Luciano Pavarotti, el tenor de la voz argentina

El cantante italiano fue una de las grandes figuras de la ópera del siglo XX y también un personaje enormemente carismático y popular

Luciano Pavarotti, en el Teatro Real de Madrid Efe
Julio Bravo

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«Con solo abrir la boca todo se volvía fácil». Son palabras de Plácido Domingo , y probablemente no hay mejor manera de definir el canto soleado y argentino de Luciano Pavarotti (1935-2007), uno de las grandes figuras de la ópera del siglo XX. Pavarotti tenía, sí, una voz excepcional, que mantuvo prácticamente intacta hasta el final de su vida, de un timbre majestuoso y una resplandeciente luminosidad. Pero era, además, un hombre con una desbordante simpatía y un carisma inusual. Todo ello le convirtió, en sus últimos años, en una verdadera estrella, con un nivel de popularidad similar al de las grandes figuras del pop y del rock. El disco recopilatorio « Tutto Pavarotti » (1989), que incluía, junto a sus más representativas arias operísticas, canciones napolitanas y temas populares como « Caruso », de Lucio Dalla , vendió en unos pocos meses más de un millón de copias, un tercio de ellas en España. Un año después llegó el fenómeno de los Tres Tenores y más tarde la serie de conciertos titulados « Pavarotti and Friends », que le unió a lo largo de más de diez años con artistas como Bono, de U2; Sting, Brian Adams, Michael Bolton, Elton John, Liza Minnelli, Stevie Wonder, Celine Dion, las Spice Girls, Mariah Carey, Ricky Martin o los españoles Enrique Iglesias y Mónica Naranjo.

«Creo que una vida vivida para la música es una existencia maravillosa, y yo dediqué mi vida a eso», cuentan que Pavarotti le dijo a su representante poco antes de morir, el 6 de septiembre de 2007. Tenía 71 años, y quedaban atrás casi cincuenta años de carrera desde que en abril de 1960, con apenas 25 años, debutara en Reggio Emilia, como Rodolfo en « La bohème ». Precisamente el papel del poeta bohemio fue uno de los que marcaron su carrera, especialmente en los inicios; lo cantó también en sus debuts en el Covent Garden londinese (1963) y en el Metropolitan de Nueva York (1968) -esta «Bohème» neoyorquina fue la primera retransmisión televisiva en directo de una ópera en este teatro, y obtuvo una audiencia millonaria-. También con la ópera de Puccini se presentó en Madrid el 22 de mayo de 1970 -tan solo una semana antes, el día 14, lo había hecho Plácido Domingo-; el crítico de ABC, Antonio Fernández-Cid , escribió entonces: «Su voz de tenor lírico purísimo tiene condición espléndida: por el color generosísimo, por la brillantez y seguridad en los agudos, por la emisión penetrante. Es, ni más ni menos, uno de los pocos tenores del presente con calidad y cantidad».

Aquel apabullante tenor llamó la atención de una de las grandes divas de la ópera de aquellos días, la australiana Joan Sutherland . Junto a ella -y dirigidos por el marido de ésta, Richard Bonynge - grabó numerosas óperas; entre ellas « La Fille du régiment », con el aria de los temibles nueve «do» de pecho, que él parecía atacar sin el menor esfuerzo; y « Turandot », una ópera alejada en principio de su repertorio, pero que incluye el «Nessun Dorma» que, a partir de entonces, se convirtió en su sello más personal y en todo un himno operístico.

Luciano Pavarotti -admirador de Enrico Caruso, Mario Lanza o Giuseppe Di Stefano - cantó un repertorio variado: Bellini, Donizetti, Verdi, Puccini, pero su escasa «ambición artística» le hizo huir de autores -Massenet, Gounod...- para los que su voz era adecuada, pero que le obligaban a un estudio adicional y a salir de su «zona de confort»-.

Y es que fueron muchos los que criticaron, en los ambientes operísticos, que uno de los más grandes tenores de la historia se dejara convertir en un fenómeno popular, pero lo cierto es que Luciano Pavarotti, con sus brazos abiertos y su eterno fazzoletto blanco en la mano, logró para la ópera una popularidad que pocos consiguieron antes: a su concierto de 1991 en el Hyde Park londinense, que ofreció bajo un tremendo aguacero y que contó con la presencia de Carlos y Diana de Gales , lo vieron cerca de 250.000 personas. Y el que cantó en el Central Park de Nueva York en 1993 lo vio medio millón de espectadores.

«¿Cuál es el mejor piropo que le han dicho?», le preguntó uno de los oyentes a una clase magistral ofrecida por Luciano Pavarotti. «Una señora se tropezó conmigo por la calle -respondió entre risas el enorme tenor- y se disculpó conmigo así: “Perdone, no le había visto”»... Algo que parece imposible, siendo Pavarotti, como era, y en todos los sentidos, tan grande.

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