Raphael: «¿Por qué no iba a ir a cantar a El Pardo? Era un honor que te llamaran»

El cantante vendió hace meses todas las entradas de sus conciertos conjuntos de «Sinphónico» y «Resinphónico» que dara en Las Palmas de Gran Canaria (13 de diciembre), Santa Cruz de Tenerife (14) y el WiZink Center de Madrid (19 y 20)

Raphael, a sus 76 años, continúa recorriendo el mundo llenando recintos enormes Ángel de Antonio
Israel Viana

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Cuando ABC llega a la habitación del Hotel ME de Madrid donde se realiza esta entrevista, Cristina, la maquilladora personal de Raphael (Linares, 1943), se marcha. Son las 17.30 y lleva al lado del cantante desde las 9 de la mañana, retoque por aquí, retoque por allá, para que salga perfecto en las fotos a sus 76 años. Desde ese día, ha llenado cuatro noches consecutivas el auditorio Fibes de Sevilla y tiene todas las entradas vendidas, desde hace meses, para los conciertos de presentación de «Sinphónico» y «Resinphónico» en Las Palmas (13 de diciembre), Santa Cruz de Tenerife (14) y dos noches en el Wizink Center de Madrid (19 y 20).

Viene de presentarlo por todo lo alto en Londres, París, Moscú y, por último, Nueva York. La primera vez que actuó en La Gran Manzana fue en 1967, en el Madison Square Garden nada menos. «Hace un mes estuve en el Carnegie Hall y fue increíble», comenta y se le escapa una sonrisa. La primera vez que actuó en la mítica sala fue por recomendación de su «querídisima amiga» Montserrat Caballé , en 1974. «En cuando Raphael se subió al escenario, el público enloqueció. Habría bastado con que hubiera dado las gracias y se hubiera marchado a casa. Pero cantó una noche, y otra, y otra... El segundo día hizo dos funciones y el público era el mismo. ¡Habían comprado para los dos pases!», contaba hace poco el director del Archivo del Carnegie Hall.

Son muchos años ya, pero dice no cansarse de las entrevistas. Se ha hecho un experto despejando preguntas incómodas con sonrisas perfectas.

Después de 58 años cantando por todo el mundo, cuesta creer que coja con ganas esta gira.

Pues sí, porque es mucho más interesante y complicado mantener el éxito que conseguirlo. Me motiva intentar que el público siga teniendo interés después de tantos años, pero para hacer cosas nuevas hay que estar muy preparado y motivado. Así logras que el público sea parte de tu familia. Me doy cuenta ahora que mi público está formado por cinco generaciones. ¡Eso es muy fuerte!

¿Qué hace diferente a este proyecto para que mantenga la motivación?

Cuando grabé «Sinphónico» en 2015, me di cuenta de que podía darle una vuelta de tuerca y hacerlo más moderno. Hablé con Lucas Vidal [compositor madrileño con dos premios Goya] y me entendió perfectamente. Mezcló la orquesta con música electrónica y el resultado fue de una belleza increíble. La gente sale vibrando de los conciertos.

No todo el mundo aguanta su ritmo. José Luis Perales, que le ha compuesto a usted muchas canciones, acaba de anunciar su retirada.

¡Sí, me he enterado esta mañana! No sé por qué lo ha hecho, pero él tiene una ventaja, que es compositor. Se retira del escenario y de viajar, pero seguirá haciendo canciones para otros en su casa.

¿Y usted no quiere hacer una gira de despedida y dejar de viajar?

No entiendo las giras de despedida. Despedirse sí… a ver… me explico. No cabe duda de que algún día me levantaré y diré: «¡Hasta aquí!». Pero se lo diré a mi oficina ¡y punto! No lo anunciaré públicamente, simplemente desapareceré y solo me verán yendo al cine. Me convertiré en una persona normal.

¿Aún no ha pensado «hasta aquí»?

No, todavía no es el momento. No he estado en mejores condiciones.

¿Quiere decir que el trasplante de hígado en 2003 no le dejó secuelas?

¡Al revés! El trasplante me dio una vida nueva. Ya ni siquiera sudo. Antes movía así la cabeza [hace uno de sus habituales gestos exagerados] y me salía un chorro de sudor. El trasplante ha puesto las cosas en su sitio.

¿Pasó miedo?

Miedo, no, terror. Mucho… recuerdo perfectamente el día que me lo dijeron. ¡Cómo para no acordarse! Pero afronté las cosas y aquí estoy.

