Las sentencias de muerte del raï
Durante la década de los noventa, los músicos argelinos que practicaban este género estuvieron en el punto de mira del terror islamista

En septiembre de 2014 se cumplieron dos décadas, veinte añazos largos, del asesinato de Cheb Hasni , leyenda de la música popular argelina y uno de los nombres que convirtieron el raï en santo y seña de toda una generación. Hasni, conocido popularmente como el «ruiseñor magrebí», recibió dos tiros en la puerta de su casa en el barrio oranés de Gambetta a manos de un islamista radical.
El crimen no fue más que la respuesta fanática a la decisión del gobierno de reconocer el raï como música nacional argelina, algo intolerable a ojos de los guardianes de la moral y de los fundamentalistas . ¿Cómo iba a ser símbolo de nada una música que retorcía la identidad oriental entre sintetizadores, cajas de ritmos y alabanzas más bien descocadas y que, para más señas, gastaba un nombre que podríamos traducir como «opinión»?
El caso es que, mientras el raï sacaba a la luz a una Argelia moderna y desacomplejada, el integrismo hizo todo lo posible por silenciarlo. Así, el asesinato de Hasni no fue más que el primero en una atroz cruzada que se llevó por delante en 1995 al compositor y cantante Rachid Baba , asesinado también a tiros delante de su casa; y a la cantante Lila Amara, tiroteada y degollada junto a su marido. El popular e irreverente Cheb Aziz , señalado como blasfemo por los fundamentalistas, siguió la misma suerte en 1996, mientras que Lunes Matub , activista bereber que al que el Grupo Islámico Armado (GIA) ya había secuestrado en 1994, también fue asesinado en 1998. ¿Su pecado? Hablar a los jóvenes de tú a tú, con unas letras tarambanas y en ocasiones políticas que acabaron convertidas en sentencias de muerte.