La voz protagoniza la Bienal de Venecia

El certamen italiano presenta un concierto dedicado al compositor Luigi Nono

Una imagen de «I Cenci» ABC

Alberto González Lapuente

Tras el homenaje a Luis de Pablo , incluyendo la entrega del Leone d'Oro de la Biennale di Venezia 2020 , el Festival de Música Contemporánea centra su actividad en varios ciclos según la estructura de la programación diseñada por Ivan Fedele desde que se pusiera al frente de la organización en 2012. Convencido de que la contemporaneidad musical es un género musical en sí mismo, reconoce también la muy plural variedad de orientaciones estéticas que ahora mismo se proponen por el mundo, la movilidad de los actores involucrados y la multiplicidad de tipologías, muchas veces contaminadas en un estilo transfronterizo.

Por eso, «identificar las fuertes diferenciaciones estilísticas y conceptuales que distinguen a los autores más significativos, afirmar este género musical y considerar que la experimentación y la investigación son dimensiones de la creatividad» es el objetivo que subyace en la actual edición presentada bajo el título «Incontri». En él se dan cita grandes figuras del pasado reciente, particularmente aquellos que en este año celebran aniversario, Bruno Maderna , Luigi Nono , Franco Donatoni y Ludwig van Beethoven (el «gran contemporáneo»), compartiendo programa con otros tres clásicos de la modernidad: Franco Donatoni, Pierre Boulez y Karlheinz Stockhausen .

El marco implica otros ciclos centrados en el piano y el teatro musical, apartado que tiene arraigo en la Biennale veneciana como forma de experimentación especialmente cercana a la creación más actual. El propio festival es un centro de producción gracias a los «live-sets» del CIMM ( Centro di Informatica Musicale e Multimediale ) que promueve talleres a lo largo del año con reflejo en la Biennale College Music donde concurren cuatro proyectos de obras multimedia producidos por jóvenes artistas bajo la supervisión de tutores internacionales. La edición de este año añade siete obras encargadas por la Biennale lo que se suma a los 28 estrenos absolutos que se escucharan estos próximos diez días. La presencia juvenil es muy relevante y lo confirma la concesión del Leone d'Argento 2020 al francés Raphaël Cendo , fundador de la poderosa corriente conocida como «Saturación». «Por una música saturada» (2001) es el texto/manifiesto Cendo: ««...no se trata ya de prever sino de perderse, no de organizar sino de trazar un camino hacia un mundo inestable, salvaje y desconocido», pensar en términos de rugosidad y fricción, escribir en función de la granulación y de los niveles de rugosidad de los sonidos complejos, de la densidad y grosor, velocidad y energía. En definitiva llevar la música al limite de las nociones de timbre, frecuencia, intensidad y gestualidad.

En un espacio contrario aunque no menos radical ni tan siquiera menos limítrofe habitan las tres obras de Luigi Nono que Venecia ha presentado en el trigésimo aniversario de su muerte. Hace ya cuatro décadas que el veneciano Nono visitó Friburgo experimentando con una nueva idea del sonido y el espacio, tanteando técnicas de transformación sonora en directo. La electrónica es parte fundamental de este mundo pero también el intérprete-creador capaz de inspirar y «reconstruir» la imaginación sonora del compositor participando activamente en el proceso creativo. Entonces fueron el pianista Maurizio Pollini , el tuba Giancarlo Schiaffini y el violinista Gidon Kremer . Ahora son el fiel «nonista» Francesco Prode , el joven Arcangelo Fiorello y el versátil Francesco D'Orazio colaborando junto al control electrónico de Alvise Vidolin , veterano colaborador de Nono. Y como parte del sonido, el silencio como elemento sustancial de está música, aunque escuchada en el Teatro Piccolo Arsenale estuviera contaminada por un incómodo ruido de fondo. La visualidad construida desde el oscuro vacío de la sala por donde el muy sutil D'Orazio círculó entre atriles del escenario, el foso y la platea evidenciando una ceremonia cuya perspectiva y profundidad se atiene también al sonido circulante.

« La Lontananza Nostalgica Utopica Futura » es una obra de unos cincuenta minutos que coloca al espectador de hoy ante su propia capacidad de concentración y depuración, que lleva a reflexionar sobre el valor perdido de lo abstracto. En un espacio más inmediato se encuentra « Post-prae-ludium n. 1 per Donau » porque en ella opera de forma más evidente la transformación como proceso narrativo. El formidable alarde técnico de Fiorello es equivalente al de Prode responsable de recuperar la muy famosa «…sofferte onde serene…» en la que de manera inmediata y muy personal surge el paisaje sonoro veneciano. Nono respiró el murmullo acuático de la ciudad, el silencioso eco paseante de sus calles, pero nunca pudo imaginar que algún día Venecia ofreciera el aspecto de lo perdido al que le ha llevado la pandemia. Escuchar esta música, en este momento y en este lugar, implica asomarse a la absorta (ir)realidad actual.

Un momento de especial relevancia en la programación de la Biennale 2020 ha sido la presentación en el Goldoni de « I Cenci », (1997) «teatro di musica» escrito por Giorgio Battistelli . El libreto fue escrito por el compositor y Nick Ward , sobre el texto homónimo del padre del teatro moderno Antonin Artaud y el verso de Shelley pensando en un género más cercano al melodrama que a la ópera, a la palabra hablada que al texto cantando y donde la frase es anunciada y potenciada por el fondo musical. «I Cenci» ha caminado mucho desde su estreno en 1997, fundamentalmente en inglés, francés y alemán. En Venecia se ha presentado en italiano, por primera vez en el país, acumulando muy diversas experiencias escénicas que han llevado la obra a una poderosa concentración. El propio Battistelli intuyó en origen la capacidad vehemente de esta música que, a ráfagas y aprovechando los intersticios del texto, lleva a la palabra a ahondar en la lúgubre, turgente y sanguinolenta historia del conde Cenci. Berthold Goldschmidt , Havergal Brian y Alberto Ginastera también compusieron óperas sobre el asunto, pero en una dimensión formalmente más tradicional. Aquí hay que sopesar los ruidos desde el foso, en Venecia ocupado por el Ensemble900 del Conservatorio della Svizzera Italiana, la voz de los actores modulada en expresivos efectos vocales, la electrónica que hace posible la presencia de un coro fantasmal y los videos proyectados sobre el frente superior del telón de boca gracias a los cuales el director escénico Carmelo Rifici matiza y ensueña lo que señalan los actores.

La puesta en escena de «I Cenci» debe mucho a Roberto Latini , un grande de la escena italiana cuya voz es todo un instrumento, a la penetración de Anahi Traversi , a la polifacética Elena Rivoltini y al mimo Michele Rezzonico . Una iluminación dramáticamente puntual, junto a un vestuario de corte refinado se unieron a la precisa dirección musical de Marco Angius para ensamblar una representación muy notable. Battistelli es un «investigador» de la escena, actualmente con más de veinte obras escénicas en catálogo, e «I Cenci» fue en su momento un escalón más en el proceso de asimilación de un género extremadamente abierto y moderno, que exige asimismo renovarse ya sea revisitando con nuevas perspectivas el repertorio histórico o indagando en posibilidades aún inéditas. Se trata de una necesidad natural e imparable, una aventura que por el camino proporciona gestos de inquietante satisfacción. Lo hizo Luigi Nono e insiste en ello Giorgio Battistelli, unidos por misma necesidad, y tan distantes en la propuesta.

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