CRÍTICA DE ÓPERA
«Only the sound remains», hipnótica irisación
El Teatro Real presenta la ópera de Kaija Saariaho, con direcciones de Peter Sellars e Ivor Bolton
Quien recorra la obra de la compositora Kaija Saariaho observará una metódica búsqueda de lo esencial. El propósito se hace particularmente relevante en sus cuatro óperas, desde « L’amour de loin » de 2000, hasta « Only the Sound Remains » cuyo estreno español se realizó anoche en el Teatro Real y cuya naturaleza invita a los espectadores a contemplar un espectáculo fascinante, plagado de sugerencias y penetrantemente conciliador. Hay desde luego, un tránsito de naturaleza conceptual y, así, frente a lo prolijo de alguna de las anteriores obras escénicas, «Only the Sound Remains» busca recogerse en dos piezas de teatro Noh japonés sobre texto de Ezra Pound y Ernest Fenollosa . El libreto da pie a la concentración; pero la música de Saariaho, además de la propuesta escénica de su habitual colaborador Peter Sellars , destilado teatral de raíz oriental, reconstruyen sabiamente su quintaesencia.
Saariaho parte de los elementos justos: grupo vocal de cuatro voces, cuarteto de cuerda, percusión, flauta y kantele , evocación de su Finlandia natal, además de la transformación electrónica que reviste a las voces de nuevos timbres mientras expande el eco sutilmente por la sala. Cualquiera de los instrumentistas llega a Madrid con la obra bien asimilada pues todos la conocen desde su origen y estreno absoluto, pero es indudable que aquí el maestro Ivor Bolton reúne los elementos con una sensatez y redondez muy estimable. Sobre el escenario, el contratenor Philippe Jauroussky , la voz siempre bien proyectada, y el barítono Davone Tines , quienes se unen a la bailarina Nora Kimball-Mentzos en una evolución escénica medida en todos los detalles, fijada con precisión coreográfica.
«Only the Sound Remains» es una obra concentrada, con sabor fuerte, pues a pesar de la vaguedad de la apariencia y de la obvia precariedad de medios huye de lo traslucido, de lo trivial, encontrando el matiz en el claroscuro. La calma es inquietante, como los son las dos historias que narra. Una, « Always Strong », la del guerrero, virtuoso del laúd y muerto en una batalla que regresa como un fantasma para comprobar que ya no es capaz de hacer sonar el instrumento con aquel sonido irresistible. La segunda, « Feather Mantle », muestra a un pescador que encuentra una bellísima capa de plumas propiedad de un ángel quien la reclama como única posibilidad para volver al cielo. El pescador la devolverá a cambio de contemplar una danza celestial. Al principio el color es más opaco, luego se esboza otra naturaleza con apuntes más claramente descriptivos: pájaros, olas… que surgen levemente señalados por los instrumentos.
En «Only the SoundRemains» el perfil del misterio debe mucho a esa oscuridad cercana y afectiva que describió el escritor Junichiro Tanizaki en « El elogio de la sombra » cuando habla del espacio sin artificio, del gusto por la textura, de la grisura y de la pátina. En el fondo, apenas un tapiz, abstracto y elocuente, cuya realización es obra de la pintora de origen etíope Julie Mehretu , y sobre él se proyectan las siluetas, multiplicando las acciones con un efecto conmovedor. Alrededor las paredes desnudas, el escenario vacío a la determinación de la luz y de los espectros. El sentido oriental, japonés, es evidente, de manera que «Only the Sound Reamins» se atiene a una danza fantástica donde, con minuciosidad caligráfica, cualquier gesto añade un símbolo, proporciona un significado y un estado de ánimo íntimamente relacionando con la música sensible y expresiva de Kaija Saariaho . Merece la pena ver «Only the Sound Remains» para comprobar la enorme cantidad de detalles que se deducen a partir de unos medios tan aparentemente sencillos. Aunque nada es comparable a su suave y misteriosa irradiación.
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