El universo en el escenario

Mauricio Sotelo Amancio Guillén

Alberto González Lapuente

Cuando el decimonónico y argentino Bartolome Mitre asumió la traducción de « La Divina Comedia » (1889) escribió que hacía el trabajo «moviendo la pluma al compás de la música que la inspiró». Su texto tiene hoy un regusto trasnochado pero la intención final sigue siendo válida. José María Micó , que ha vuelto a traducir recientemente la «Comedia» (Acantilado, 2018), explica que a los clásicos hay que interpretarlos continuamente porque cada generación necesita una escucha que le sea cercana. Su edición es un hito contemporáneo que, además, acaba de encontrar sentido en «A mitad del camino de la vida», composición de Mauricio Sotelo encargada por el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) en el 700º aniversario de la muerte de Dante Alighieri . La obra se estrenó el lunes y dejó a muchos espectadores en la calle, alertados, sin duda, por la novedad y por la presencia de Arcángel , voz flamenca que da sentido final a la propia obra.

Micó y Sotelo señalaron, momentos antes de la interpretación, la intención de ser fieles a la simetría estructural del original de Dante, cuya versificación endecasílaba está inevitablemente adaptada al territorio octosílabo del flamenco. Porque el género es, hoy por hoy, una condición innegociable de la música de Sotelo quien, en un doble espejismo, somete e ilustra a Dante por seguiriyas, soleares, bulerías, alegrías… Pero «A mitad del camino de la vida» es también la música rescatada por Micó a través de atmósferas sonoras, ruidos de muy distintas fuentes que dan pie a Sotelo para configurar texturas llenas de plasticidad, a veces a la manera de interludios instrumentales, en otros casos rodeando con una suerte de encantamiento el cante bonito, diáfano y preciso de Arcángel .

La imaginación de «A mitad del camino de la vida» tiene una deuda con el contrabajista Pablo Martín Caminero , al pianista Juan Carlos Garvayo , al percusionista Agustín Diassera y a los técnicos electrónicos Fernando Villanueva y Julián Ávila . La atmósfera construida en el Auditorio 400 durante la hora escasa que duró la interpretación debió mucho a su sutil implicación bajo la dirección discreta del propio compositor, encargado a su vez de leer prudentemente fragmentos de la «Comedia». Texto, cante e instrumentos se entrecruzan así en una obra importante, profundamente conciliadora.

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