Raphael sigue a lo suyo

El cantante presentó su último disco, «Raphael 6.0», en un Wizink casi normal

Belén Díaz

Arcadio Falcón

Un concierto de Raphael es como un Real Madrid-Celta B de Copa: sólo es noticia si sale mal. Esta vez el jienense tuvo el honor de dar el primer concierto multitudinario en Madrid desde Marzo. 5.000 personas acudieron al Wizink Center y no pararon de aplaudir y ponerse en pie durante más de dos horas de espectáculo. Fue bonito verlo así, la de ayer fue la primera vez que ha hecho ese calor en el recinto desde que apareció el virus.

En cuanto a Raphael... 60 años, que se dice muy pronto, lleva ya sobre los escenarios. Cuando empezó, John Kennedy vivía, Los Beatles eran adolescentes y no había móviles ni Internet. Su carrera, sólida como la de casi nadie, es una colección de fotogramas que recogen la historia reciente de este país nuestro tan maravilloso y tan herido últimamente.

La noche comenzó con un fragmento de «Yo soy aquel», para ir calentando antes de dar paso a «Ave Fénix», canción estándar del andaluz pero muy efectiva para empezar un concierto. Después, la antiquísima «Vivir así es morir de amor», con buenos teclados haciendo la vez de «pads», colchón para la melodía. La batería, con un toque funky, ejecuta muy bien un ritmo sencillo pero efectivo. «No vuelvas», otra de las inmortales, hizo las delicias del Wizink antes de la primera bomba, «Digan lo que digan» . La canción, reinventada desde la original, mantiene el mismo arreglo que presentó el cantante hace dos años en el proyecto Resinphónico, alternando con gran sentido estético entre la electrónica y el mundo clásico de los violines y las trompetas.

Maestro del escenario, Raphael me recordó en sus movimientos a John Mayall, esa leyenda del blues con aspecto de hippie que demostró hace más de un año en este bella ciudad que menos es más.

Para la primera colaboración de la noche, «Me olvidé de vivir», ofreció el escenario a Manuel Carrasco. El onubense dejó una sentida interpretación de una canción romántica en el arreglo y bastante triste en la letra. Hacen buena pareja vocal y se complementaron bien.

«Yo sigo siendo aquel», de las favoritas de la hinchada, puso una nota muy sentimental con un arreglo de piano intenso (casi violento) que recordó a alguna de las grabaciones más maltrechas de Gardel. «Estuve Enamorado», con esa intro que tocaba George Harrison en «Day Tripper», resultó muy efectiva para conectar dos canciones lentas.

Es un arte ese, el de confeccionar un setlist, al que rara vez prestamos atención los «entendidos» y es mucho más importante de lo que parece.

Unas palabras también para la banda, numerosa y excelsa como siempre. Dos secciones claramente diferenciadas, una de cuerdas y otra de vientos, ofrecen un equilibrio fantástico a todas las canciones. Un batería y bajista comedidos e infalibles sujetan con seguridad a todos los instrumentos para que dos guitarras y dos teclados pongan el color. Esta sección de cuatro es quizá más grande de lo que sería necesario ya que el trabajo de las dos guitarras es minimalista y podría ser tocado por una sola persona... pero Raphael es Raphael.

Junto a Pablo López, segunda y última colaboración de la velada, cantó Raphael «Treinta y Seis», contenida en el último disco y compuesta por el pianista. Buena canción que va de menos a más.

Después, sucesión de «hits» como «Adoro», «Estar Enamorado», «El Tamborilero» y «Carne Viva», donde se notó que el jienense disfrutaba como un niño ante un público entregado y en pie.

El único pero del concierto, y es uno grande, es que Raphael leyó muchas de las letras de un monitor situado a sus pies . Aunque es comprensible, y quizá no debería juzgar con tanta ligereza a mis mayores, no es correcto. Sorprendió también el poco uso de las coristas, especialmente viendo lo efectivas que resultaron en «Ave María», «Le llaman» y «Aleluya».

La traca final, con «Escándalo» y «Como yo te amo», fueron un combo letal para terminar.

Raphael, cantante inmortal y artista al que no frena ni una pandemia, se despidió con clase y agradecido de una Madrid que va teniendo ganas de marcha.

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