Veinticinco años sin Antonio Flores

El único hijo varón de Lola Flores no resistió la ausencia de su madre; su cuerpo fue hallado sin vida apenas dos semanas del fallecimiento de La Faraona

Tenía 33 años y había triunfado como cantante, compositor y actor de cine

Antonio Flores ABC
Nacho Serrano

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La finca madrileña El Lerele , sinónimo de gozo y alegría durante años para la familia Flores , se convirtió en un lugar de desdicha y tristeza infinita en el mes de mayo de 1995. La Faraona libró allí sus últimos combates con el cáncer de mama que finalmente se la llevó el día 16. Y 14 días después, el 30 de mayo, el cuerpo de su hijo Antonio era hallado en el interior de la casa . La conmoción fue absoluta en todo el país.

Antonio Flores tenía 33 años y había triunfado como cantante, compositor y actor de cine, pero no pudo soportar la muerte de su madre. Cuenta Mariola Orellana , representante de los tres hijos de Lola (además de Antonio, Lolita y Rosario) que una vez habló con ella acerca de los problemas de adicciones y depresión de Antonio, y que la cantaora le dijo: «Mientras yo viva, a mi hijo no le va a pasar nada. Ahora, cuando yo me muera…». Y no pudo ser más profética.

En soledad

La noche antes de su muerte, las hermanas Chamorro , sus coristas y bailarinas, estaban con él en la cabaña que se había construido en el terreno de la finca. Según relataron tras el hallazgo de su cuerpo a la mañana siguiente, habían escuchado a Antonio levantarse y darse un baño en la piscina a las dos de la madrugada. Luego volvió a su habitación, y no supieron más de él . En ese momento debió ser cuando se tomó el cóctel de alcohol y pastillas para dormir que le quitó la vida. En su entorno se temía por él, y más o menos se le tenía vigilado. Pero cuatro días antes había dado el que sería su último concierto, en el pabellón Anaitasuna de Pamplona, y aunque se le vio muy afectado sobre el escenario todos pensaban que la actividad le ayudaría a empezar a remontar .

A eso de las nueve, las Chamorro fueron a despertarle y descubrieron, horrorizadas, que Antonio no respiraba. Una de ellas se llevó a Antonio González «El Pescaílla » a casa de Lolita, para que no se enterara de lo que estaba pasando (pensó que no soportaría semejante desgracia dos semanas después de quedarse viudo); y, mientras tanto, el servicio de la casa se encargó de llamar a la familia y al centro de salud de Miraflores para pedir ayuda. Rosario y Lolita fueron las primeras en enterarse y en acudir a El Lerele. Poco después apareció por allí Carmen Sevilla, para apoyar a las hermanas.

Lolita y Rosario llevaban tiempo temiendo que a su hermano le pasara algo. Unos años antes, la mayor tuvo que llamar a su madre para comunicarle que Antonio había sufrido una sobredosis de heroína . «Mi hermano se muere, se muere…», sollozaba al teléfono. «Llegué al extremo de querer tomarme un tubo de pastillas o tirarme por la ventana», confesaría Lola en 1994. «No podía más, había agotado la capacidad de sufrimiento . Mi hijo ha estado como siete veces cerca de la muerte. Yo he presumido de ser la mejor amiga de mis hijos, porque siempre he querido que me contaran sus cosas a mí antes que a nadie, y teniendo mi ojos puestos en el único varón, pues imagínese el drama».

Problemas con las drogas

Aquellos problemas con la heroína, que presuntamente empezaron a agravarse cuando Antonio conoció a una toxicómana argentina que vivía en Marbella (al parecer, murió poco después que Antonio, sumida en la pobreza en un suburbio de alguna ciudad de Brasil), hicieron que se desatasen las especulaciones sobre la verdadera sustancia que motivó su fallecimiento. Pero según la versión oficial, fue la mezcla de cubetas y barbitúricos. « Sufrió un infarto , ésa fue la causa de su muerte», afirmaría años después una de las hermanas Chamorro. «Estaba limpio. Miré la caja de pastillas y vi que seguían allí, no se había excedido con la dosis diaria. Se dijeron muchas mentiras sobre las causas de su fallecimiento».

Sus hermanas apenas han hablado de todo esto desde entonces. Pero el año pasado, Lolita recordó a Antonio con un emotivo mensaje en sus redes sociales: «Hace 24 años una espina se clavó en la cima de mi montaña y una nube se posó sobre mi tela de araña (...)». Anoche, víspera del 25 aniversario de su muerte, hizo una última publicación: un vídeo de « ¡Ay pena, penita, pena! » que se antoja prolegómeno de un homenaje mayor.

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