El reencuentro musical de Sotelo

El Cuarteto Diotima, durante su concierto ABC

Alberto González Lapuente

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No es fácil explicar la obra de Mauricio Sotelo (Madrid, 1961) de una forma inmediata. Su actual catálogo de obras se aproxima al centenar y medio de composiciones, excluyendo por deseo propio todas las escritas antes de 1989. Sin embargo, en este territorio en que se localizan géneros muy diversos, desde la ópera a lo instrumental, se disimulan algunas síntesis. Por ejemplo, los cuartetos de cuerda escritos en el periodo comprendido entre 2002 y 2017. El Cuarteto Diotima hizo una grabación de estas obras en un disco monográfico editado hace dos años y el lunes las presentaba en el ciclo Series 20/21 del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), en el Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Su cercanía a la obra de Sotelo viene de lejos, incluyendo algún estreno como el tercer cuarteto dedicado a ellos. Hará poco más de una década que lo interpretaban en Madrid con los dos anteriores añadiendo el estreno de, 'Alter Klang', cuarteto de cuerda ampliado con la voz flamenca de Arcángel y la guitarra de Cañizares .

Con el concierto del CNDM avanza hacia el final de su ciclo contemporáneo que, en el curso actual, ha tenido a Mauricio Sotelo como compositor residente . En poco más de una decena de convocatorias organizadas en Madrid, Segovia, Badajoz y Alicante, se han escuchado obras nuevas, encargos y otras del catálogo, a solo o en combinación con composiciones de otros autores, con el fin de empapar la programación y recrearla en un esfuerzo por encontrar distintas correspondencias. La fórmula parece coherente ante un autor que ha hecho tanto por el cultivo de la impureza (de la mezcla, de la integración, de la metamorfosis) a partir de un universo de referencias ideológicas, artísticas y musicales. Pero no siempre funciona correctamente. Los cuartetos de Sotelo sonaron, en este caso, como prólogo y epílogo del cuarteto de Ravel , un compañero no tan adecuado como podría parecer.

La obra del compositor francés requiere una musculatura muy distinta a la música de Sotelo, cuya música propone una penetración en la materia sonora alejado del refinamiento de naturaleza colorista sugerido por Ravel. El sentido aéreo que en un viaje de ida y vuelta asume el segundo cuarteto, 'Artemis', escuchado inmediatamente o el carácter radical del primero que sonó previamente se encontraron de frente con la cándida voluntad del cuarteto de Ravel. Y la falta de acabado que mostró el Diotima en el del arranque de esta obra fue suficientemente explícita como para hacer pensar que no era fácil reunir estilos tan diversos. La reacción de los intérpretes fue rápida y poco a poco se fue afirmando la versión, que sonó decididamente enérgica en el segundo movimiento, asegurada en el lirismo volátil del tercero y encendida en el cuarto. El carácter matérico de la obra de Ravel tiene otra disposición en los cuartetos de cuerda de Sotelo, incluso en el tercero tan poderosamente rítmico, cargado de intensidad en sus unísonos, racial en la textura, sutil, en el que lo jondo se transmuta en un espacio personal.

Con esta obra surge (siempre es inevitable) la referencia al flamenco, cuya presencia ha fortalecido la música de Sotelo, convirtiéndose en un tópico peligrosamente simplista. Es evidente la raíz aflamencada en el horizonte melódico del tercero y en la integración de técnicas de ejecución, pero la escucha de los cuatro cuartetos de cuerda demuestra una poderosa amplitud de miras, muchísimo más profunda, heteróclita y vibrante que la que pueda derivarse del mero estudioso científico y artístico del cante y la guitarra. Hay que consignar los aspectos más abstractos de estos cuartetos pues es ahí donde Sotelo añade un plus de personalidad poderoso y fascinante que actúa como una capa que recubre el proceso, con independencia de que implique determinadas alusiones. La presencia de Beethoven en el primero, 'Degli eroici furori', y en el cuarto, 'Quasals vB-131', como principio determinante de su desarrollo es una mera justificación para la radicalidad de obras de sorprendentes mixturas, de gestos esenciados, de admirable depuración. El pensamiento de Giordano Bruno , tan afín también a Sotelo, se cita en el primero de la serie, en el que Luigi Nono es otra interesante advertencia.

Hace poco menos de quince días el Diotima daba una lección de música recuperando los cuartetos tres y cinco de Conrado del Campo en la Fundación Juan March . Ha renovado ahora su compromiso ofreciendo un concierto revelador en el que la experiencia musical de Sotelo ha quedado al descubierto. Él mismo ha señalado en varias ocasiones que el acto musical solo tiene sentido en el momento de la escucha. Cuando se hacen estas afirmaciones se piensa inconscientemente en una situación ideal que puede ser perfectamente homologable a la que ahora ha ofrecido el Diotima.

Porque algo sucede en el escenario cuando su mensaje llega a la sala en un silencio sepulcral, si es que se obvian dos toses estentóreas y algún móvil sonando en el bolsillo como anticipo de la definitiva vuelta a una normalidad que tampoco es necesario que lo haga con su viejo esplendor. Cercano el fin de temporada, Mauricio Sotelo está a punto de completar su residencia en el CNDM y proseguir su viaje musical. Entre las estancias inmediatas se anuncia para dentro de pocas semanas el Festival de Música y Danza de Granada , que este año conmemora el centenario del Concurso de Cante Jondo.

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