Sónar 2018: veinticinco años imaginando el futuro
El festival celebra sus bodas de plata con Gorillaz, LCD Soundsystem y Thom Yorke
El Sónar llega a su XXV aniversario, fecha señalada que subraya aún más su papel como decano de los festivales con tirón, y la consigna es clara: recuperar los valores fundacionales de la cita y encontrar un equilibrio casi perfecto entre espíritu recreativo y «ánimo explorador». «No nos interesaba tanto rememorar grandes éxitos como mirar hacia adelante», apunta Ricard Robles, codirector de la cita.
Es por eso que el festival empezó a caldear motores enviando una treintena de piezas musicales a GJ273b, un exoplaneta potencialmente habitable ubicado a 12,4 años luz de nuestro sistema; y es por eso también que el menú musical de esta XXV edición se muestra especialmente generoso en horizontes lejanos y claves de futuro.
Así, con la cuota de grandes reclamos con gancho bien cubierta gracias a los neoyorquinos LCD Soundsystem, crecidos en paralelo al festival y de vuelta para presentar ese «American Dream» de ritmos dislocados; el líder de Radiohead, Thom Yorke, en su versión más radical y angulosa; y el estreno en Barcelona de los Gorillaz de Damon Albarn ahora que están a punto de publicar «The Now Now», el Sónar da rienda suelta a su versión más imaginativa y viajera para pescar en lugares tan remotos como Japón, Uganda, Islandia o México y curiosear en el hip hop, el trap, la vanguardia latinoamericnana, el grime y, cómo no, el techno puro y duro.
Una travesía por los márgenes del futuro en la que el doblete de Diplo, encargado de auspiciar una fiesta africana comandada por Kampire, Mr. Eazi y Distruction Boyz, comparte protagonismo con ese prestidigitador del pop que es Cornelius, los intentos por aunar anime y dubstep de los también nipones Yuzo Koshiro y Motohiro Kawashima o la maratoniana sesión de cuatro horas con la que el francés Laurent Garnier echará el cierre al festival.
Más que un festival
Lo significado del aniversario se tradujo ayer en una presentación encabezada por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, la nueva consellera de Cultura, Laura Borràs, que llegó por los pelos pero justo a tiempo de celebrar que el Sónar «fue visionario hace 25 años, cuando nació» y que hoy en día «sigue estando por delante de los acontecimientos». Para Colau, por su parte, el Sónar es mucho más que un festival, ya que funciona como «mostrador de nuevas tendencias, cita cultural imprescindible en el calendario y embajador de la ciudad de Barcelona».
Tanto es así que, por primera vez, el Sónar se cuela en el edificio del Ayuntamiento y, a partir del próximo martes, 12 de junio, desplegará en las antiguas cocheras del consistorio la instalación audiolumínica «Chiasm», del holandés Edwin van der Heide. Será, de hecho, el arranque oficioso a un festival que, con un presupuesto de 9,2 millones de euros, ofrecerá 150 actuaciones repartidas entre los recintos de la Fira en Barcelona y L'Hospitalet.
Siempre atento a las nuevas mutaciones de los sonidos urbanos, el Sónar va más allá del siempre socorrido underground británico y mide el impacto de fenómenos globales como el reggeaton en la música electrónica a partir de la experiencia de la mexicana Rosa Pistola, la argentina Nathy Peluso, el neoyorquino Dre Skull o los barceloneses Muévelo Reina. El italiano Liberato, por su parte, demostrará que se puede cruzar trap y canción romántica napolitana y convertirse en fenómeno de masas sin necesidad siquiera de enseñar la cara.
La del autor de «Intostreet» es una de las muchas apuestas arriesgadas de un festival que, pese a una fidelidad casi inquebrantable a clásicos propios como Richie Hawtin, Modeselektor o John Talabot, lo mismo se aventura en el desconocido universo de los beats egipcios de la mano de Rozzma que da la alternativa a novísimas del pop electrónico de aquí como MOW o le da un sonado empujón a la escena local con proyectos de altura.
Es el caso, por ejemplo, de Rosalía, que presentará en el Sónar el inminente «El mal querer», producido por El Guincho, pero también de la iniciativa que llevará al cantaor Niño de Elche y al bailaor Israel Galván a convertir un escenario en un gran instrumento de percusión, o a la prometedora asociación entre Refree y el cineasta Isaki Lacuesta.
Los alrededores del festival también ganan peso con un concierto inaugural que repasará el 14 de junio en l'Auditori «In C», una de las piezas más relevantes de Terry Riley, y una jornada de clausura que se desplaza al Teatre Grec para presentar el domingo, 17, la colaboración entre Alva Noto y Ryuichi Sakamoto.