Ha contado usted en alguna ocasión que fue el alcohol lo que hizo que saltaran las alarmas...

No, no, no... Tenéis una visión errónea.

Cuéntelo bien, por favor.

Hay algo de verdad, pero lo explico. Antes del trasplante no dormía bien, así que empecé a beberme las botellitas de alcohol que hay en los hoteles para caer dormido. Esa fue la gota que colmó el vaso, pero el vaso ya estaba lleno. Llevaba años enfermo, pero no me di cuenta de lo que me perjudicaba la enfermedad hasta que empecé a beber. No era el alcohol, necesitaba el trasplante. Digamos que el alcohol lo aceleró.

Cuando actuó en el Sonorama rodeado de grupos jovenes «indies», sacó pecho y dijo que para independiente usted.

Es verdad, he sido independiente toda mi vida. Siempre hice lo he quise.

[ Raphael, el más moderno de los modernos en el Sonorama ]

¿Nunca le impusieron nada? ¿Ni siquiera al fichar de joven por multinacionales como EMI o Hispavox?

Nunca. Sé que suena fuerte, pero me da igual que parezca una barbaridad, es así. Jamás me han impuesto nada, yo no lo he consentido. He grabado lo que he querido con el compositor elegido por mí. Y cuando me han dicho, «tienes que grabar esto», siempre he dicho: «Eso yo no lo grabo y punto». Los éxitos y fracasos que he acumulado son culpa mía.

Quizá pudo imponer sus condiciones porque triunfó muy pronto. A los 19 años ya había ganado usted los tres principales premios del Festival de Benidorm.

Eso de imponerse va en el carácter de cada uno. Perales no tuvo que hacerlo porque cantaba sus propias canciones, es lo que había. En mi caso, al no ser compositor, tuve que elegir. Si no fuera así, supongo que ahora me estarían obligando a grabar reggaeton… ¡Pues no!

¿Y ha tenido que decir «no» muchas veces?

No tantas, porque los que decimos que no una vez, sirve para otras muchas. Las voces se corren rápido y en la industria ya saben que yo hago lo que quiero.

Ya quisieran muchos grupos «indies» esa independencia…

Sí. De hecho, cuando se anunció que iba a ir al Sonorama y mi hijo estaba tan contento, discutíamos sobre cómo eran los grupos que iban allí. «Pero vamos a ver… ¿qué es “indie”, Manuel?», le preguntaba. Y él me decía: «Grupos independientes que van al margen de...». «¡Pues eso es tu puñetero padre!», le replicaba.

Empezó con Franco y ha sobrevivido a todos los presidentes de la democracia. Sorprende que nunca haya cantado nada mínimamente político…

Porque yo solo quiero hacer buenas canciones [risas].

¿Pero nunca le ha inspirado una injusticia social o política para cantar sobre ello en alguno de sus temas?

No, jamás me he metido en esas cosas. Nunca me ha interesado. Comprendo que ese tipo de canciones tienen que existir... y ojalá se pongan de acuerdo de una vez para que las cosas vuelvan a la normalidad, tal y como llevábamos años en España. Con sus deficiencias, pero avanzando, siempre hacia adelante. ¡A ver si se sientan y empezamos de cero otra vez!

Pero supongo que le habrán afectado las políticas culturales de los diferentes Gobiernos, siendo usted cantante.

Sí, claro, pero lo que pasa es que la política me ha cogido de soslayo. Nunca he sido un artista que tenga que ser de un partido u otro para que me contraten. Soy una persona libre en ese sentido. Jamás sentí presión de un partido ni me han pedido que me manifieste sobre algún tema relacionado con la política. Soy independiente en todo.

Pues alguna vez le han recordadoa usted que cantó en El Pardo para Franco y su mujer.

No era un concierto, ¡por Dios!, solo una canción. Canté «La larga marcha», lo recuerdo, y además no estaba yo solo, sino todos los artistas conocidos de España. Concha Velasco, Lola Flores, Antonio Gades, Lina Morgan, Sara Montiel, Carmen Sevilla… ¡todos los que cantaban en aquella época!

¿Podría haberse negado?

¿Por qué no iba a ir? Era un honor que te llamaran de El Pardo. Era uno de los acontecimientos de la época.

¿Qué cantaría hoy en el Congreso?

