La leyenda de Tom Petty & The Heartbreakers en el American Airline Center de Dallas

Fue un concierto completo e impecable aunque, en honor a la verdad, tibio, con pocos momentos de euforia colectiva

ÁLVARO ALONSO

La noche del sábado Tom Petty & The Heartbreakers abrieron literalmente el baúl de los recuerdos (un gran cofre marrón que de modo alegórico plantaron en el escenario del American Airlines Center de Dallas) para conmemorar los cuarenta años de la publicación de su primer disco en noviembre de 1976.

Tom Petty es una persona afortunada, tuvo mucha suerte de nacer en Gainesville, una pequeña población de Florida próspera y universitaria. Lo tuvo claro desde el principio: quería ser una estrella del rock & roll. Le costó mucho convencer a los padres de Mike, su amigo del colegio para que dejara los estudios y se fuera en una furgoneta a Tulsa a grabar un primer single, “Depot Street”, en el sello Shelter de Denny Cordell bajo el nombre todavía de Mudcrutch. Y más suerte aún de que se uniera al grupo otro jovencito del pueblo, niño prodigio, como es Benmont Tench. Tom Petty y sus amigos iniciaban así en 1975 una carrera meteórica tras la publicación de su primer elepé y su desembarco en Inglaterra y Europa, que los convertiría muy pronto en iconos del rock americano de mitad de los setenta, un relevo generacional que surgió justo en el mismo momento en el que Springsteen publicaba “Born to Run” y aparecía en Nueva York Patti Smith.

Esta noche de sábado de 2017, un tanto fría y desapacible, el American Airline Center situado en la Victory Station de Dallas estaba preparado para recibir a los miles de espectadores que atiborraron puntuales y por secciones las gradas y el patio. Aunque los asientos estaban numerados, ya con el generoso concierto previo del ex Eagles Joe Walsh e l público comenzó a ponerse de pie, haciendo gala de un delicado equilibrio entre el deleite y el respeto mutuo, muy meritorio más si cabe a sabiendas de que aquí existe el refrán que reza: “todo es más grande en Texas”, así también los traseros y las tallas.

El público se levanta y canta ceremonioso (como si fueran himnos) “Take it To The Limit” y “Rocky Mountain” (esta de cuando Joe Walsh estaba en Barnstorm). Un buen concierto de Joe Walsh y sus guitarras poderosas, con presencia de dos baterías a lo Grateful Dead y coro góspel, en un set de una hora larga.

Joe Walsh se va y nos acercamos a ver cómo preparan las cien guitarras de Campbell y Petty, el piano de cola de Benmont Tench, el bajo de Blair, los instrumentos varios (armónica, teclados, guitarras) de Scott Thurston, la batería de Ferrone con el logo de los rompecorazones.

Los técnicos de sonido que andan concentrados porque acaba de aparecer sobre el escenario Tom Petty con gafas oscuras, camisa morada y fular protegiéndose la garganta –hay que cuidar la voz, están comenzando una mastodóntica gira que los va llevar por todo EEUU-. Mike Campbell, chaqueta amarilla, gafas oscuras y sombrero. Benmont Tench sentándose en el precioso piano de cola, también con sombrero. Ron Blair, de gris, empuña el bajo discretamente a la derecha del escenario. A su lado, detrás, Scott Thurston, parapetado detrás de un órgano Hammond.

Arrancan con canciones de su primer disco, el del logo del corazón atravesado por una flecha , cuando su sonido era aún destartalado e inmediato, y lo hacen calentando motores para continuar parsimoniosos entre canción y canción. Tom Petty saluda con acento marcadamente sureño recordando al público que aquí en Dallas tocaron por primera vez en 1977 y agradece a los tejanos el ser tan “cool”, no sin cierta ironía hacia las primeras filas.

La banda se explaya con los instrumentos, que dominan como si la cosa fuera tan fácil (que no lo es), recorriendo una selección de sus grandes éxitos más populares y, ay! amables. No faltó “Breakdown”, “Free Falling”, “I Won´t Back Down”, “Mary Jane´s Last Dance”, “Learning to Fly”, alguna de cuando los Traveling Wilburys (superbanda que unió en 1988 a Tom Petty con Roy Orbison, George Harrison, Bob Dyan y Jeff Lynne), en un set list conservador y, en algunos tramos, más sinfónico que roquero, con mucha presencia de los teclados y base rítmica y un menor protagonismo de las guitarras de Campbell y Petty, que dejaron para el final los momentos álgidos, con “Refugee” y “American Girl” en el que fue el único bis de la noche.

En definitiva, un concierto completo e impecable aunque, en honor a la verdad, tibio, con pocos momentos de euforia colectiva, de unas dos horas escasas, tal vez debido a que es arranque de gira y se tiende a ser conservador. Y sí, el espectador echa de menos unos Tom Petty & The Heartbreakers entregados al público con otra dosis de pasión. La pasión que los convirtió en leyenda.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación