La música tecno quiere ser reconocida como patrimonio intangible de la Humanidad por la Unesco
Matthias Roeingh, alias Dr. Motte, se ha propuesto recuperar el Love Parade y ha presentado en Berlín su iniciativa
En los 90, recién caído el Muro, se instituyó como la expresión masiva de la reacción de una generación de jóvenes a llegada de un nuevo orden mundial. Mientras Daniel Bell escribía sobre «El fin de las ideologías» y Francis Fukuyama decretaba «El final de la historia», el DJ alemán conocido como Dr. Motte catalizaba el espíritu del momento gracias a una furgoneta cargada de altavoces con la que organizó una gran, gran fiesta callejera, a la que puso por nombre Love Parade y en la que el único elemento que unificaba las más diversas procedencias de sus participantes era la música tecno, además de ciertas sustancias que contribuían, por así decirlo, a engrasar el ambiente de desinhibición colectiva.
Año tras año, logró reunir durante una década a un millón de ravers en el tramo de dos kilómetros que va desde la Puerta de Brandemburgo hasta la Columna de la Victoria, el corazón arbolado de Berlín, en un atronador jolgorio , nueva versión del haz el amor y no la guerra de los 60 en el que se hermanaba la mocedad plurinacional que dio inicio, por cierto, al estallido turístico de la capital alemana. Pero todo pasa, el 11-S despertó al planeta de la ilusión y la Love Parade fue decreciendo a partir del comienzo del siglo XXI, hasta ser desplazada incluso a Duisburgo. Allí dio la puntilla a la celebración la catástrofe de 2010, una avalancha humana sin salida en la que murieron 21 asistentes. Entre ellos estaban las españolas Marta Acosta y Clara Zapater . Por respeto a las víctimas, no volvió a organizarse la emblemática fiesta y el tecno berlinés, mucho más comercializado que al principio, se refugió en discotecas que hoy son consideradas auténticos y exclusivos templos de la música computerizada.
Matthias Roeingh, alias Dr. Motte, se ha propuesto recuperar la Love Parade y ha presentado en Berlín su iniciativa para lograr el reconocimiento del tecno como patrimonio inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco. Su propósito es captar donativos, a través de la organización bautizada como «Rave the Planet» . Desde esta plataforma se promoverá ese reconocimiento, que dotaría a los organizadores de apoyos financieros suficientes para volver a poner a flote la macrofiesta. Motte, a sus 59 años, ha implicado también a los clubes de tecno de Berlín , afectados por la crisis del estilo musical, y desea dar una mano de pintura más respetuosa con el clima al evento. Uno de los mayores problemas administrativos que en su día planteó la Loveparade a la ciudad de Berlín fue el reparto de gastos para la ingente recogida de basuras que generaba. Motte tiene proyectado cómo los ravers de hoy evitarían ese daño ecológico y considera que la mayoría de los participantes podría llegar a la ciudad en tren, evitando la huella climática de los vuelos comerciales.
Pero se trataría, sin duda, de una nueva generación. Los DJ,s que levantaron la Love Parade a la c ategoría épica de sus mejores años, son hoy cuarentones forrados que cobran varios cientos de miles por noche en garitos de todo el planeta. Paul Van Dyck , uno de los mitos musicales del desfile tecno berlinés, pasa hoy menos tiempo en su Alemania natal que en Ibiza, isla que abandona para sus grandes giras por Asia.
El holandés Tiësto, que inauguró los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, posee una fortuna superior a los 60 millones de dólares, según página web Celebrity Net Worth. No le va a resultar a Motte tan fácil como en los 90 devolverlos a la calle. Lo que no parece tan complicado, a la espera del diagnóstico de los expertos, es la inlcusión del tecno en la lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, en la que figuran ya bienes intangibles como la tradicional hospitalidad iraquí durante la peregrinación del Arbain, el rito ancestral de preparación de la bebida de leche de yegua fermentada denominada «airag» en Armenia o el «silbo» turco.
El tecno irrumpiría en esa lista, eso sí, modernizando el patrimonio e imprimiendo un nuevo ritmo en los criterios de concesión de los fondos de apoyo a prácticas culturales en peligro de extinción. «Estoy seguro de que podemos conseguirlo», ha dicho Dr. Motte en la presentación, «Internet nos permite conectar nuestra campaña con ravers del mundo entero y hacer ver a la Unesco que el tecno es una música que une , que hermana a las distintas nacionalidades y que puede ser comprendida y compartida por personas de las más diversas nacionalidades y lenguas». «Ha llegado el momento de que una nueva generación conozca el tecno y disfrute con el tecno«, insiste, «y el lugar apropiado para ello es la ciudad de Berlín y el evento que sirvió de plataforma para una nueva y exitosa de hacer música, la Love Parade, pensada como fiesta pacifista y liberadora».