El reto de representar a Wagner en tiempos de pandemia

Las dificultades que plantea «Siegfried» han obligado al Teatro Real a buscar soluciones

Aspecto del Teatro Real, con los músicos en el foso y fuera de él, durante un ensayo JOSÉ RAMÓN LADRA
Julio Bravo

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Al Teatro Real no le salían las cuentas:87 músicos en 160 metros cuadrados, con metro y medio de distancia entre ellos... No caben. Así que tocaba volver a estrujarse el cerebro y encontrar nuevas soluciones para poder levantar el telón; lo mismo que han estado haciendo sus responsables desde que la pandemia cambiara las reglas de juego del mundo. «En la situación actual –explica Joan Matabosch, director artístico del coliseo madrileño–, el Teatro Real apuesta por buscar soluciones imaginativas y tener la cintura suficiente para adaptarse a las demandas de las diversas óperas manteniendo de manera estricta el protocolo sanitario, como venimos haciendo desde el mes de julio del pasado año».

El obstáculo que hay que sortear esta vez se llama Richard Wagner. Su ópera «Siegfried», tercera jornada de la tetralogía «El anillo de los Nibelungos», es el próximo título en cartel. Ya de por sí, afrontar esta monumental obra es para cualquier teatro de ópera un reto mayúsculo;pero hacerlo en medio de una pandemia y con las restricciones que la seguridad sanitaria impone lo convierten en un auténtico himalaya... comenzando por la orquesta.

Cuando, en junio del pasado año, los responsables del Real decidieron volver a levantar el telón, una de las medidas que se tomaron fue ampliar el foso orquestal. El teatro está preparado para trabajar con tres tamaños de foso, dependiendo de la plantilla orquestal que determine cada partitura. «La traviata», «Un ballo in maschera», «Rusalka» y «Don Giovanni», los títulos programados hasta ahora, permitían con el foso más amplio –hasta 160 metros cuadrados– que los músicos se dispusieran con la distancia de seguridad establecida (además, se «encerró» al director de orquesta tras una mampara).

Pero Wagner es otra cosa. La partitura de «Siegfried» exige una orquesta amplísima y buscar la solución ha supuesto una «vuelta de tuerca más», según la expresión de Matabosch. «Llevamos dos meses trabajando con la orquesta (la Sinfónica de Madrid, titular del teatro). Hemos hecho muchísimos planos y hemos buscado cuál sería la mejor manera de poner en pie la ópera. No nos planteábamos de ningún modo hacer una versión reducida, jibarizada o adaptada de la ópera».

En estos trabajos ha sido fundamental Daniel López, miembro del equipo de producción del Real y violinista. «Hemos llegado a un compromiso con los músicos para sacar adelante lo que pedían la partitura y el director musical. Y creo que lo hemos conseguido; hemos preguntado a varios teatros de ópera europeos ‘pequeños’ para saber hasta dónde podíamos llegar», cuenta.

Seguridad y comodidad

La seguridad y la comodidad de los músicos y del director de orquesta –en este caso, Pablo Heras-Casado– era el objetivo. Después de estudiar opciones, quedaron tres posibilidades y comenzaron las pruebas. «Se hizo algo que no se hace nunca;ya en el mes de diciembre se hizo una lectura musical de ‘Siegfried’ en la sala, para ver cómo sonaba la orquesta con cada una de las posibilidades propuestas».

Tras varias lecturas –que han seguido a lo largo de esta semana, para terminar de afinar la disposición–, se optó por una solución: sacar a varios de los músicos del foso y situarlos en los palcos platea (los más cercanos al patio de butacas). En los que quedan a la izquierda del espectador, se sitúan los dos percusionistas y las seis arpas que exige la partitura de Wagner. Y en los de la derecha estarán las trompetas, los trombones y las tubas (con mamparas de metacrilato que les aislarán en lo posible del público, además de servir de «sordina»). Además, se han utilizado plataformas en el extremo del foso para aumentar un poco más su superficie, y en ellas se situarán varios músicos.

