Moby: «Ahora, en la música, está todo más domesticado»

El músico neoyorquino acaba de publicar su autobiografía

Moby publica su autobiografía ABC

PABLO CARRERO

A partir de finales del siglo pasado, Moby se convirtió en uno de los artistas más populares de la escena internacional . Su combinación de música electrónica con guitarras, actitud punk y estribillos brillantes y pegadizos convirtió a «Play», su sugerente y ambicioso disco de 1999, en uno de los mayores éxitos del momento, llegando a despachar más de diez millones de copias en todo el mundo.

Pero el que lo había llevado hasta allí no había sido precisamente un camino de rosas. Richard Melville Hall, nacido en Nueva York en septiembre de 1965, lo pasó muy bien y muy mal en los diez años anteriores. Criado bajo los principios de la más estricta moral cristiana, confuso y asustado en un mundo marcado por el consumo de drogas sintéticas y de alcohol, por la violencia y el sexo, en 1989 Moby emprendió en precario una carrera musical que parecía condenada al fracaso –«pensé que nadie querría escuchar mi música jamás»–, tuvo novias formales y relaciones esporádicas, renunció al alcohol y luego se entregó a él con el mayor de los entusiasmos, tuvo alegrías y decepciones… «La historia de un ser humano», concluye él mismo. «No sé si es una historia triste o alegre; supongo que tiene un poco de todo, porque en realidad es una historia sobre lo extraño y misterioso de haber nacido, de crecer, de ser una persona».

Terapéutico

Ahora, el músico ha publicado «Poircelain: mis memorias». Para Moby, echar la vista atrás y escribir sobre ese periodo particularmente intenso de su vida ha sido terapéutico: «He tenido muchas sensaciones diferentes al escribir, y lo que más me ha llamado la atención es que me ha permitido acercarme a mi propia vida con cierta distancia, lo que resulta un poco paradójico. Cuando trasladaba mis recuerdos al papel me parecía que estaba hablando en realidad de otra persona, como si estuviera hablando de mi hijo o de mi hermano pequeño. La escritura del libro me ha permitido descubrir cosas sobre las que no había reflexionado demasiado, cosas que me han resultado casi nuevas y en cierto modo sorprendentes».

El balance que hace de ese chico de ascendencia más que humilde, inicialmente algo apocado, lleno de complejos y marcado por su educación religiosa, que se adentra en un mundo turbulento, acelerado y extraño es, en fin, positivo: «Cometí errores, desde luego, y hay cosas que me gustan y otras que no tanto, pero me siento orgulloso, sobre todo, de no haber hecho daño a nadie».

Criticado por cometer la herejía de combinar guitarras y música electrónica , Moby se queja precisamente de sufrir la misma crítica por haber recorrido el trayecto contrario. Y en un momento en el que se hace, se edita y se escucha más música que nunca, el músico neoyorquino echa de menos algo de la actitud con la que se hacía música décadas atrás: «Ahora hay muchas cosas que me gustan, desde luego, pero echo en falta la implicación con la que la gente se metía en un grupo. En eso, aprendí mucho del punk… ¿Dónde están, por ejemplo, los Clash del siglo XXI? Ahora todo es más domesticado, amable e inofensivo».

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