Muere Lemmy Kilmister, la voz del trueno del rock duro

El cantante y líder de Motörhead ha fallecido este lunes a los 70 años a causa de un cáncer

Lemmy Kilmister, en un concierto REUTERS

DAVID MORÁN

Llamarlo superviviente sería quedarse ridículamente corto. Máxime si tenemos en cuenta que, durante años, no hubo para Lemmy más religión que el rock and roll ni más mandamientos que los que él mismo talló en sus propias tablas de la ley. A saber: Marlboro, Jack Daniel's, speed, strippers y rock and roll.

Ésa fue, durante décadas, la razón de ser de un Ian Fraser Kilmister, Lemmy para sus amigos y seguidores, que sólo necesitó una carta, el as de picas, para gobernar con brazo de hierro la facción más sucia, acelerada e ingobernable del rock and roll. Otra carta de signo más funesto, la de la muerte, rompió ayer la baraja: dos días después de que trascendiese la noticia de que sufría cáncer, el líder de Motörhead fallecía en Los Ángeles.

There is no easy way to say this…our mighty, noble friend Lemmy passed away today after a short battle with an extremely...

Posted by Official Motörhead on lunes, 28 de diciembre de 2015

Acababa de cumplir 70 años el pasado 24 de diciembre y a buen seguro que más de un médico -el que le ingresó tras una sobredosis de sulfato de atropina o el que le dijo que que su sangre podría matar a una persona normal, por citar sólo un par de ejemplos- se pregunta hoy cómo diablos consiguió llegar hasta aquí. «No comparto tu codicia, la única carta que necesito es el As de picas», respondería él, con esa voz de trueno afónico macerado en bourbon y tabaco que, ahora sí, se ha apagado para siempre.

AFP

Y por más que todos los perfiles y onomásticas que aparezcan en las próximas horas ahondarán en los detalles más salvajes y desmadrados de la vida de Lemmy, haciendo especial hincapié en sus aficiones narcóticas, su adicción a las tragaperras o su facilidad para engendrar hijos a los que ni siquiera llegó a concoer, tampoco está de más subrayar su importancia y, claro, la de Motörhead, en la historia del rock and roll. Sí, rock and roll: por mucho que algunos insistan en llamarlo heavy, lo de Lemmy y sus secuaces siempre fue rock and roll a martillazos embarcado en un larguísimo e infatigable viaje de speed.

Nacido en 1945 en Stoke-on-Trent (Inglaterra) y criado en Gales, Lemmy decidió pronto que su vida sería rock o no sería y abandonó su hogar para viajar a Londres y unirse a bandas de soul y rhythm & blues. Hizo sus primeros pinitos junto a The Rocking Vicars y Sam Gopal y se curtió como roadie de Pink Floyd y Jimi Hendrix, pero fue con Hawkwind, sin embargo, con quienes empezó a flirtear con el éxito. Con todo, nada en aquella amalgama de rock cósmico y psicodelia pasada de rosca hacía pensar que acabaría pilotando t amaña apisonadora de rock desbocado y crispado.

En 1975, y después de que le echaran de Hawkwind -se vengó robándoles los instrumentos y acostándose con la mujer de Alan Powell-, Lemmy se puso manos a la obra y encontró en Motörhead la manera más corta de viajar de MC5 a Cream, sentar las bases de lo que se conocería como power trio (guitarra, bajo y batería armando una escandalera de aúpa) y descerrajar las puertas del punk. A él le debemos, sin ir más lejos, que Sid Vicious «aprendiese» a tocar el bajo o que el rock el duro tuviese un clavo ardiendo al que agarrarse cuando el AOR y los cardados empezaban a causar estragos.

Siempre armado con su bajo y escondido tras sus icónicas patillas y sus gafas de espejo, Lemmy puso en marcha Motörhead en 1977 con un debut homónimo, hizo de «Ace Of Spades» su canción emblema, grabó más de una veintena de trabajos con Motörhead y pasó a la historia con «No Sleep 'til Hammersmith» (81), álbum en directo tras el que se debería haber prohibido por decreto a cualquier otra banda registrar sus actuaciones. Ahí, entre los calambrazos de «Overkill» y los espasmos de «No Class», se encuentra hasta la última coma del ideario sonoro de Motörhead: velocidad de vértigo, canciones talladas con brazos de leñador, electricidad desbocada, avistamiento de lo que sería el speed metal, himnos acorazados, voz de cazalla…

Fieles a esa fórmula, Lemmy y sus cambiantes secuaces aguantaron al frente de su propio ejército hasta el último aliento: apenas hace unos meses que apareció «Bad Magic», vigésimo segundo álbum de la banda. Antes de eso, y a pesar de complicaciones médicas que le tuvieron apartado de los escenarios una temporada, el británico también tuvo tiempo de poner por escritor su asombrosa y despendolada vida en «Lemmy. La autobiografía» (Es Pop Ediciones) y de protagonizar un documental que viene a confirmar que, a pesar de todo, tampoco era tan fiero y también tenía su corazoncito. Empapado el alcohol y nublado por el humo, si, pero corazón al fin y al cabo.

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