El puslo del planeta
Sinfonía bajo cero
Hasta mediados de abril se celebra en la Laponia sueca un curioso festival de música en el que solo se utilizan instrumentos de hielo
Cuando llega el mes de diciembre a Luleå, una pequeña localidad situada en la Laponia sueca, un equipo de diez personas trabaja durante seis semanas para construir una sala de conciertos para doscientos espectadores que durará tres meses. Está formada por dos iglús conectados en el centro, donde se encuentra el escenario, que permanece a una temperatura ambiente de 5 grados bajo cero. Un espacio singular para una experiencia musical única y diferente, la Ice Orchestra, una orquesta en la que los diecisiete instrumentos que la componen, los «icestruments», entre los que se encuentran violines, guitarras, xilófonos y violonchelos, son obra del escultor del hielo Tim Linhart.
«Empecé a crear instrumentos musicales de hielo a mediados de los noventa en Estados Unidos, donde formé una orquesta, pero me inicié como escultor del hielo hace 35 años en Nuevo México. El director del departamento de Estudios del Ártico escuchó nuestra música y nos invitó a actuar en 2003 para una conferencia de científicos en Suecia, ya que le pareció una manera original de unir ciencia y cultura. Así conocí a mi mujer y me establecí en este país», explica Linhart a ABC.
El artista tarda una semana en esculpir cada instrumento, aunque algunos son más difíciles de crear, como el «rolandófono», un instrumento de viento inventado por Linhart que se asemeja a una zampoña con 44 flautas y que mide dos metros. Dentro de cada uno, introduce una bombilla LED que cambia de color, por lo que el escenario es un arco iris que centellea con los acordes de la música. «El sonido de la música del hielo es especialmente bonito, puedes sentirlo en tu mente y en tu cuerpo», nos cuenta el escultor.
Las paredes de hielo de esta sala de conciertos tienen un grosor de tres metros y una altura de siete. El calor corporal y el aire que expulsan los espectadores al respirar se ventilan a través de dos agujeros en el techo con el fin de que la temperatura permanezca siempre constante. Los músicos utilizan mitones y llevan calentadores en los bolsillos para que los dedos no se congelen. Mantener los instrumentos afinados en unas condiciones climáticas tan extremas exige experiencia, aunque, al mismo tiempo, puede resultar sencillo. «Si se rompe una tecla del xilófono no tengo más que cogerla, echarle un poco de vaho, esperar unos segundos y ya está», dice Linhart.
Cada año, a partir del 15 de enero, comienza el festival Ice Music, que dura hasta mediados de abril, cuando el calor del sol ya empieza a hacer su aparición en el Ártico. A partir de ese momento, algunos instrumentos se guardan en cámaras frigoríficas, la sala de conciertos se destruye y el hielo acumulado es lanzado al océano. «La nieve regresa cada año», concluye Linhart sin nostalgia.