El retorno de «Farinelli», a cuenta de lo español

Maite Beaumont y Nancy Fabiola Herrera, durante el concierto Javier del Real

Alberto González Lapuente

En una suerte de autoflagelación, se suele escribir que el fracaso de la ópera española, que con tanto entusiasmo defendieron los compositores de nuestro país vertebrando la historia musical del XIX, se debía a una falta de definición estilística de las obras. La recuperación o el reestreno de algunos títulos, tal y como viene haciendo el Teatro de la Zarzuela , demuestra que el problema tiene poco que ver con la capacidad creativa de los autores y mucho más con el contexto en el que se desarrolló el proyecto.

Cuestiones de índole superior, particularmente el apoyo de la monarquía hacia la ópera importada en complicidad con la sociedad más influyente del momento, tienen su reflejo en la labor de siega de lo autóctono que siempre ha hecho el teatro Real. «Teatro extranjero -escribía Ruperto Chapí - de público hóstil… lucías, elixires, tiples “leggiere” y tenores “marconis” (en referencia al famoso Francesco Marconi)».

Sucedía así en aquellos años, cuando a los compositores les unía un propósito común y la ópera española era un asunto de rabiosa y polémica actualidad. Y sigue sucediendo ahora, cuando cada cual camina por su lado y la ópera o el repertorio español (calificativo que hoy requeriría aclarar su exacta definición) está relegado a una posición estrictamente anecdótica.

El sábado tuvo lugar en el Teatro de la Zarzuela el reestreno en versión de concierto de « Farinelli », ópera con la que Tomás Bretón se presentó en el flamante, lujoso, soberbio y maldecido Teatro Lírico, construido en la calle del marqués de la Ensenada. Inaugurado en 1902, celebró treinta y cuatro representaciones con obras de Chapí , Ricardo Villa y la de Bretón. Se cerró y desmanteló seis años después hiriendo de muerte la ambición artística de muchos autores que, con mayor o menor fortuna, encontraron la fama en el ámbito de la «ópera cómica», género que con tanto éxito se difundía por los teatros de la capital, a la cabeza en el de la Zarzuela (otro proyecto privado en defensa de la marca española en el ámbito del teatro lirico). Es muy revelador el enfado de Bretón ante el imprevisible éxito de « La verbena de la Paloma » frente a las débiles consecuencias de otros títulos, como «Farinelli», en los que puso energía e ilusión queriendo demostrar su verdadera personalidad creadora.

En ese contexto, en el que el teatro lírico ya fuera español o importado adoptaba formas y maneras muy distintas, es razonable que obras como «Farinelli» se contaminen de gestos de procedencia «pagana». El acto segundo, sin duda uno de los momentos más importantes y formidables de la partitura, comienza dejando ecos de Chapí y Fernández Caballero antes de que se escuche el aria «Como el ave en la selva», cantada por Beatriz, la cantante italiana a la que aquí ha dado voz la mezzo Nancy Fabiola Herrera , con verdadera categoría, comunicación emocionante e intensa expresión.

Pero lo interesante es observar cómo rápidamente la música se va transformando hacia maneras mucho más personales, cómo se despega de los modelos terminando por construir uno dúo soberbio y original. La propia Beatriz tiene un tenso encuentro con Carlos Broschi (Farinelli) de quien la mezzo Maite Beaumont hace una creación: el papel muy bien trabajado, el personaje dibujado desde su triste y melancólica posición inicial hasta la desesperación final. La fortaleza del agudo al final del dúo, «Cómo te has olvidado de aquel cariño», remarcó el punto culminante de la obra con una calidad similar a la que se escuchó en la muy comprometida aria inicial «Dejo esta estancia lúgubre y sombría», o la canción que remata el acto segundo: «Somnolientos murmullos del bosque umbrío».

«Farinelli» parte de un texto del escritor y político Juan Antonio Cavestany en el que se narra una imposible relación amorosa del castrato con la cantante italiana, Beatriz, que en realidad es su hermana, y rememora lejanamente a la histórica Elena Pieri . Pero, una vez más, no es tan significativa la anécdota argumental y su discutible calidad literaria (revelada sin disimulo a través de los sobretítulos), como el hecho de que proporcione a Bretón la posibilidad de componer escenas dramáticamente consistentes. La cuestión moral sobre la hazañas del protagonista y la humillante práctica de la castración es un añadido, perfectamente prescindible que, en estas interpretaciones en la Zarzuela, se incorpora a través de los textos de introducción a cada acto escritos por María Velasco y cuya recitación, con más voluntad que corrección, hace Emilio Gutiérrez Caba .

También destacan los barítonos Rodrigo Esteves , un punto tenso aunque tenaz en el papel de Jorge, el padre de Carlos; y David Menéndez , solvente y expansivo en el del doctor. Con él se revela el lado bufo de la obra, como también lo hace con decisión Manuel Fuentes , dando perfil al director de orquesta. El timbre de estos tres ahonda en la calidad «oscura» de la obra, en su voluntad de drama serio. Lo compensa el tenor Leonardo Sánchez , Alberto, en una interpretación con gusto y posibilidades.

«Farinelli» sirve también para presentar a Guillermo García Calvo asumiendo la responsabilidad de nuevo director musical del Teatro de la Zarzuela. En realidad es alguien bien conocido y en quien volvió a identificarse una personalidad musical clara, coherente, minuciosa y segura. El Coro de la Zarzuela, un «personaje» muy presente en la obra, cantó con empaste y proporcionalidad, mientras la Orquesta de la Comunidad de Madrid se balanceó entre lo compacto y lo capaz.

«Farinelli» llega para colaborar a la restauración de la personalidad completa de Bretón, de quien ya era posible tener una idea cabal desde la perspectiva teórica, a vuela pluma y por citar extremos, a partir del bonito e histórico texto de Javier de Montillana (1952), mediante los «Diarios» editados por Jacinto Torres (1995), la exhaustiva monografía de Víctor Sánchez (2002) o las referencias en obras más generales como las recientes dedicadas a la ópera española de Emilio Casares , autor del texto en el programa de mano de estas interpretaciones.

Merece la pena dejar constancia de los muchos aplausos que se produjeron, en un día en el que una buena cantidad de gente joven, de espectadores cercanos y «populares», vinieron a completar el aforo de la Zarzuela. Quiere decir que el reestreno de «Farinelli» se sitúa entre las hazañas más destacadas de la actual temporada operística aunque sus consecuencias mediáticas sean relativas. Habrá que seguir esperando a que Barbieri, Chapí o Bretón sean, algún día, motivo de orgullo.

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