Música
Londres reinventa la fiesta flamenca
El festival concluye una edición especialmente ceremoniosa en la que actuaron artistas como María Pagés, Manuel Liñán, Tomatito, Estrella Morente y Rocío Márquez

Los que en Londres nos sentimos como en casa encontramos un sinfín de motivos que nos recuerdan que no: cabinas, coches, direcciones, una síntesis de la gastronomía de todo el mundo en una calle, libras, moquetas, pubs, masticado acento inglés… También brumas que preceden nieblas y nubes que anuncian esa extraña lluvia que cala antes de mojar. Luego sale el sol y los parques enloquecen. La gente, por todas partes, camina a paso apresurado con vasos de cartón entre los dedos. Definitivamente, la ciudad, tan llena de cultura incluso cuando se ve desangrada por decisiones políticas, se encarga de recordar su impronta a base de imposiciones. Has de aceptarlas. Aquí cualquiera es bienvenido, pero pocos se sienten como en casa.
Reina el ritmo. Y en ese contexto se ha celebrado una nueva edición del Festival Flamenco de Londres, que apuesta por la juventud y la vanguardia en la urbe donde todos se están yendo con actitud de venir de trabajar. Lo hacen con la corbata desajustada, maletín al hombro y cierto ademán de pereza. La mueca marca el acto rutinario de cada cual.
Las últimas jornadas del evento coincidieron con el desfile del Pride in London , que encierra un carácter más social y multitudinario que en España. Hay, por ejemplo, numerosas familias con niños. Muchos carritos. Banderas de tantas combinaciones que cuesta descifrar y ganas generalizadas de alzar copas y brazos. Todo fue una gran fiesta. La espontánea capital del alborozo que a finales de junio se vistió de tres por cuatro, pues lo que sucede fuera de los patios de butacas tiene un eco que cala por dentro : el director del festival, Miguel Marín, como otros tantos, luce símbolos LGTB en la cara. Del Soho, epicentro de la marcha, vienen algunos. Por eso el espíritu de lo ceremonioso se arrastra por las entretelas del teatro. Mucho antes, incluso, de que comience la función.
El Sadler's Wells es un oasis en el corazón de este compás hiperbólico: 1.500 localidades dispuestas en tres pisos que con diferente rostro han sido testigos de la soledad y el júbilo del arte británico. Donde triunfó el actor James Mason lo hace hoy Miguel Liñán , que presentó '¡Viva!', y, en menor medida, Jesús Carmona , con 'El salto', una obra algo más dispersa. Que un hombre baile vestido y de hombre, pensaran algunos, debe ser una antigualla en esto del flamenco. Lo cierto es que ambos montajes, sobre todo el primero, resultan poderosos. Arrancan el aplauso de un público en el que todos parecen bajar la media de edad. Entran con bebidas en plásticos. Predispuestos al goce y apurando los relojes, que la globalización habrá terminado también con eso de la puntualidad inglesa.
María Pagés, cultura en las maletas
Estrella Morente , Tomatito , Rocío Márquez , María del Mar Moreno acompañada por Juana la del Pipa, La Cañeta y Pastora Galván… Son muchos los reclamos de esta cita que ha cumplido diecisiete ediciones, en la que el Instituto Cervantes ha colaborado con una serie de conferencias en las que tuve el placer de participar para perfilar la Generación Z. También, cómo no, María Pagés .
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Su compañía mueve de aquí para allá a veinte personas . Y ella es la que tira directamente del carro. Cuatro maletas arrastra por el aeropuerto de Gatwick. Los mismos brazos que durante dos noches se quebraron bellamente ante el respetable cargan hoy el vestuario antes de facturarlo. «Hay que dar ejemplo», dice, quejándose de lo que cuesta meter la bata de cola y el mantón en el equipaje de mano. Como pesa poco, corre el riesgo de que se lo abran. Resulta sospechosa. Para evadirse habla de Brasil y de Mérida, de Málaga y otras ciudades separadas por continentes que le esperan el próximo mes de agosto. Estos veinte, los suyos, son el flamenco de puertas para afuera. Portan mantones y cultura . Son chavales. Niños con ganas de reír y de bailar que aprovechan la oportunidad que ofrece la formación de la última Premio Princesa de Asturias para desarrollarse como artistas.
'Una oda al tiempo' le echa un pulso a este sistema de recortes en el que las orquestas son sustituidas por el sonido electrónico y los conjuntos numerosos se simplifican. La compañía de María Pagés no escatima. La danza camina por delante junto a un aluvión de ideas, así que se hace lo más pertinente para llegar a ellas. Si su próximo montaje, 'Sheherazade', necesita de veinticinco implicados, adelante. Aquí lo primero va antes. Manda el baile.
Música electrónica
Y es la electrónica, precisamente, esa tendencia al alza que ha protagonizado algunas noches del festival. Las residencias artísticas dan como resultado lo que mostró la bailaora Paula Comitre en una sala aledaña a la principal. Un lunes conoció al músico polaco Sabio Janiak y un viernes expuso lo que habían concluido. Rocío Márquez , que rezuma calidad todas sus aventuras, asentadas bases, al menos, descubrió su último proyecto junto a Bronquio : 'Tercer cielo', en el que entra en juego lo performático. Y Los Voluble , con proyecciones excesivamente localistas y poco público, clausuraron esta edición con una suerte de rave. Si los artistas que aparecen en su vídeo levantaran la cabeza no se darían ni siquiera por aludidos. No entenderían nada.

Este flamenco, a veces, parece un globo que vuela tan alto que ya no lo alcanzo a ver. Lo pierdo. O se pierde él de mí. Qué se yo, que a tientas advierto de dónde viene, pero desconozco hacia dónde va. Lo experimental gobierna en las principales programaciones mientras el teléfono dejó de sonar para algunos maestros que a cuenta gotas se dejan ver ya por los escenarios. Decir hoy que vas a un espectáculo de flamenco supone dar escasa información acerca de lo que se va a presenciar . El Yiyo, Rocio Márquez, Juana la del Pipa, Ana Morales y Los Voluble comparten los mismos marcos, pero resulta más sencillo hablar de ellos por diferencia que por similitud.
El ocio y la cultura tratan de unirse en este ciclo . Intuyo gente que quiere cimbrearse por soleá. Coctelera de músicas y estéticas. Indefinición reconstruida con retazos propios y ajenos que auguran un futuro variado, a veces falto de esencia, por eso ni españoles ni extranjeros logramos encajar un ole en ciertas propuestas, pero también con nuevos horizontes. Londres ha redefinido la fiesta flamenca, situándola en otro contexto. Todo es diverso y verde en ella: radicalmente joven. Lo atávico en exceso espanta y la alegría es la meta de los que acuden. La gente quiere disfrutar a pecho descubierto. Y hay un nuevo flamenco que se lo permite . Es la era de probar. De confundirse, también. De la imagen. Los ingleses caen rendidos ante la pasión que destila el arte cabal y se levantan después con éxtasis. Ni las moquetas tapan el ruido que producen los saltos en este Londres inquieto. Carcajada dentro de una seguirilla.