Sabina se planta ante sus musas
La primera escucha de su disco «Lo niego todo» nos habla del esfuerzo del músico de Úbeda por renovarse y llegar al público joven, sin renegar del espíritu que empapa desde siempre sus canciones. «A mis musas les habían salido varices y les olía ya el aliento», explicó
Niega él mismo que sea el Bob Dylan español, pero Joaquín Sabina es uno de esos autores que no deja indiferente a nadie. Y menos a su sello discográfico, Sony, que sabe que tiene en sus filas a un músico muy especial, a una gema que hay que tratar con mimo. Así que este jueves organizaron en sus oficinas una escucha del disco, a un mes de su publicación, con un puñado de selectos invitados y la presencia del propio autor, que apareció como un fantasma a mitad del proceso auditivo y, una vez finalizado este, dijo unas palabras que supieron a poco en lo extenso, pero a mucho en el contenido. Al igual que en las letras de sus canciones, Sabina siempre sabe resumir toda una filosofía en una o dos frases.
Según el de Úbeda, «las canciones deberían explicarse por sí solas», así que se limitó a explicar un poco el proceso de realización de su obra, y su agradecimiento infinito a Benjamín Prado y Leiva, grandes artífices, junto a él mismo, de este disco. Su mayor ilusión ha sido encontrarse renovado: « A mis musas le habían salido varices y les olía ya el aliento» , así que apostó por «gente más joven». Y, por lo que se ve, el resultado ha sido satisfactorio: «Hacía mucho que no sentía este entusiasmo» , avisó.
Su esperanza es que esta «felicidad creadora» sea contagiosa: «Ojalá hayamos podido transmitirla». Tanta es su alegría que reconoció que, al contrario que otras canciones, donde no lograba materializar lo que tenía en la cabeza, con estas «no solo no me da vergüenza escucharlas, sino que estoy muy orgulloso de compartirlas».
«Lo niego todo» , que saldrá a la venta el 10 de marzo, se compone de doce canciones. Dos de ellas ya se han dado a conocer: la que da título al álbum y «Lágrimas de mármol» . La primera dio bastante que hablar: un Sabina intimista se retrataba abjurando de todas las definiciones que circulan por ahí acerca de su persona. Además, su referencia al fisco sirvió para dar contenido a aquellos que se declaran sus enemigos. Por su parte, «Lágrimas de mármol» también se recreaba en la parte de los sentimientos propios, bañados en nostalgia: «El tren de ayer se aleja, el tiempo pasa, / la vida alrededor ya no es tan mía, / desde el observatorio de mi casa / la fiesta se resfría».
Pero no se trata de un álbum de recreación personalista (enseguida hay quien ha identificado este trabajo como de despedida), aunque es el tono que impera, con temas como «Quien más quien menos» o «Canción de primavera» . También encontramos las historias canallas de siempre. Los recuerdos de la aventura sexual efímera, aunque sea en un lugar tan poco propicio como la antigua Unión Soviética («Leningrado» ); el clásico desamor ( «Postdata» ); la divertida historia de tres gitanas de Lavapiés ( «Churumbelas» ); o un sorprendente reggae de contenido social ( «¿Qué estoy haciendo aquí?» ).
La mano de Leiva se deja notar en ese aire americano , acentuado por alguna guitarra slide, pero también suena al Sabina de siempre, con su fraseo, su voz cascada, su guiño personal, y esos versos que de vez en cuando le salen castizos y redondos: «Yo que espío desde mi ventana / cada mañana a las sultanas de Lavapiés / me estoy muriendo de ganas / de casarme con la tres».
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