Marianne Faithfull, superviviente de los días de sexo, drogas y rock'n'roll con Mick Jagger, supera el coronavirus

La cantante ha sido dada de alta tras pasar tres semanas ingresada en un hospital de Londres

Marianne Faithfull y Mick Jagger ABC

Nacho Serrano

El pasado 1 de abril se supo que Marianne Faithfull estaba ingresada en un hospital de Londres por infección de Covid-19 . Era paciente de alto riesgo por su edad (73 años), y también porque su organismo sufrió el castigo de las adicciones durante décadas, y además había superado un cáncer. Pero su manager y actual pareja, François Ravard, tranquilizó a sus fans asegurando que estaba «bien» y que respondía al tratamiento. Hoy, todos respiran aliviados al saberse que ha sido dada de alta. «Ha sobrevivido a tantas cosas, que si fuese abatida por un virus hubiera sido una tragedia» . De esta forma tan peculiar expresaba Penny Arcade, íntima amiga de Faithfull, su alegría al ver que la artista superaba el coronavirus. Y razones no le faltan para pensar de esa forma.

Marianne Faithfull creció en un pueblo cerca de Oxford llamado Braziers Park, y cuando tenía seis años sus padres se divorciaron y se marchó a vivir a Reading con su madre, que tenía problemas con el alcohol. Tras pasar por un colegio de monjas, siendo una adolescente se sumergió en el «Swinging London» y conoció a Mick Jagger y Keith Richards . Fueron ellos quienes escribieron su primer single, «As Tears Go By», punto de partida de una carrera truncada por las malas deciciones.

En 1965 se había casado con el artista John Dunbar, y sólo un año después se divorció de él para irse a vivir la vida loca con su nuevo amante, Jagger. Con él pasó los siguientes cuatro años, que poco a poco se convirtieron en una nebulosa de desenfreno sexual y consumo desaforado de drogas. Al contrario de lo que muchos piensan, no fue el cantante de los Stones quien la metió en aquel torbellino tóxico, sino más bien al revés . De hecho, ella se pasaba bastante más que él con los estupefacientes, y en alguna ocasión Jagger tuvo que salvarle el pellejo sacándola de sus líos con la policía: tras la famosa redada policial de 1967 en casa de Richards, se confesó culpable de la posesión de unas drogas que en realidad eran de Faithfull.

La joven rubia estuvo a punto de morir varias veces, y la mezcla de su belleza y su jugueteo con los límites sedujeron a los Rolling durante mucho tiempo, de forma que acabó convirtiéndose en su musa. Pero la cosa empezó a ponerse fea en 1968, cuando ella se quedó embarazada de Jagger y sufrió un aborto espontáneo a los siete meses . Poco después, trató de suicidarse con barbitúricos cuando viajaba con el cantante a Australia. Se tomó las pastillas en su avión privado, y al llegar al hotel cayó en un coma que duró seis días . «No me morí por un pelo. Y solo tenía 22 años», dijo Faithfull, que al menos sacó algo positivo de aquella experiencia: ¿Recuerdan el verso «wild horses couldn't drag me away», de la canción «Wild Horses» que los Stones incluyeron en «Exile on Main St»?. Fue lo primero que dijo al despertarse en el hospital.

Jagger decidió cambiar de vida y la dejó, sumiéndola en una depresión que duraría muchísimo tiempo. Se pasó los dos años siguientes vagabundeando como una sin techo por las calles del Soho londinense, y su adicción a la heroína llegó a su punto álgido. Anoréxica y destruida psicológicamente, no consiguió remontar hasta 1976, cuando retomó una carrera discográfica que había empezado fulgurante, con cinco discos entre 1965 y 1967.

«Los momentos difíciles traen los momentos felices», dice en su autobiografía

La suerte no le sonrió en términos comerciales, y en consecuencia la década de los ochenta no fue mucho mejor. Tuvo un matrimonio fallido con el músico Ben Brierly que acabó en 1986, y después se fue a vivir a Boston con un nuevo amante, Howard Tose, que acabó suicidándose tirándose por la ventana de su apartamento. Después volvió a casarse con el actor Giorgio Della Terza, pero la relación duró tres años.

A pesar de todo Faithfull demostró ser una mujer muy fuerte, pues logró recomponerse y controlar razonablemente sus adicciones, y en 1987 renació como cantante con «Strange Weather» , uno de sus discos más populares. Desde entonces ha ido recuperando su vida personal y artística, y poco a poco su figura volvió a tomar relevancia mediática. Roger Waters la llamó para actuar en Berlín en el '91 dentro de su gira «The Wall», colaboró con estrellas como Metallica, Damon Albarn, Jarvis Cocker o Polly Jean Harvey , y al final de su trayectoria artística había firmado una discografía de veintiséis álbumes (el último de ellos hace dos años, «Negative Capability») y una filmografía de veinticuatro películas. Pero siempre le quedará el injusto estigma de «la novia rebelde de Mick Jagger». «No creo que las drogas cambiasen mi esencia totalmente», afirma en su autobiografía. «Fueron, además del daño físico y mental, una pérdida de tiempo. Pero yo nunca he sido una persona convencional, soy una aventurera y mi vida ha sido como ha sido, imprevista, deslumbrante y ha habido dificultades, pero no me arrepiento. Los momentos difíciles traen los momentos felices».

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