CRÓNICA
Robe: bálsamo para cicatrices
El extremeño presentó su último trabajo, 'Mayéutica', ante un auditorio entregado
En plena vorágine por la cancelación de la gira de Extremoduro, su líder llegó a Rivas dentro la gira en solitario presentando Mayéutica, un disco redondo de rock sinfónico. Entré lleno de prejuicios. Prejuicios sobre la voz de Robe Iniesta, cabeza pensante en la banda; prejuicios sobre las letras (tan poéticas como repetitivas), prejuicios sobre la corriente musical que representa...
Empezó con 'Hoy al mundo renuncio', y se me empezaron a quitar. La banda salió en orden, cogiendo cada uno su instrumento para, en ostinato, empezar a tocar la canción. Seis músicos después salió Robe, con greñas y guitarra. Buen tema y toda una declaración de intenciones.
Después 'Guerrero', una de rock sinfónico, que es la etiqueta que más se acerca a lo que es la música de Robe: cambios de tempo, ritmos elaborados, modulaciones y voz rasgada. Tras la canción, Robe desapareció detrás del escenario durante medio minuto y no tengo duda de que algún técnico recibió una reprimenda. El sonido fue lamentable y para la siguiente, el himno 'Si te vas', había mejorado. El arreglo de esta canción, con la que tantos han llorado, es digno de estudio. Violín primero, un clímax, bajón de energía, saxofón, parón de nuevo... Espectáculo.
Cambio de estilo total en 'El cielo cambió de forma', una canción curiosa entre flamenco, tango y rock progresivo. El sonido siguió siendo un desastre durante todo el concierto. Algún iluminado, me cuesta creer que fuera Robe después de tantos años tocando en estadios, sobrestimó la potencia de los altavoces contratados (o hizo algún chanchullito con el proveedor), porque todo sonaba al borde del acople. Se perdieron muchísimos detalle y colores, especialmente en las baladas. Es cierto que el auditorio de Rivas, al ser tan abierto, no es el mejor sitio para la música pero puede (debe) sonar mejor.
En 'Golfa' y 'Locura transitoria', canciones divertidas, dio la sensación de que Robe sufría un poco al subir. En esta última incluso se apreció un leve desafine, que no destaca especialmente porque Robe no canta sobre la nota. Su voz está más rota que nunca y su actitud vocal recuerda a la de Sabina o el Dylan más dejado: hombres que, sin voz, se han ganado la vida cantando. Oficio se llama; horas de vuelo, como me dijo alguien hace poco hablando de otra cosa.
Una de las más destacadas fue 'Contra todos', con una letra en la que el ídolo se desnuda ante sus fans. Buenos arreglos de guitarra entre frases sobre un trabajo fantástico de los músicos, entre los que destaca el pianista. En este tema se puede apreciar la gran banda de la que se rodea el extremeño, que pasa del éxtasis rockero al susurro en menos de un compás, que a las velocidades que tocan son unas décimas de segundo. Brilló también 'Un suspiro acompasado', un tema con una idea similar pero que muestra más la faceta de compositor de Robe.
La banda, que debe ser de las mejores a este lado del Mississippi, lleva al cantante más lejos de lo que debería llegar. Me pregunto, yo que nunca le he visto con Extremoduro, si le arropan aún mas, porque es difícil. Es un espectáculo de directo, no de disco, y Robe -sólo con sus canciones- no se basta para llenar un auditorio tan grande.
Gran versión de 'Dulce introducción al caos', una de las que cantó todo el público. En los éxitos, Robe se deja llevar por su gente y la relación que tienen es especial, una que sin duda desearían tener muchas leyendas.
Las canciones son crudas, como el mundo que describen. Las guitarras crean capas que no son especialmente 'limpias' (chocan a veces), los coros son más veces caóticos que brillantes, pero la cosa funciona. Un ejemplo más de lo que puede hacer la música si se consigue tocar la fibra de la gente.
Tras el parón para micciones y refrigerios, volvieron al escenario con 'Interludio', extraída del nuevo trabajo, 'Mayéutica'. Otra buena canción de compositor que sabe lo que hace, hilada con el primer movimiento del disco, 'Después de la catarsis'. Es un trabajo muy maduro; la crónica de una vida plagada de aventuras transformadas en sabiduría popular y, sorprendentemente, la gran mayoría de los fans ya se sabían las letras. Siguieron repasándolo en orden, tocando los seis temas (largos) que lo componen sin apenas parones. Me sorprendió tanto que la gente se levantara de su asiento, no con los temas de 'Extremo', si no con estos, que apenas tienen cuatro meses de vida, que dejé de mirar al móvil para escribir y lo apagué.
El final lo oí, apoteósico, pero no lo escuché. Miraba a mi alrededor, veía a mis conciudadanos felices, y pensaba... «Es la música de las cicatrices, del madrugón y las manos callosas. Del quiero, y quiero, y quiero, pero no puedo; del mundo olvidado por el neoliberalismo fiduciario y carroñero. No importa que la música haya sonado mal o que cantando no haya tenido su mejor día; es la música de la gente y Robe es uno más entre nosotros». Y así fue cómo perdí varios prejuicios.