Serrat y Sabina, dos genios que se burlan de la vejez y su leyenda

El dúo completó anoche el tercer asalto en Madrid de su gira «No hay dos sin tres»

Sabina en la UCI a causa de un hematoma intracraneal tras su caída durante un concierto

Serrat (izquierda) y Sabina, en una imagen de promoción antes del concierto de este martes EFE

Helena Cortés

«¿Te sobra alguna entrada?» Era la frase más repetida por aquellos que este martes, en los alrededores del Wizink Center de Madrid, miraban con envidia a los 17.000 aficionados que peregrinaban en masa para ver a Serrat y Sabina , dos genios de cuarenta y treinta, en su tercer asalto al antiguo Palacio de los Deportes. Otro lleno, por supuesto.

En escena, antes que Serrat y Sabina, aparecieron en pantalla dos pajarracos que presentaron a «dos artistas superlativos, los reyes del verso, los amos del cuento» . Y rompieron el hielo con «Esta noche contigo». Comenzó después uno de sus largos diálogos, en los que no solo ironizaron con sus achaques y su voluntad por seguir en los escenarios , sino también con los halagos que reciben de los plumillas: «Dicen que somos mayúsculos e inmortales, eso es que nos estamos muriendo».

Todos pocos para un público que coreaba cada sílaba que pronunciaban sus ídolos, no importaba que fueran las «Aves de paso», la confesión de Sabina en «Lo niego todo» o la preciosa declaración de Serrat en «No hago otra cosa que pensar en ti». Incluso intercambiaron los himnos, como «Una canción para magdalena», que cantó con delicadeza Serrat . Casi lo de menos, en el caso de estos veteranísimos, son sus voces, a veces más vigorosas y otras más sutiles. Nadie como ellos tiene el poder de evocar, golpe a golpe, verso a verso, recuerdos compartidos entre varias generaciones. Su superpoder es devolverte a esas noches de juventud inolvidables, a la ternura o decepciones de los primeros amores o incluso a esas historias de señores y canallas aprendidas en un casete del coche familiar.

Entre chascarrillos y dardos iba pasando la noche, hasta que el paso de las canciones fue mostrando la admiración mutua que existe entre estos dos cómplices, más que amigos, hermanos. Entraron en juego sus estupendas coristas, Sfia Mohammed y Mara Barros , con quien cantaron «Es caprichoso el azar» y «A la sombra de un león», respectivamente. Las «Nanas de la cebolla» y «Mediterráneo», sobre un mar en el que se dejan la vida miles de personas, fueron las más reivindicativas. En catalán de Chamberí, Madrid tarareó con el catalán y el andaluz «Paraules d’amor». «Yo cantaba canciones de Joan Manuel Serrat cuando empecé. Nunca soñé estar de tú a tú con el maestro», reconoció Sabina.

La fiesta creció a ritmo de «Princesas», «La del Pirata Cojo» y «Pastillas para no soñar», reivindicando a los jóvenes de 60 frente a «muchos viejos de 20» . Acabó con un himno: «Hoy puede ser un gran día». «Ustedes convierten la rutina de una noche en momentos inolvidables», sentenció Serrat.

Al salir, solo había abrazos y piropos... «¡¡¡casi 3 horas!!!», exclamaban los incrédulos. Este miércoles, estos dos genios, que ya se mofan hasta de su leyenda, preparan su última faena. «Ojalá que volvamos a vernos», cantó el madrileño de adopción, con un brillo en los ojos que eliminaba cualquier sombra de viejos gatillazos . «Ojalá», subrayó Sabina.

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