Taylor Swift: la novia de América se pasa al «indie»

La artista publica el sorprendente «Folklore», compuesto y grabado durante el confinamiento junto a Aaron Dessner (The National) y con la colaboración de Justin Vernon (Bon Iver)

Taylor Swift, en una imagen promocional Beth Garrabrant

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El esqueleto rítmico de «Only The Young», ese himno minimalista que aparecía al final del documental «Miss Americana» como recordatorio musical de su despertar político (la canción, fruto de la frustración del resultado electoral, venía a decir que sólo los jóvenes podían desalojar a Trump de la Casa Blanca), ya arrojaba alguna que otra pista sobre los cambios que estaba sufriendo el universo creativo de Taylor Swift.

Ahora queda claro que aquella melodía vestida con lo mínimo, poco más que una caja de ritmos trotona y un sintetizador, era el eslabón que conectaba el superpop de «Lover» (2019), frondoso y colorista trabajo de electrónica efervescente, con el embrujo espectral de «Folklore», álbum grabado durante el confinamiento que la cantante estadounidense publicó ayer casi por sorpresa. «La mayoría de las cosas que había planeado para este verano no se han producido, pero hay algo que no había planeado y que sí ha ocurrido. Y es mi octavo álbum de estudio, «Folklore». Sorpresa», anunció la cantante en sus redes sociales el jueves, pocas horas antes de que su nuevo disco viese oficialmente la luz.

Casualidad o no, también su archienemigo Kanye West había anunciado nuevo álbum para ayer, pero sólo la autora de «Shake It Off» cumplió su palabra y sacó a la luz una quincena larga de canciones de compuestas y grabadas durante la pandemia. «Antes de este año, probablemente hubiera pensado demasiado en cuándo habría sido el momento perfecto para lanzar este trabajo, pero los tiempos en que vivimos siguen recordándome que nada está garantizado. Mi instinto me dice que si haces algo que amas, deberías mostrárselo al mundo», razona la cantante.

En su breve nota de presentación, Swift hablaba de unas canciones en las que había vertido todos sus «caprichos, sueños, miedos y reflexiones», pero si algo llamaba poderosamente la atención era la implicación en el proyecto de músicos como Aaron Dessner (The National) y Justin Vernon (Bon Iver), además del ya habitual Jack Antonoff, mano derecha de Swift en los últimos años.

Y es que, a años luz del country de sombrero calado que la recibió con los brazos abiertos siendo aún una cría y lejos también de superproducciones como «Reputation» , Taylor busca su sitio y, de momento, lo ha encontrado a la vera de Bon Iver y The National, cómplices e influencias necesarias en la construcción de un disco de espacios abiertos, atmósferas envolventes y teclados mullidos.

Discretos arreglos de guitarra y microinjertos de electrónica se encargan del resto en una obra con la que la estadounidense pone tierra de por medio con «Lover», trabajo que no suma ni un año de vida y con el que Swift ya empezó a salir discretamente de su zona de confort para, como dijo entonces, poner banda sonora a su «confusión emocional». «Con «Lover» sentí que me daba permiso para volver a visitar temas antiguos sobre los que solía escribir, tal vez mirarlos con ojos nuevos», explicó entonces.

Entre Lana y Sufjan

Un año después de aquello, el cambio de rumbo es aún más evidente. Que Apple Music presente el disco con la etiqueta de alternativo ya dice mucho, pero basta pegar la oreja para descubrir a una artista que, cansada quizá de batirse el cobre con las Lady Gaga o Katy Perry de turno, amaga con cambiar de liga para acercarse a Angel Olsen, Eve Owen o, incluso, Sharon Van Etten. También el espectro errante de Lana del Rey y el encanto artesanal de Sufjan Stevens deambulan por un disco que Swift ha coescrito en su mayor parte junto con Aaron Dessner, guitarrista y cerebro de The National, y en el que la voz de querubín abatido de Justin Vernon (Bon Iver) se cuela en una «exile» que, escrita a cuatro manos entre Swift y Vernon, no hubiese desentonado en «22, A Milion» o «I, I».

En esta suerte de vuelco hacia el indie, la exdiva de Nashville cuenta también con la colaboración de un enigmático William Bowery tras el que, tal y como especulaban ayer sus fans, se podrían encontrar tanto su hermano Austin como su novio Joe Alwyn. La rumorología, sin embargo, importa poco en este disco surgido prácticamente de la nada y ajeno a las polémicas que han rodeado a la artista en los últimos tiempos. Será que, sin la necesidad de lubricar la maquinaria de los directos con himnos explosivos y estribillos taquicárdicos (un macroconcierto ahora mismo es pura ciencia ficción), Swift, 30 años recién cumplidos, ha encontrado la calma y el sosiego necesarios para cantarle con todas las letras y como realmente se merece a la pérdida de la inocencia.

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