Mishima: «Por mucha distancia irónica que pongas con el amor, al final es lo único que vale la pena»
La banda barcelonesa regresa con 'L'aigua clara', su noveno disco de estudio
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«En general, hemos venido aquí a que nos rompan el corazón», suelta de pronto David Carabén (Barcelona, 1971) en una de esas frases que, encajonada entre bajo y batería y salpicada por el zumbido de las guitarras, no desentonaría demasiado junto a los versos de 'L'aigua clara' (The Rest Is Silence), disco con el que los barceloneses Mishima regresan tras media década alejados de los estudios de grabación. Cinco años en los que la banda que Carabén comparte con Marc Lloret, Dani Vega, Xavi Caparrós y Alfons Serra ha ajustado cuentas con la crisis de los cuarentaytantos, ha grabado un directo y, como medio mundo, ha pasado por una pandemia y un confinamiento que, pese filtrarse a algunas canciones, no consiguen esconder que aquí casi todo empieza y acaba en el amor. «Un altre cancó d'amor / d'algú que mai n'ha sapigut treure / l'aigua clara«, que canta en la inaugural 'El gran lladre'. «Es la canción que le da identidad al disco. Le da el título y también el tono. El personaje es también el que canta 'Un tros de fang' y 'Qui més estimes'; este 'yo' que sabe que las relaciones interpersonales no están equilibradas, pero que acepta el rol de secundario», relata Carabén.
Con 'Ara i res', vuestro anterior disco, decías que cumplidos los 40 ya estabas en paz contigo mismo. Que estabas contento de no tener que perseguir según qué zanahorias.
Es que a partir de los 40 te das cuenta de que lo que tenías más urgencia por probar ya lo has hecho; ahora se trata de disfrutar sin la losa de tener que demostrar algo constantemente, de ser siempre un novato. También tiene que ver la crisis que está viviendo occidente con esta era de la abundancia: como ya no tenemos necesidad de buscar modos de subsistencia buscamos el sentido que tiene la existencia, y eso es lo que genera depresiones, angustias y adicciones. Por la mañana, por ejemplo, necesitas dopamina para salir de la cama, y por la tarde, cuando ya has cumplido con la parte aventurera, lo que necesitas otra vez es la serotonina para confirmarte en tu paz. Lo mismo se podría aplicar a la vida: la primera mitad de tu vida quieres invadir Polonia y la segunda crear la ONU y firmar la Declaración de los Derechos Humanos.
Esa 'vida tranquila que no sea banal' de la que habla 'Gener sobri'.
Exacto. Es una canción sobre el final de la dopamina cogiendo los principios de alcohólicos anónimos y de las adicciones para convertirlos en un manifiesto sobre la vida en general.
¿Es 'L' aigua clara' un disco de canciones dentro de canciones? Se habla mucho de componer, de la mecánica de las canciones, de la muerte y el amor como temas inevitables…
Cualquier empresa humana, cualquier proyecto, puede servir de metáfora para hacer una canción. Ahí donde no te falta algo intentas completarte a través de una canto, de una plegaria. Cuando rezas es porque te falta algo o estás insatisfecho, y una canción acaba siendo eso. Si escribes sobre las canciones estás escribiendo sobre el hecho de no estar completo. Por eso hacemos música.
¿Cómo te relaciones con esa voz que se repite disco tras disco, con ese yo que decías que es el que canta ''Un tros de fang' y 'Qui més estimes' y ahora también 'El gran lladre'?
La gran lección que saco de ahí es que creo que, por mucha distancia irónica que pongas con el amor romántico, al final es lo único que vale la pena. No el amor romántico, el amor: el afecto, la comunión, la sensación de formar parte de alguna cosa... Es lo que acaba dando sentido a lo que hacemos. En general, hemos venido aquí a que nos rompan el corazón.
Otra vez las canciones de amor.
¡Es que de qué quieres que hablemos! Nick Horbny ya decía que la mayoría de las canciones son de amor pero en cambio la crítica solo habla de las que no van sobre eso. El amor no es sólo un tema: es todo un universo. Una persona que se siente sola y abandonada y canta sobre su desgracia… Eso es una canción de amor. Y una que está feliz porque ha encontrado el amor de su vida… Pues también. Te falta algo o quieres compartirlo.
En este sentido, ¿qué papel juega esa versión de 'The Book Of Love' de los Magnetic Fields que hacéis en el disco?
Es una versión que tocaba en solitario, pero tenía sentido hacerla ahora porque encaja con 'El gran lladre'. Es una manera de decir que, aunque no sabemos de qué va todo esto, eso no quiere decir que no hayamos venido a jugar. En '69 Love Songs', esa canción es un poco como la autoparodia del disco.
¿Dónde está Mishima ahora mismo musicalmente hablando? ¿También en la estabilidad?
Creo que este es el disco que mejor suena de los tres que hemos grabado en Black Box con Peter Deimel. Nos hemos encontrado como en casa. La voz, las guitarras, el bajo… Todo suena increíble. Hemos introducido algún sintetizador, algún tema en directo mucho más desnudo… No somos un grupo que busca un nuevo sonido: intentamos encontrar la mejor versión de nuestro propio sonido.
Lo cierto es que empezáis a ser toda una rareza: tampoco hay tantas bandas que aguanten más de veinte años juntas.
Y eso lo tuvimos claro desde el principio. Siempre me han atraído más los artistas que cavaban hondo. Puede que tenga que ver con que te estás peleando con otras cosas: no te interesa conquistar el sonido de una época o estar atento a las nuevas tendencias.
En el disco hay canciones dedicadas a Lee Sedol y Mia Khalifa. Un exjugador de go y una exactriz de cine pornográfico.
Son personajes muy de la época que descubro a través de Internet. De Mia Kalifha vi una entrevista muy chula de cuando había abandonado el porno. Me pareció muy inteligente y articulada; había sufrido un cierto desencanto que no sabías a qué se debía. Lee Sedol también es un peón de la historia. Hay un documental que explica su enfrentamiento con una inteligencia artificial. La máquina arrasa menos en una partida, y a eso se le llama el Movimiento de Dios, que no es más que el canto de cisne del ser humano contra una máquina.
¿Cómo ha influido el confinamiento en las nuevas canciones?
Me ha confirmado la idea de monólogo interior que ya estaba en discos anteriores. Somos una sociedad que cada vez se ha cerrado más. El confinamiento en realidad no es más la caricatura de hacia adónde vamos: nos relacionamos a través de pantallas que no abren otros mundos sino que nos llevan a nosotros mismos. El confinamiento lo multiplicó todo por mil.
Antes hablabas de esta vida a dos velocidades, con la dopamina y la serotonina. ¿Es liberador para una banda como Mishima llegar a un punto en el que no has de demostrar nada, que no has de innovar constantemente?
Siempre eres curioso y quieres descubrir cosas, pero si antes escuchabas música para encontrar tu propia voz, ahora la puedes escuchar sin sacar lecciones necesariamente, como puro disfrute. También pasas de creer que la música que hagas tiene que ser fundamental, el compendio de toda la música que has escuchado, a darte cuenta de que en realidad tu música tiene una lógica interna que ya es suficientemente exigente.