cuerda, varios cuartetos y, más cerca en el tiempo, el quinteto con piano 'Episodio de una vida combatida y dolorosa', las óperas de cámara 'Fantochines' (que había sido editada antes en formato facsimilar) y 'El pájaro de dos colores'… Se publicó incluso en 1986 un catálogo de obras firmado por Miguel Alonso. Cada cierto tiempo, la March recuerda la música de Conrado del Campo, lo que se se une a otras iniciativas, por ejemplo en el terreno sinfónico gracias al apoyo circunstancial de varias orquestas que han dejado huella en distintas grabaciones discográficas.

Curiosamente, todas estas experiencias, lejos de acortar la distancia a la obra de Conrado del Campo, han acentuado la sensación de que el conocimiento crítico es demasiado imperfecto. El corpus de los cuartetos de cuerda es un ejemplo inmediato pues se sigue divulgando como uno de los más importantes de la música española del siglo XX a pesar de ser un repertorio que se difunde de forma muy parcial, incluso defectuosa. A partir de esta idea nace el 'Proyecto Conrado', dedicado a la interpretación de la integral de los cuartetos de cuerda en la sede madrileña de la March en coherencia con la publicación de los mismos a razón de un concierto y dos volúmenes anuales. Acaban de presentarse los dos primeros ejemplares dedicados a los cuartetos primero y cuarto, y quedan once más y una adenda con movimientos sueltos e incompletos. El proyecto editorial está firmado por Fundación March, la Sociedad Española de Musicología y la Fundación SGAE, y cuenta con un comité editorial formado por Miguel Ángel Marín, Tomás Garrido y Juan Antonio Rodríguez.

Al maestro Conrado del Campo se le reconoce por ser un compositor decididamente infranqueable en el estilo (asociado a corrientes centroeuropeas), dominante de la técnica y devoto del oficio hasta el punto de garabatear sin denuedo cientos de páginas con una escritura de complejidad asombrosa. «Se han escrito grandes obras con una caligrafía verdaderamente terrible», explicaba en 1996 el director Jonathan del Mar al iniciar la edición de la sinfonías de Beethoven con el fin de recuperar las intenciones del autor y liberar las obras de postizos incorporados por la tradición. «A Tippett le pregunté en una ocasión: 'Michael, ¿debería ser un fa o un sol?'. A lo que respondió: 'No sé, querido, haz lo que creas mejor'». Parafraseando el relato de Del Mar, Aldo Mata, Tomás Garrido y Garazi Echeandia han asumido la hazaña de editar los cuartetos 3 y 5 y el 'Intermezzo-Scherzo sobre el apellido Mi-la-nés', que acaban de escucharse en la sede madrileña de la March, dentro del Aula de Reestrenos. Conrado del Campo «componía a vuela pluma, deslavazado», insiste Garrido, más preocupado por la obsesión de reflejar sobre el papel el aluvión de ideas que de depurar el trabajo tratando de dejar para la posteridad partituras cómodamente reproducibles.

El mundo musical actual es más transparente, inmediato y escrupuloso que el que vivió Conrado del Campo y estas ediciones tan impecablemente realizadas procurando dejar al intérprete papeles impolutos reservando la montonera de observaciones filológicas al apéndice para que no ensucien el texto musical, se identifican muy bien con la refinada interpretación que acaba de ofrecer el Cuarteto Diotima. En un caso y en el otro, el principio de calidad opera de una manera inmediata, tal y como se comprobó el miércoles, tras un concierto en el que arreciaron los aplausos. Al margen de las valoraciones que puedan extraerse de mundos estéticos tan contrastados como los que plantean las tres obras del programa, la extraordinaria interpretación del cuarteto francés consiguió más adeptos para la causa conrradiana que mil declaraciones de principios.

También el orden del programa operó a favor del éxito caminando, desde la espesura apabullante e infranqueable del cuarteto 3 a la más sutil transcripción literaria de quinto basado en rimas de Bécquer. En medio estuvo el 'Intermezzo-Scherzo', ingeniosa construcción, justa de gracia (no era don Conrado un compositor con especial inclinación a la guasa) pero donde opera el ingenio musical con una solvencia indiscutible. Sin duda, es desconcertante el primer movimiento del cuarteto tres, apoyado en una narración musical que no deja de autogenerarse hasta construir un formidable, inmenso e inagotable caudal del música. difícil de aprehender. Es ahí donde se identifica al severo y barroco Conrado del Campo del que la historia ha hecho una descripción solemne. Esta reconcentrada 'piecita' de música responde a una voluntad que encuentra su compensación en el segundo tiempo diseñado con una calidad tímbrica extraordinaria dejando en el aire una obra que posiblemente quedó abandonada y sin acabar.

El Diotima es un cuarteto con músculo, entrenado en la música actual más compleja. Y aún así se admira que fueran capaces de mantener durante todo el concierto semejante grado de concentración, desde las primeras notas del tres hasta las últimas del cuarteto cinco, 'Caprichos románticos', presentado en su versión inédita en seis movimientos de carácter 'literario'. La obra de Conrado del Campo es particularmente poderosa cuando se relaciona con imágenes textuales. Las de Bécquer son una sugerencia verdaderamente sentida lo que lleva la música hacia espacios sugerentes, accesibles, gramáticamente embaucadores y formalmente cómodos. Las próximas ediciones del Proyecto Conrado permitirán descubrir otros cuartetos, pero parece evidente que el quinto, el más interpretado durante años de todo el corpus, es una obra suficiente para definir lo mejor de su autor; uno de los verdaderamente grandes de la historia musical española de la primera mitad del pasado siglo. El Proyecto Conrado lo defiende de forma abierta y comprometida.

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