Crítica del disco, canción a canción: Lady Gaga y «Chromatica», alimentando al monstruo
La cantante cede en su nuevo álbum al clamor de sus fans por un regreso sin remilgos a la pista de baile más accesible
«Eres lo mejor y lo peor que me ha pasado», canta Lady Gaga en «Replay», uno de los mejores cortes de su nuevo disco «Chromatica» . La frase, fácilmente identificable con el santo y seña de la canción pop, el amor-desamor, tiene aquí otra vertiente interesante ya que se atisba el paralelismo con su relación con su trabajo y/o con sus fans, los «monsters» a los que también parece aludir un par de versos antes. La señora Gaga les vendió la moto del camaleón, de la artista eternamente cambiante, y la estrategia acabó pasándole factura . Años llevamos oyendo eso de boca de sus fans aquello de «ya no es la de antes»... ¿no era precisamente eso lo que querían de ella?
Por eso «Chromatica» tiene cierto aroma a rendición, a bajada de brazos. No hay el menor atisbo de riesgo en todo el disco, todo es tal y como lo quieren sus pequeños monstruitos: tonadas divertidas, bailables, pegadizas, accesibles y masticaditas en tres minutos máximo. Pop de baile con ascendencia techno-noventera, sin ángulos ni cadencias lentas , ni collages de estilos ni experimentos de «songwriting» reflexivo. Pero excelentemente ejecutado, con una contundencia rabiosa que parece querer decir: ¿Queríais esto? Pues os vais a enterar.
Nueve años llevaba ya sin lanzar un disco como «The Fame» o «Born this way», repleto de singles para la liberación corporal. Y es que «Chromatica», cuyo lanzamiento se retrasó por el estallido de la pandemia (iba a salir el 11 de abril), tiene también otro aroma, el del «paradise lost» de Milton en versión frívola. Transporta a esas discotecas de fiestones multicolor que quizá ya nunca vuelvan a ser las mismas , a esas noches de bailoteos lúbricos que nos liberaban de preocupaciones y convenciones, a un escapismo que ahora parece cosa de un sueño o de un pasado muy lejano.
¿Y qué hay más escapista que Alicia en el país de las maravillas? Así arranca la nueva obra de Lady Gaga (el disco que más rápido se ha vendido este año en Inglaterra, por cierto), con un primer tema titulado «Alice» que nos lleva a esta suerte de planeta imaginario sobre el que la cantante ha hecho germinar sus nuevas canciones .
Ese arranque con estructuras sencillas y previsibles y un subidón techno-housero de manual, palidece cuando llega el hitazo «Stupid Love» , una de esas canciones que tiene una estrofa y un puente tan adictivos como el propio estribillo en el que desembocan, y que en consecuencia está consiguiendo alcanzar unas cifras de impresión: debutó en el #1 en iTunes en 58 países, tiene 235 millones de streamings en todo el mundo desde su lanzamiento y marca el 16º Top 10 de Billboard de Lady Gaga.
Mayor incluso ha sido la efectividad comercial del presunto pepinazo junto a Ariana Grande , «Rain on me», que ha alcanzado el número 1 en las listas mundiales y de Spotify de Estados Unidos y ha llegado al puesto número 1 en las listas de iTunes en 29 países y en la lista global de Apple. Pero se trata de una cancioncilla facilona y sin muchas pretensiones, puro hilo musical de tienda de ropa de Gran Vía en los noventa, poquísima cosa para un dúo de tal calibre que no debería haberse conformado con menos de un órdago a la «grande».
«This is my dancefloor, i fought for» («esta es la pista de baile por la que luché»), canta la Germanotta en «Free Woman», otro corte con referencias rítmicas del dance-pop pre-siglo XXI, al que sigue una «Fun tonight» muy en la misma onda, y que por tanto resulta algo redundante e inapropiada en el orden del álbum. Mucho más interesante es la batidora de sonoridades disco, electro setentero y new wave que es «911», pero no tanto la inofensiva «Plastic Doll», más propia de una principiante recatada que de la escandalosísima y feroz Gaga.
Las estrellas del K-Pop Blackpink aparecen con ella en «Sour Candy», y ¿para qué? Para firmar lo más flojo del disco, lo cual empieza a evidenciar una de los mayores decepciones de «Chromatica»: las colaboraciones no han estado a la altura. Suerte que ahí aparece Elton John y su clase para darle la vuelta a la tortilla en «Sine from above», un dueto esencial para la solidez del álbum, pero del que, todo hay que decirlo, se podría haber esperado incluso más. Otro importante muro de carga de «Chromatica» es, como decíamos al principio, «Replay», una pequeña obra maestra de la composición de baile que Gaga aprovecha para brillar en uno de sus momentos más desatados y poderosos del disco, y también la descarada «Babylon», un clásico con acertada inyección de gospel.
Esta vez Gaga libera a la música de todo atisbo de oscuridad, y adjudica a sus letras el encargo de inquietar, aunque sólo sea levemente, a los habitantes del mundo de golosina de «Chromatica» con algunos exorcismos personales: los tratamientos anti-psicóticos (la olanzapina, a la que se refiere «911»), el abuso sexual, la adicción a la fama . El infalible y se diría que imprescindible sufrimiento de la diva. Ese que muchos de sus monstruitos pagarían por padecer.