entrevista

Muchachito: «Yo me reinvento cada día»

Jairo Perera llega a la sala La Riviera sin banda para presentar su gira «La maqueta»

Muchachito

pablo martínez pita

Muchachito ya no es tan muchachito. A Jairo Perera se le ven ya asomar las canas en la afilada barba, pero hay que reconocer que conserva la energía e ilusión de un adolescente con ganas de comerse el mundo. Él lo demuestra transmitiendo hambre de fiesta en cada concierto, con su estilo callejero y rumbero: «Este año he viajado mucho, y he estado en sitios que nadie me conocía –nos cuenta–, como en Sao Paulo, y allí de repente ven a un tío con sombrero dándole patadas a un bombo. Me gusta ponerme en la tesitura de tenérmelos que ganar, no me importa, incluso creo que es necesario. Voy a muchos sitios que no me conoce ni el tato y me dejo la piel».

Pero en nuestra geografía sí que es conocido, sobre todo por su capacidad, efectivamente, de hacer bailar a toda la concurrencia que se le ponga por delante. Aunque viaje él solo, sin su banda, Bombo Infierno, como es el caso de la presente gira. Para suplirla, se presenta en plan hombre-orquesta: «Llevo una caja que se toca con zapatos de claqué, y otra con suela de goma. Esto es para la parte acústica, con guitarra y armónica también. Luego está la parte eléctrica, con una batería que toco con los pies, cajas y bombo, y una guitarra que las tres cuerdas de arriba están pasados por un pedal que consiguen sacar una nota más graves». Así, «dos horas y medio o tres, porque no llevo setlist», capaces de dejar agotado al hombre de la kriptonita: «Tengo que confesar que el otro día tuve que poner los pies en la cubitera de las cervezas , porque ya no podía más. Los tobillos se resienten».

El motivo de toda esta parafernalia es presentar «La Maqueta», un CD con seis canciones que regala a los asistentes a su directo, y formará parte «del disco que saldrá el año que viene, que grabaré con más gente. Esas maquetas no tienen un cuerpo todavía establecido, eso me permite probar».

De esta forma Muchachito se enfrenta a la costumbre de mostrar las canciones a través de las redes sociales, algo que él no practica: «Dicen que la gente tiene que conocer las canciones antes de sacar el disco, pero soy un tío muy antiguo para ciertas cosas. Lo de la tecnología lo llevo muy mal, pero bastante mal , y la única forma que se me ocurre es coger mi guitarra y mis cacharros y cantarlas. Para mí es genial, porque las puedo tocar cada día, ser flexible, experimentar. A veces incluso repito la canción, si no me quedo convencido. Tengo un público que viene a pasarlo bien, lo que me permite una serie de licencias muy agradecidas para mí».

La reacción del respetable poco influye en sus decisiones: «Al público le pueden gustar más una u otra, pero estas canciones, antes de sacarlas, he tenido claro que me gustaban a mí. He hecho un montón más, pero he sacado las que a mí me gustan, por eso las defiendo. El resto ya no es mi cosa mía. Yo las toco con ilusión cada día, y ya está».

A su favor cuenta con esa capacidad de crear espectáculo: «Tengo dos almas muy vitales para viajar. Una es la música, que es el idioma universal. Y otro es el sentido del humor. Un payaso es un payaso en todo el mundo. A esa palabra le tengo un gran respeto, y me encanta tener mi parte de payaso también. Me hace llegar a los sitios y decir aquí estoy y aquí me la voy a jugar. El payaso es un gran valiente».

Está claro que los tiempos modernos exigen un esfuerzo de imaginación a los músicos: «Yo no he conocido otro camino. Es así desde que empecé en mi barrio, con mi hermano y mis compadres, en Santa Coloma (Barcelona). Cada noche nos la jugábamos, y así lo seguimos haciendo. Somos supervivientes, nos autogestionamos, no dependemos de nadie. Yo me reinvento cada día para estar aquí».

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