«La valquiria»: la condición humana, según Wagner
El Teatro Real presenta la segunda ópera de la Tetralogía wagneriana, con dirección musical de Pablo Heras-Casado y dirección escénica de Robert Carsen
En la mitología escandinava, las valquirias eran divinidades que escogían a los héroes que habían de morir en los combates y se encargaban de llevarlos ante el dios Odin al walhala. Pero si son conocidas hoy en día en la cultura occidental es gracias a Richard Wagner , que las inmortalizó en su tetralogía « El anillo del Nibelungo », e incluso tituló una de sus partes, la segunda, con su nombre: «La valquiria» («Die Walküre») . Ésta es la ópera que se presenta del 12 al 28 de febrero en el Teatro Real . Se trata de la segunda entrega de la puesta en escena de la Tetralogía que el coliseo tiene programada desde la temporada 2018/19 hasta la 2021/22, con una ópera por curso. En todas ellas, la misma dirección musical, la del granadino Pablo Heras-Casado , y la misma dirección escénica, la del canadiense Robert Carsen ; la producción procede de la Ópera de Colonia (Alemania), donde se estrenó en el año 2000,
Noticias relacionadas
Las nueve funciones que presentará el Teatro Real cuentan con un doble reparto compuesto por Stuart Skelton y Christopher Ventris (Siegmund), René Pape y Ain Anger (Hunding), Tomasz Konieczny y James Rutheford (Wotan), Adrianne Pieczonka y Elisabet Strid (Sieglinde), y Ricarda Merbeth e Ingela Brimberg (Brünnhilde). Se completa el elenco con Daniela Sindram (Fricka), Julie Davies (Gerhilde), Samantha Crawford (Ortlinde), Sandra Fernández (Waltraute), Bernadett Fodor (Schwerleite), Daniela Köhler (Helmwige), Heike Grötzinger (Siegrune), Marifé Nogales (Grimgerde) y Rosie Aldridge (Rossweise), además de medio centenar de actores y figurantes (todos masculinos menos una mujer, Magdalena Aizpurua).
La humanidad
«La valquiria», primera jornada de «El anillo del Nibelungo» -«El oro del Rin» es el prólogo-, se estrenó en el Teatro Nacional de Múnich el 26 de junio de 1870; seis años más tarde se presentaría, ya dentro el ciclo de la Tetralogía, en el Festival de Bayreuth entre el 13 y el 17 de abril de 1876. «Esta extraordinaria obra de arte creada por Wagner, quizás la más compleja del arte escénico -dice Robert Carsen a propósito de la Tetralogía-, trata sobre la humanidad y su capacidad destructora, y también su capacidad para redimirse. Cómo somos capaces de dar lo mejor de nosotros. Pero también, con más frecuencia, dar lo peor. Cuando Patrick Kimmonth y yo empezamos a trabajar quisimos hacer personajes reconocibles, también en la lucha de poder en los diferentes estratos sociales que están tan claramente definidos, desde los dioses, que son los que mandan, hasta los esclavos, que son los nibelungos».
Cuenta Joan Matabosch , director artístico del Teatro Real, que «''El oro del Rin'' terminaba con la mudanza de los dioses a su nueva residencia, la imponente fortaleza del Valhalla . Una ceremoniosa procesión bajo la nieve desembocaba en ese nuevo paraíso de mármol -fresco, puro y bello- que les habían edificado para blindarse de la compañía de los ajenos a su clase. '' La valquiria '' comienza también con una densa nevada, pero que tiene un sentido muy diferente: fuera de aquel enclave en el que se han retirado los dioses, en el mundo real presidido por la rapiña, el asesinato, el expolio, la horrible realidad de la guerra y de las enemistades entre estirpes por el mendrugo de pan que les han dejado los poderosos, la nieve es otra de las calamidades que tiene que soportar la humanidad».
La puesta en escena de Robert Carsen incide en este aspecto que menciona Matabosch, y convierte esta producción en « ecologista ». «La destrucción que genera la codicia del hombre -señala el director canadiense-, su ambición y crueldad es mayor ahora de lo que nunca ha sido. Por eso es importante para nosotros que los personajes sean reconocibles y no fantasías de ciencia ficción. Wagner fue un adelantado a su tiempo , vio los problemas de la industrialización y los problemas del medio ambiente. Y sentimos que era importante ilustrar cómo el hombre abusa del entorno en el que vive, cuáles son los efectos de la contaminación... El hombre piensa que puede tomar y usar todo lo que quiera porque él es el hombre, el dios... Los seres humanos en la Tierra se comportan como si fueran dioses, Y Erda, símbolo de la Tierra, que advierte a Wotan de los peligros del poder del anillo, está ahí. Cuando desaparezcamos, cosa que ocurrirá, la Madre Naturaleza seguirá aquí».
Invadir Polonia
Francis Ford Coppola convirtió el fragmento más popular de esta ópera, la Cabalgata de las valquirias -con el que arranca el tercer acto- en un auténico icono al emplearlo en una escalofriante escena de su película « Apocalypse Now ». Esta música heroica y grandiosa, que le empujaba a Woody Allen a «tener ganas de invadir Polonia» -como decía el personaje que interpretaba en «Misterioso asesinato en Mannhattan»- no es, sin embargo, la que domina «La valquiria», según Pablo Heras-Casado. «Relacionamos a Wagner con la densidad, con la potencia, pero en realidad es todo lo contrario. Son los momentos de calma, de delicadeza, de sofisticación, y a pesar de utilizar una orquesta de más de cien músicos, descomunal y jamás vista hasta ese momento, los que están escritos con un mayor nivel de control».
Dice el granadino, principal director invitado del Teatro Real, que «La valquiria» es una obra musicalmente muy diferente a «El oro del Rin» -presentada también en el coliseo madrileño bajo su batuta-; tiene una dimensión más humana, pasamos del ámbito mitológico al humano, al dramático. Esta ópera de procesos psicológicos, emocionales, está conformada de diálogos en los que la coraza de la representatividad de cada personajes desaparece y con un desarrollo melódico muy notable que hace de escenas como la del primer acto entre Siegmund y Sieglinde, o la del final entre Brünnhilde y Wotan, las más sublimes de la ópera. Toda la orquesta se convierte en un instrumento de música de cámara. La partitura es un tapiz lleno de colores, texturas y transparencias».
Emociones
Coincide con Pablo Heras-Casado el inglés Patrick Kinmonth , que comparte con Robert Carsen la concepción del espectáculo, en el que firma también la escenografía y el vestuario. «Lo más importante en esta puesta en escena era expresar el diálogo emocional entre los personajes, describir las complejidades en las relaciones entre hombres y mujeres; y para eso necesita un universo particular, que podía desarrollar mejor a través de un lenguaje cinematográfico y no teatral. Con ello pretendíamos crear un montaje lo más creíble y contemporáneo posible.
Pablo Heras-Casado concluye calificando a Richard Wagner como un compositor «radical y revolucionario». Y no puede hablarse de Wagner sin referirse a los leitmotiv . «Hay alrededor de ciento cuarenta y tantos, depende del estudioso que los cuente. Porque luego se van desmembrando o ramificando. Por ejemplo, todos los motivos que tienen relación con la naturaleza, por ejemplo, están relacionados entre sí. Podemos reducirlos a cinco o seis fuentes principales que luego generan otros motivos, lo cual le da una unidad impresionante a estas quince horas de ópera. Es esencial conocerlos, identificarlos y ponerlos en relieve. Es un material que está vivo y que va evolucionando no solo a lo largo de esta ópera sino también a lo largo de la Tetralogía».