«La valquiria» o el encuentro de las partes
Continúa el teatro Real recorriendo «El anillo del nibelungo» a partir de la puesta en escena de Robert Carsen y Patrick Kinmonth, suficientemente rodada desde su estreno en Colonia en 2010, y la dirección musical de Pablo Heras-Casado, recién llegado a la obra y, por tanto, todavía inédito ante el polisémico texto wagneriano. Visto «El oro del Rin» la pasada temporada, se presenta ahora «La valquiria», con nueve representaciones inauguradas en la noche del miércoles.
Hace tiempo que la Tetralogía fue perdiendo su carácter mítico en favor de una interpretación más cotidiana y personal, particularmente desde que Boulez y Chéreau deconstruyeron el ciclo en 1976. En ese contexto, los ingredientes que esta propuesta escénica incorpora a la primera jornada (el depósito de armas, el salón-búnker frío y militar, el campo tras la batalla… la nieve como adhesivo al prólogo) formalizan un espacio capaz de remarcar los tres encuentros fundamentales: entre Siegmund y Sieglinde, Wotan y Fricka, Wotan y Brünnhilde. Particularmente el primero, gracias a que lo defienden Stuart Skelton y Adrianne Pieczonka, con la sombra soberbia y todavía dominadora de René Pape (Hunding).
Ambos hacen una muy notable recreación, apoyados en la limpieza del timbre, en la claridad de la dicción y el atractivo de la linea. Ella llevando el papel a una perspectiva más interior, a la espera, quizá, de que los años le otorguen otra densidad vocal. Él, espléndido clamando a Wälse y componiendo el personaje con progresiva intensidad. El primer acto, tan transparente y complejo, sonó con particular tensión, sostenido por una orquesta todavía nerviosa, abierta, apoyaba en una lectura a veces demasiado deletreada y ante la que Heras-Casado reafirmó algunas claves de su versión: la contención lírica, muy evidente en « Winterstürme» y luego en la definitiva música del fuego mágico, la preferencia por una sonoridad más brillante y estratificada que compacta y construida desde el grave (revelador el preludio incial o la cabalgata), meticulosidad antes que soltura, escrupulosidad y realidad frente a imaginación.
Como ya sucediera el «El oro del Rhin», las voces destacan por su buena adecuación. Daniela Sindram (Fricka) resuelve la parte con veteranía; coloreada, con altibajos y garra escénica se presenta Ricarda Merbeth (Brünnhilde),y, como ejemplo de eficacia, ambición heroica y solvente realización queda el «relato» de Tomasz Konieczny (Wotan). La claridad y seriedad de la propuesta marcan a esta «valquiria», cuya solidez implica la visión actual, limpia y sin repliegues de un texto que nació siendo legendario.