Música

María Jiménez, entre las plumas del pavo y la del fénix

La cantante cumple años y desde ABC lo festejamos con una lista de Spotify que repasa algunos de sus hitos

Maróa Jiménez en una imagen de hace veinte años Ernesto Agudo

Luis Ybarra Ramírez

Por ahí anda, entre las plumas de un pavo real macho que calaron hondo en el imaginario colectivo y las del ave fénix, esas que de cuando en cuando le renacen por la piel tras darse unos golpes de pecho. María Jiménez ha estado varias veces muerta . O eso nos dijeron. Que su carrera tal. Que su salud cual… Este jueves 3 de febrero cumple años, y parece, después de tanto, un momento más que oportuno para recordar su obra en perspectiva. Con ella en vida, un disco reciente en el mercado que huele a despedida y un hilván de hitos que contar.

La definición de María Jiménez más lograda que he escuchado la elaboraron dos espectadores en una gala de Radiolé, en la que le otorgaron en 2018 un premio de honor. «Es ordinaria» , dijo uno. «Y genial» , apostilló el otro. Ambos ingredientes dialogan en la mujer que más veces ha sugerido en público cierta parte de su cuerpo como alimento y nos ha roto el alma en pedazos a la hora de cantar. Hizo un salto mortal con las canciones de Sabina en 'Donde más duele', álbum con el que relanzó su carrera hace justo veinte años, con unas medias negras, la lengua muy larga y la falta muy corta. En escena seguía siendo, sencillamente, lo que interpretaba. Fusión de letra, sensación y ritmo que se combina con genialidad y ordinariez a raudales. Un carácter con afán de capitán y pasotismo desmedido mientras la dejaran en paz. Siempre fue igual, desde que comenzara su andadura en los tablaos. Ordinaria y genial; esa es la idea. El argumento perfecto de los que dicen «Yo es que soy así», pero siéndolo de verdad.

Gonzalo García-Pelayo reconoció a ABC que el álbum que le hizo, su homónimo, del 76, es el mejor de todos los que ha producido. Él, que firmó como productor algunos de los discos más trascendentales de la historia de este país entre los años 70 y 80, entiende como el arte más complejo el que surge de lo natural. Una mujer seductora , que lleva el aire de Bambino a un discurso propio, que versiona lo latinomaricano y lo hace suyo, cantando a Benedetti y a José Alfredo Jiménez, encontrando el flamenco con la copla y el rock y convirtiendo en canalla lo que toca, se asemeja, de alguna forma, a ese arte total. Ofrecer en el álbum el huracán del escenario era el reto. Congelar lo que María La Pipa, que con ese nombre inició su carrera, mostró en mil bares con Antonio Pulpón como representante antes de salir al estrellato de las barras y las focos. A la locura del cine y la televisión, los amores al filo de la navaja y las fiestas que se creyeron eternas.

Tan sonado ha sido su pulso con la prensa rosa que a veces tapó lo que en ella relucía: el talento. Eso es lo único que le ha salvado de los callejeros imposibles por los que le llevó la vida. De las adicciones y la enfermedad . También de la muerte temprana de una hija. Todo lo sobrepasó ante la cámara con el derroche artístico. Su catarsis. Esa gracia que, en el fondo, parece lo único que no le ha abandonado nunca, ni siquiera cuando perdió la voz tras una operación de garganta. Siempre estuvo allí. Antes de que la matásemos tratándola como un juguete roto. Después, también, de que recuperara la consciencia tras dos meses de hospital: «¿Cuánto tiempo he estado dormida?», preguntó a los médicos. «Pues verás tú para coger el sueño esta noche», resplicó.

Ha caminado dentro de una rumba pausada, al compás de la muerte y del deseo. Escandalizando a algunos. Haciendo de la figura que parte de su nuez un ser casi mitológico, de gamberras plumas y alta popularidad . Codeándose con la jet set de varias generaciones, pero a su vez rompiendo los altavoces bajos de la ciudad. Anduvo entre Triana, Madrid y la playa de la Barrosa, en Chiclana. Junto a La Cabra Mecánica y matrimonios farragosos, el que la enlazó, la distanció y la volvió a unir antes de separarse para los restos del actor Pepe Sancho. María Jiménez ha sido dentro y fuera de los estudios un ciclón varias veces venido. La voz de miles de copias vendidas. Una bulería sinvergüenza para resucitar la alegría setentera, varios boleros y estas otras rumbas que en compañía de Miguel Poveda brotan por última vez como el cálamo del ave fénix, siempre de regreso inesperado. 'Qué felicidad la mía', el dúo que cierra 'La vida a mi manera', es su último hit. Le ha servido para seguir confesándose ante la nuestra.

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