'¡Solo música!', un reto por resolver

James Conlon saluda al concluir su concierto con la Jonde Elvira Megas

Alberto González Lapuente

La sexta edición de '¡Solo música! ', bienal organizada por el Centro Nacional de Difusión Musical , ha vuelto para conmemorar el Día Europeo de la Música en el Auditorio Nacional. El proyecto se ha estilizado a lo largo del tiempo desde la primera edición en 2011 con sus 40 conciertos en 12 horas de sesión continua, los espacios comunes repletos de puestos donde tomar el aperitivo o refrescarse, y el fin de fiesta en el exterior con fuegos artificiales. Desde la segunda edición, la programación se centró en el reto cuasi olímpico de un director enfrentado a un repertorio significativo en una sola jornada y junto a varias orquestas: la integral de las sinfonías de Beethoven la trajo López Cobos , la sesión Chaikovski tuvo a Juanjo Mena , varias novenas sinfonías fueron dirigidas por Víctor Pablo Pérez , y la edición rusa estuvo a cargo de Josep Pons . Poco a poco «¡Solo música!» ha sido menos fiesta y más deporte aunque ha mantenido fresca la voluntad de hacer algo extraordinario.

El último fin de semana, el proyecto '¡Solo música!' volvía al Auditorio Nacional centrado en la interpretación de las cuatro sinfonías de Schumann y Brahms dirigidas por James Conlon a otras tantas orquestas españolas. Con afán superlativo se ha anunciado que eran las mejores orquestas españolas ( Nacional, Galicia, Castilla y León, y Joven Orquesta Nacional de España ) y que el argumento musical partía de un «duelo romántico», lo que metamorfoseaba la relación de dos entrañables compositores cuya amistad se mantuvo incólume hasta el último día. Este año, '¡Solo música!' se ha visto obligada a sacar pecho ante las medidas impuestas por la Covid, recolocando las cuatro sesiones en tres días y proponiendo conciertos sin descanso , un formato que aun siendo más erudito y protocolario que el original todavía ha sido capaz de convocar a un público entusiasta.

También la realidad musical de la última edición de '¡Solo música!' hay que verla a la sombra de los condicionantes sanitarios y de las soluciones planteadas por cada orquesta: la Sinfónica Galicia y la de Castilla y León, con veintiún violines y cuatro contrabajos, frente a la Nacional y la Jonde, que colocó a los vientos muy parapetados entre paneles de metacrilato y manejó una cuerda de escasos quince violines, con tres/cuatro contrabajos. La distinción es apenas nominativa pues tuvo un relativo impacto en el criterio general de Conlon quien estimuló en todos los casos una sonoridad desproporcionada, a veces de una violencia considerable , en medio de un maremágnum interno imposible.

A la voracidad del maestro y de las versiones dibujadas con trazo espectacular sucumbió, en primer lugar, la Nacional , responsable de las primeras sinfonías de Schumann y Brahms , que absolutamente descolocada incurrió en desajustes absurdos y actuaciones desconcertantes, desde el timbal a las trompas.

Esta última sección fue el talón de Aquiles de todas las agrupaciones, excepto de la Jonde cuya presencia en '¡Solo música!' se ha resuelto siempre con brillantez gracias a las ganas y la viveza de sus instrumentistas . En esta ocasión, ver tocar a los primeros atriles de contrabajos resultó revelador. Y destacó la primera parte del concierto, dedicado a las cuartas sinfonías, en el que se escuchó una energética y rotunda sinfonía de Schumann que Conlon dirigió con un gesto más preciso y detallista hasta la llegada del cuarto movimiento, donde se hicieron evidentes varios desacuerdos con la orquesta. La de Brahms significó una vuelta a la música exagerada, sin cuidado en la dinámica y con soluciones musicales en exceso triviales, ruidosa y atropellada.

Rafa Martín

También se escucharon detalles en el concierto de la Sinfónica de Castilla y León , responsable de las terceras sinfonías. Aunque en su programa se invirtió el orden colocando a Schumann en segundo puesto con el fin de buscar un final potente, lo mejor se reconoció en el «andante» de la sinfonía de Brahms o, mejor aún en el movimiento posterior que se interpretó con interesantes matices. Fuera de ahí, Conlon provocó demasiados desajustes en ataques, imprimió un sentido melódico demasiado banal, muy lejos de una mínima sugerencia lírica.

Por su parte, la Sinfónica de Galicia , responsable de las segundas sinfonías y cuya consistencia instrumental preserva una armadura importante, sustituyó los timbales cromáticos en la sinfonía de Schumann y cuidó de forma muy especial el tercer movimiento de la obra de Brahms antes de que Conlon la condujera hacia un final rítmicamente quebradizo.

El director americano dirigió con partitura en el atril casi todo Schumann y de memoria casi todo Brahms, con resultados a veces reveladores sobre la madurez de unas obras frente a otras. Por ejemplo, la cuarta sinfonía de Schumann interpretada por la Sinfónica de Galicia y la segunda de Brahms a cargo de la Jonde con las que se marcó la cumbre de un encuentro orquestal que merece recuperar la fórmula practicada en ediciones anteriores.

De momento queda la renovación de un éxito que se asienta en el sentido popular (lo que se materializa hasta en el precio de las localidades). Quizá a Conlon, un director habitualmente competente, le ha pesado la idea empeñándose en hacer una traducción musical en exceso plebeya. Porque la realidad es que tratando de resolver el 'duelo' de '¡Solo música!' ha que quedado más cerca de la galería que del pundonor artístico.

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