El terror contra la música
El sonido de la libertad
La yihad declara la guerra a los músicos, al considerarlos emisores de los mensajes del diablo
«Porque estaban reunidos centenares de idólatras en una fiesta perversa». Este fue el motivo esgrimido por el Estado Islámico para llevar a cabo en París una matanza en un concierto de rock. Según ellos, en el teatro Bataclán de París se estaba produciendo una especie de aquelarre. La música, una vez más, se convertía en víctima de ideologías fudamentalistas y extremistas.
Es temida porque es poderosa. Una composición de Bach puede exaltar la espiritualidad del oyente con más eficacia que las palabras del orador mejor dotado; Mozart nos hace más listos; Elvis Presley y los Beatles influyeron más en el cambio de la sociedad occidental con sus ritmos que cualquier filósofo con sus teorías; un himno, por ejemplo el francés, sirve de catarsis colectiva para levantar una revolución o enfrentarse a un atentado atroz. Por eso siempre hay quien intenta controlar sus efectos. Algunos ejemplos: el jazz y el swing fueron prohibidos en la Alemania nazi y en los primeros años de la dictadura franquista por ser un arte degenerado; la música popular cubana fue perseguida porque estaba considerada como un reflejo de los vicios burgueses; Víctor Jara murió brutalmente asesinado porque su arma era la canción protesta; al sátrapa de Turkmenistán, Saparmurat Niyazov, prohibió toda la música grabada en 2005; en Afganistán los talibanes aniquilaron cualquier tipo de manifestación musical, ya que se considera pecaminosa...
Larga tradición
Los países árabes poseen en este arte una milenaria y rica tradición, con sus particulares instrumentos -el oud, el qanun, el derbake...- y disposición melódica. De su influencia tenemos el ejemplo entre nosotros del flamenco, que bebe de esta y otras fuentes. También la música moderna ha llegado. El llamado «blues del desierto» tiene representantes que triunfan internacionalmente, como Vieux Farka Touré o el grupo Tinariwen. Pero también hay artistas de rap, electrónica, rock, jazz... que sobreviven con más o menos apuros dependiendo del país en el que vivan, ya que la represión se ha hecho más fuerte en los últimos tiempos. En septiembre, dos bailarinas egipcias fueron condenadas a seis meses de prisión por «atentar contra la moral pública» con un videoclip musical. También fue sonado el caso, en 2014, de unos jóvenes iraníes que fueron sentenciados a 91 latigazos y seis meses de cárcel simplemente por bailar al son del «Happy» de Pharrell Williams en un vídeo casero subido a YouTube. Por fortuna, la condena fue suspendida, pero el ISIS amenaza desde dentro con romper todo atisbo de armonía.
Los fundamentalistas consideran que la música suscita el deseo sexual
Además, «impide acceder a los verdaderos beneficios espirituales»
El Corán prohíbe tanto la fornicación como cualquier cosa que incite a ella. Así, se puede considerar pecaminosos el alcohol, la melena al viento de una mujer o una simple melodía. Según se puede leer en internet, en una web fundamentalista, «la música y los instrumentos usados para acompañar el canto suscitan el deseo sexual» , «la música y los divertimentos provisorios sumergen al hombre en los placeres físicos y le impiden acceder a los verdaderos beneficios espirituales», «la idea de libertad que podemos resumir en “es mi vida, hago lo que yo quiero” es un tema predominante de la música de hoy. Es empleada para difundir en los corazones y los espíritus ideologías occidentales , totalmente contrarias a los valores y a las enseñanzas islámicas». Así las cosas, Miley Cyrus podría ser considerada como el diablo en persona.
Lo lícito y lo ilícito
Mahoma dijo: «Algunas personas de mi nación beberán vino, llamándolo con otro nombre, mientras escuchan a cantantes acompañados por instrumentos. Allah hará que la tierra se los trague y convertirá a algunos en monos y cerdos». Frente a los que quieren ayudar a Dios a hacer realidad esa amenaza, hay posturas más sensatas, como la del egipcio Yusuf al-Qaradawi , uno de los más influyentes ideólogos del mundo musulmán, quien da un sentido metafórico a estas palabras: «No serán monos y cerdos físicamente, sino en corazón y alma».
Para los musulmanes, hay cantos «que deben evitarse para cerrar las puertas a la tentación»
Pero otra cosa muy distinta es entrar en una sala de conciertos a sangre y fuego
Lo explica en su libro «Lo lícito y lo ilícito en el Islam», donde se puede leer que «entre los entretenimientos que pueden reconfortar el alma, satisfacer al corazón y refrescar el oído está el canto. El Islam permite cantar bajo la condición de que no sea de forma obscena o dañina a la moral islámica». Para demostrarlo, señala que «el Profeta prohibió a Omar y Abu Bakr interrumpir y acosar a los que jugaban y los que cantaban (...) Esto prueba que es mucho mejor complacer a las mujeres y los niños con juegos, y de buen humor, que expresar desacuerdo con tales diversiones a causa de la piedad extrema y el ascetismo». Y concluye: «El jurista Abu Bakr Al Arabi dice: “No se cuenta ni con un solo hadiz auténtico sobre la prohibición de cantar”». Eso no quita que haya cantos que «excitan las pasiones de la persona, la dirigen hacia el pecado, excitan los instintos animales y anulan la espiritualidad» que deben «evitarse para cerrar las puertas a la tentación». Es decir, que una cosa es que los creyentes se abstengan de este tipo de fiestas, y otra muy distinta entrar a sangre y fuego en un concierto.
En cualquier caso, la música da felicidad, nos hace más listos y transmite sensación de libertad. No es de extrañar que tenga tantos enemigos.