Pasión Vega: «Subirse al escenario en estos momentos adquiere otro sentido, es como un milagro»

«Parece que la cosa va arrancando -ríe Pasión Vega, que se refugió en su niña en los días del confinamiento-; desde que ofrecí, en junio, un concierto con la OSPA (Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias) -cuya grabación audiovisual se editará dentro de unos días-, he podido seguir actuando con aforos reducidos y una formación también pequeña: o piano o trío (el de Madrid será en este último formato). De una manera diferente, pero he seguido cantando, lo cual ya es un milagro». Ha vivido este tiempo, asegura, « con serenidad y alguna inquietud , porque había momentos... Cada vez que me decían de un bolo: «Se ha aplazado», imagínese... Pero hay que vivir el presente que no es poco».

Se nota el hambre del público. «Todos estamos afectados por lo mismo -dice Pasión-, y nos solidarizamos los unos con los otros. Nos abrazamos, nos comprendemos, nos miramos de otra manera , con una mirada mucho más comprensiva, y yo creo que esta situación también humaniza mucho más a todos los que subimos a un escenario. A veces se tiende a divinizar a los artistas, y creo que esto nos ha humanizado mucho. Yo, al menos, siento la mirada del público más cercana, el abrazo del público me llega de una forma mucho más directa».

Y es que, dice la cantante, ver el mar todos los días «nos hace ver lo pequeñitos que somos. 'No te sulfures', pienso, 'intenta ver las cosas de otra manera. Sonríele a la vida y sigue adelante'». Y es que la pandemia le ha ayudado, entre otras cosas, a «disfrutar del presente . Siempre lo pensamos y lo decimos, pero nunca lo hacemos. Y lo que tenemos es el hoy. Hay que vivirlo intensamente; enfadarte o alegrarte, pero ahora. Esta mañana misma he llevado a mi pequeñaja al colegio, que está frente al mar; lo veo todos los días, pero hoy he pensado que hace un año estábamos encerrados y le he dado un valor enorme a tener el mar frente a mi. A disfrutar de esta maravilla, de la brisa, del cielo azul... Yo siempre he sido disfrutona, pero ahora mucho más».

También en lo artístico ha aprendido de la situación, y estos conciertos íntimos le han devuelto la confianza en sí misma. «Parece mentira, pero es así -reconoce-. Hacía muchísimos años que no daba conciertos acompañada solamente por un piano, y me ha dado mucha serenidad ver que las letras se sostienen, que las canciones se sostienen. Y ponerme ante el público tan desnuda durante casi dos horas de concierto me ha dado mucha confianza , porque para mí era una prueba de fuego».

Porque lo que no ha cambiado son las ganas con las que se sube al escenario. O un poco sí. «Yo siempre pongo las mismas ganas y me entrego al cien por cien, no entiendo la música de otro modo -asegura-. Pavarotti decía que la música es una devoción. Para mí lo es. Cada concierto me supone una transformación, una catarsis, una entrega. Lo que ocurre es que los artistas trasladamos cada una de las experiencias que vivimos al escenario. Y no puede ser distinto con esta pandemia, una experiencia tan diferente y tan compleja... Subirse al escenario adquiere otro sentido, es como un milagro . Poder actuar hoy en día ante doscientas o trescientas personas, aunque sea con mascarilla, que han decidido salir de su casa para ir a verte, te hace adquirir un compromiso todavía mayor con ese público».