«Letter To You»: los fantasmas de Bruce Springsteen, canción a canción
Entre rescates de los setenta, el vigor recuperado de la E Street Band e infinidad de guiños autorreferenciales, «Letter To You» suena exactamente a lo que se supone que debería sonar el disco número 20 del estadounidense
Los fantasmas del pasado llaman a la puerta y ahí está Bruce Springsteen , el último héroe americano, franqueándoles el paso e invitándoles a acomodarse en la estancia. « I hear the sound of your guitar / Comin' in from the mystic far / Stone and the gravel in your voice / Come in my dreams and I rejoice», que cante en «Ghosts», una de las detonaciones mayores de «Letter To You», disco que se publica este viernes acompañado de un documental sobre la gestación del mismo.
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Vuelve la E Street Band, lo que siempre es una buena noticia pero, a grandes rasgos, «Letter To You» suena exactamente a lo que se supone que debería sonar el disco número 20 de Bruce Springsteen. A saber: a vagones llamas, iglesias y cárceles jugando a deshojar la margarita, euforia juvenil arañando las compuestas del presente y mucho guiño a su propia carrera. Una carta para ti que en realidad es un mensaje cifrado que el propio Springsteen, 71 años recién cumplidos, parece haberse enviados a sí mismo para recordarse quién fue. Un disco autorreferencial y con algo de autohomenaje que se anuncia como obra maestra pero que, como mucho, empata con «The Rising» (2002) en el cómputo global. Veamos el porqué, canción a canción.
«One Minute You're Here»
El carpe diem del Boss; vivir el presente antes de esfumarse y convertirse en pasado. No canta, apenas murmura, en este corte inaugural que arranca pegado a las faldas orquestales de «Western Stars», su anterior álbum, antes de tomar impulso para aterrizar en el paraíso perdido de los setenta. Queda claro pronto, a la primera, que «Letter To You» quizá no tiene la mejor de las secuenciaciones.
«Letter To You»
El primer single y toda una declaración de intenciones: vuelve la E Street Band, esa imparable locomotora rítmica, y lo hace con un cosquilleo similar al que provocó en su día el arranque de «The Rising» (2002), su primer álbum con la banda de toda su vida en dieciocho años. Se cuela por ahí una línea melódica que recuerda a la versión en directo de «Land Of Hope And Dreams», lo que hace sospechar que quizá Bruce venga a jugar con las cartas marcadas.
«Burnin' Train»
La E Street Band en modo despendolado, alimentando las calderas del rock y electrificando un entusiasmo más algorítmico que real. Como el que se obliga a pasárselo bien sin ganas, «Burnin' Train» es la euforia impostada, el querer y no poder. Eso sí: ahí está Max Weinberg reivindicándose por enésima vez como metrónomo y alma rítmica de la banda.
«Janey Needs A Shooter»
La primera de las tres canciones que Springsteen recupera de su fondo de armario de los setenta y muy probablemente la mejor de todo el disco. Prima hermana cercana de «Darkness On The Edge Of The Town», trae de vuelta lo mejor del Springsteen épico, monumental y profundamente conmovedor.
«Last Man Standing»
En un disco repleto de fantasmas del pasado y amigos perdidos, «Last Man Standing» refuerza el poso melancólico al echar la vista atrás para recordar a George Theiss, guitarrista de la que fuera su primera, The Castiles. Espíritu sesentero en clara sintonía con una época en la que empezó casi todo. Otra de las joyas del disco.
«The Power Of Prayer
Primer bajón serio, con la épica tropezando con el exceso de azúcar y la E Street Band en modo zombie. Todo, desde los teclados del arranque hasta el solo de saxo está (sospechosamente) en su sitio. Una canción que no hubiese pasado el corte en los setenta ni en los ochenta pero que tampoco hubiese desentonado en cualquiera de sus últimos cuatro discos.
«House Of The Thousands Guitars»
Quienes acusan a Springsteen de haber hecho un disco escandalosamente autorreferencial tienen aquí unos cuantos motivos de peso: desde el teclear del piano a esos versos sobre cárceles e iglesias, todo aquí suena a refrito de «Jungleland». La falta, eso sí, la magia, El alma. La vida.
«Rainmaker»
Recuperada de la época Bush, comparte con «The Rising» cierto interés por mirar hacia otro lado musicalmente hablando y conceder mayor protagonismo al violín y a los arreglos de cuerda. Una contundente acotación política que cuesta no leer en clave electoral ( «a veces la gente necesita creer en algo tan malo», canta) ahora que los comicios americanos están a la vuelta de la esquina.
«If I Was The Priest»
Poseído por el espíritu de The Band, Springsteen se saca de la chistera esta arrebatada y liberadora canción compuesta en 1970 y deja que la E Street Band, impecable, haga el resto. El sonido del hammond, la manera que tiene Bruce de masticar las palabras, el traqueteo rítmico… Una delicia.
«Ghosts»
El segundo single y, muy probablemente, la razón de ser del disco. Amigos caídos, fantasmas muy presentes y el reguero de muertos, cada vez más, que deja el paso del tiempo. Pop acorazado y eufórico en el que se funden el «Free Fallin'» de Tom Petty y el «Ain't Ever Satisfied» de Steve Earle.
«Song For Orphans»
Tercer rescate de los setenta, lo que quizá explica el deje inequívocamente dylaniano, época «Blonde On Blonde», que se le escapa a Springsteen cada vez que abre la boca. Panorámica y tierna, suena a pantalla pasada, a época ya cerrada.
«I'll See You In My Dreams»
Despedida y cierre con una balada marca de la casa. Si el disco se abría agarrándose bien fuerte al presente, «I'll See You In My Dreams» intenta mirar a los sueños que están por venir con otra de esas canciones que lo mismo podrían haber aparecido en «High Hopes» que en «Magic». Intrascendente adiós para un disco supuestamente trascendente.