Neil Young, un huracán en plena forma en el Poble Espanyol
El canadiense firmó una imponente y soberbia actuación en su regreso a Barcelona
Al final no sonó «Like A Hurricane», una de las muchas canciones que para cualquier otro artista sería innegociable y que él solo toca cuando le apetece pero, bien pensado, hubiese sido un tanto redundante: aquello ya era un huracán. Sin el como. Un fenómeno de la naturaleza desatando una tormenta de impresión y arrastrando a todas las personas que llenaron el Poble Espanyol a otra noche de leyenda en la que Neil Young combinó sus facetas de exquisito trovador otoñal y asilvestrado chamán eléctrico. Una noche redonda y monumental que arrancó con el lamento de «After The Gold Rush» y echó el cierre, dos horas y media después, con los arañazos de distorsión de la imponente y majestuosa «Cortez The Killer».
A solas o acompañado por los fogosos Promise Of The Real, banda formada por los retoños de Willie Nelson que consiguió que nadie echase de menos a Crazy Horse, el canadiense abrió de par en par las puertas de su discografía, maniobró con elegancia por los rescoldos acústicos de «Heart Of Gold», «Comes A Time» y «The Needle And The Damage Done» , avivó la llama del country folk gran reserva con «From Hank To Hendrix» y «Unknown Legend» , y empezó a cambiar de marcha con una febril y chisporroteante «Alabama».
La tormenta se transformó entonces en un vendaval eléctrico de guitarras melladas, punteos furiosos y detonaciones mayúsculas. Ahí estaban la maratoniana «Words (Between The Lines Of Age)» y la deliciosamente pop «Winterlong» marcando músculo y alimentando unas calderas que saltaron en mil pedazos con las soberbias y airadas «Love To Burn» y «Mansion On The Hill». Fue entonces cuando la comunión entre Young y su banda fue total y empezaron a saltar chispas con los guiños a «Ragged Glory», aquel monumento de electricidad visceral y desbocada con el que el canadiense saludó los noventa.
No hubo ni una cita a «The Monsanto Years», su reciente trabajo junto a Promise Of The Real y duro alegato contra los transgénicos, pero la crítica estuvo bien presente en el salmo de «Mother Earth», con Young a solas sentado frente al órgano, y en esa performance en la que un puñado de figurantes con monos aislantes rociaron el escenario con supuestos pesticidas. Un guiño a un presente que, en el caso del canadiense, no necesita de excusas discográficas: basta con verle rejuvenecer y rehacer junto a sus nuevos socios hitos como la crispada «Revolution Blues» o las reflexivas «Someday» y «Western Hero”» para entender su plena vigencia.
Al final, y mientras el tótem indio que presidía el escenario reforzaba la conexión espiritual con el Young de los setenta, el canadiense regaló una descomunal y eufórica «Rockin' In The Free World», intempestivo cierre a un noche a la que sumó, ya en el bis, la inmensa «Cortez The Killer», y que, una vez más, puso en duda todas las leyes de la lógica y la biología. ¿O acaso es normal que un septuagenario acabe protagonizando tamaña barbaridad? Asombroso.
Noticias relacionadas