«Hay una versión reducida de la partitura, realizada por un músico apellidado Lessing, que utilizan algunos teatros con fosos más pequeños. Lo pensamos, pero la idea nos duró muy poco. No merecía la pena». Lo cuenta Pablo Heras-Casado, director musical de «Siegfried», sobre quien descansa, tras alcanzar la solución más adecuada, la responsabilidad de lograr que la orquesta suene equilibrada y que su disposición altere lo menos posible el sonido. «Ese es mi trabajo –dice simplemente–. Yo soy el ingeniero de sonido».

Varios vientos en uno de los palcos, con una mampara ante ellos JOSÉ RAMÓN LADRA

Pero «Siegfried» es, para un director de orquesta, «uno de los mayores retos que existen, si no el más grande», como reconoce Heras-Casado. «Y ahora es como hacer malabares –ríe–. Pero no tengo esa sensación, de verdad. Yo en general no me planteo nunca cualquier envite de la vida como un problema, sino como una circunstancia. En ópera hay que estar preparado para todo; un cantante que enferma antes de estrenar y hay que cambiarlo; un cantante que llega a la función sin haber podido ensayar... Son nuevas circunstancias. Y cuando todo el mundo comparte esta actitud, se olvida el problema».

«La clave ha sido poder hacer las pruebas en la propia sala –añade el músico granadino– y que se implicaran todos los músicos de la orquesta, los técnicos... Pudimos probar cosas diferentes, configuraciones distintas. Así hemos ganado tiempo antes de empezar, porque lo que no podíamos era improvisar;no es cambiar a un músico de sitio, es reconfigurar la colocación de la orquesta».

«Se ha hecho –continúa– una red perfecta, milimetrada, para que se respete el metro y medio de distancia entre músicos. Y funciona. Porque se han sacado del foso los dos grupos de instrumentos que son menos problemáticos a la hora del ‘ensemble’: en un lado, las trompetas y trombones, que precisamente en esta ópera es donde tienen menos presencia de todo el ‘Anillo’, no como las trompas, que están más ligadas a las maderas y las cuerdas; y, en el otro, la percusión, más liviana también con respecto a las otras óperas de la Tetralogía y las seis arpas, que tienen un papel muy puntual pero muy hermoso. Es un lujazo tenerlas, no todos los teatros lo hacen. Y cuando están en el foso hay que hacer un esfuerzo extra para que pase el sonido, pero en este caso, al estar tan cerca del patio de butacas, el color de las arpas va a ser un destello». Un destello que sonará a sus espaldas;los músicos situados en los palcos tendrán que seguir al director a través de una pantalla de televisión. «No va a haber ningún desajuste, ni va a alterar la escucha del público. Lo va a poder escuchar de una manera distinta».

Alteración en los ensayos

También los ensayos han tenido que alterarse. «En la sala de ensayos, los músicos estaban muy juntos –explica Matabosch–, y las lecturas musicales de toda la orquesta se han realizado esta vez en la sala, lo que ha obligado a modificar el plan de ensayos, de montaje de luces y escenografía... Pero lo hemos hecho con mucho tiempo, así que estamos muy tranquilos. Y hemos contado –destaca– con la colaboración de todos los músicos y los técnicos, que se han adaptado perfectamente a todos los cambios».

No terminan ahí las complicaciones:por el toque de queda a las 22 horas y las más de cinco horas que dura la ópera –con los intermedios, cinco horas y cuarto– ha habido que adelantar su horario a las 16:30. «Lo que vamos a hacer para facilitar las cosas al público, porque es un horario muy poco habitual, es anunciar la hora de comienzo de cada acto, de manera que si por cuestiones de trabajo, o por otras circunstancias, no puede llegar al primer acto o al segundo, sepa cuándo puede incorporarse». «Esta es una de las razones por las que el Teatro Real está siendo un ejemplo para otros teatros en estos momentos –concluye orgulloso Heras-Casado–; porque se buscan soluciones ante las dificultades en lugar de renunciar ante los obstáculos. Debemos sacar pecho. Lo que está consiguiendo en estos momentos es el espaldarazo definitivo al prestigio internacional del Teatro Real».

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