Antes decía « Escándalo », pero creo que ya se ha quedado corto con lo que está ocurriendo. Ahora no lo sé, pero supongo que llevaría ritmo de reggeaton [risas].

¿Nunca ha trabajado en otra cosa?

[Se lo piensa]. No, empecé de cantante con 14 años y el permiso de mi padre por escrito, porque sino me paraba la Guardia Civil. Ahí comencé a trabajar y hasta hoy, siempre en lo mismo.

¿Nunca echó de menos que el éxito le llegara más tarde, tener un trabajo de los que cuesta llegar a fin de mes?

Yo lo he pasado mal, cuidado. Vengo de una familia muy modesta, lo que pasa es que hay muchas formas de pasarlo mal: quejándote todo el día o haciendo lo posible para superar la situación. Y eso puede ser haciendo cosas productivas y ayudando a otros.

¿Y que la fama le llegara más tarde para disfrutar más tiempo del anonimato?

¿Por qué iba a tener que retrasar lo que era evidente? Estaba claro que esto iba a llegar. Supe desde niño a lo que me iba a dedicar, aunque no supiera si iba a gustar o no. Por eso empecé a trabajar en una sala de fiestas de la calle Villalar, en Madrid. Me pagaban 200 pesetas que yo, por supuesto, daba en casa. Ni siquiera era el Pasapoga, que era la más importante de la época.

Y llegó el éxito, hasta el punto de que Michael Jackson, AC/DC, Queen y usted son los únicos que han ganado un disco de uranio en la historia, es decir, 50 millones de copias vendidas de un solo álbum. Casi nada.

Sí, en 1982. Ahora sería imposible...

Lo dice por la piratería e internet, supongo. A usted no le habrá afectado mucho, dado su éxito.

Sí me ha afectado, claro. Me di cuenta de que yo también estaba en el top manta el día que un amigo mío empezó a regalar mis discos del «Tamborilero». Pensé: «¡Vaya por Dios! Creía que me había librado!». Hubo mucha piratería con mis discos, por supuesto.

¿Nunca le ha dado por calcular todo el dinero ha ganado con su música a lo largo de su carrera?

No… no. Porque yo tampoco tengo que mantener un yate ni un avión privado. Nunca me ha dado por ahí. El mayor lujo que he tenido es vivir como quiero. Con mi coche, mi maravillosa casa, mi mujer, mis hijos y mi otra casa de Ibiza. Ya está. Tampoco me hace falta tanto.

Y además usted se ha arriesgado a financiar proyectos suyos cuando otra gente no ha creído en ellos.

Sí, soy la empresa de mi propia persona. La decisión la tomé casi al principio, cuando le propuse un proyecto a una empresa y me dijo: «No me interesa». A la sala Pavillón del Retiro, por ejemplo, iban los artistas extranjeros más importantes. Un día, el dueño le comentó a mi manager: «Vale, tráeme a Raphael». Y cuando le dijo mi caché, respondió: «No, yo eso no lo pago. Si Raphael cree que vale eso, que se haga él su propia empresa». Así que lo hice... ¡y ese día me forré! Ahora, cada vez que alguien me dice que no se atreve a meterme en tal o cual recinto, reacciono: «No te preocupes, yo me encargo como empresa». Y ya está.

Habrá tropezado alguna vez...

No, nunca. Puedo haber salido lo comido por lo servido, no sé si me entiendes, pero en el siguiente he arriesgado yo por mí y he ganado. Con esto quiero explicarte que mi independencia es total. Siempre ha sido así y siempre va a ser así. Cuando yo digo que creo que mi cache tiene que ser uno determinado, después de calcular los gastos y todo, y nadie quiere pagarlo, no importa, yo me arriesgo. O cuando un teatro me dice que solo me da dos días porque no cree que vaya a llenar cuatro, también me hago cargo yo como empresa.

Parece casi una cuestión de orgullo al verse rechazado.

Mmmmm… no. No creo que sea orgullo. Es más bien decir: «Yo creo en mí y sé el público que tengo. Si usted no quiere, yo no le voy a martirizar la vida. No se preocupe. Yo me hago cargo». ¡Claro que sí!

Afirmó una vez que lo dejaría cuando viese que hace el ridículo. ¿Tiene la seguridad de que nunca lo ha hecho?

No es una cuestión de seguridad, sino que en cada concierto veo que tengo al público puesto en pie. ¿Qué temor puedo tener yo? Si termino todas las noches con el público de pie y aplaudiendo, ¿qué quieres que piense?

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