Kiss: el adiós de un grupo de leyenda
Los estadounidenses se despiden de España en un Wizink con lagrimilla
No es normal ver la calle Goya tan abarrotada antes de un concierto; siempre hay algún espacio, un atajo entre transeúntes por el que acortar. Pero ayer esperaba KISS, que es casi una religión, y en los aledaños del Wizink no había ni un metro. Se anuncian como ' The Hottest Band in the World ' (la banda más caliente del mundo) y es posible que el apelativo se quede corto. Son los maestros por excelencia del entretenimiento y ayer lo volvieron a demostrar en su última gira antes de la retirada.
Arrancaron con todo, como siempre. 'Detroit rock city' y 'Shout it loud', clásicos, pusieron a cantar y botar a una parroquia que venía entregada de casa. A mí, la verdad, me llovió en los ojos durante las tres primeras canciones, desbordado por la atmósfera de felicidad y nostalgia. Todo, absolutamente todo en su concierto está pensado para potenciar el espectáculo. En el inicio, cae el telón y los músicos descienden del cielo en unas plataformas. Hay explosiones, tirolinas (para que Stanley vuele), sangre artificial, una lengua kilométrica, animaciones y hasta el fuego que escupe Gene Simmons (co-líder y bajista), que es un momento icónico en la trayectoria del cuarteto.
Su música es el rock de los 70. El truco es que no lo parece, porque hay tanta parafernalia, disfraz y fuego sobre el escenario que es fácil perder la pista. KISS es una banda de rock setentero, de guitarras distorsionadas, bajo con púa y estribillos pegadizos. Stanley y Simmons forman un dúo prolífico y, aunque los otros miembros han ido dejando sus semillas a lo largo de los años, suyos son los grandes éxitos de la banda. Saben mucho de este negocio y componen canciones que no buscan inventar la rueda, quieren divertir : estrofa - estribillo - estrofa - estribillo. A veces hay un solo de guitarra o un cambio de tono, pero hasta ahí. Encontraron su fórmula hace años y son de esas bandas que busca plasmar en el directo la interpretación del disco, pues entienden que es lo que la gente quiere escuchar cuando paga el boleto.
La mala noticia fue la voz de Paul Stanley . Sufrió durante todo el concierto y a ratos fue duro verle pelearse consigo mismo. Los años de técnica le permitieron disimularlo un poco, pero en los momentos de clímax era muy evidente cómo se apartaba del micrófono. De fondo, y en momentos puntuales, pareció sonar una voz en playback que apoyaba al directo, algo inusual en espectáculos de formato rockero 'old-school'. Sus dudas generaron cierta inseguridad en la banda, que sonó mucho mejor cuando le tocaba cantar a Gene Simmons.
Sustentados por The Demon, dejaron grandes momentos: 'I love it loud', una buena composición; 'Cold Gin' con unos bonitos pasos coreografiados al final; 'Lick it up', donde Stanley pareció resurgir antes del desvanecimiento final y 'I was made for lovin’ you', debilidad personal. No tengo dudas de que Keith Richards se tiró de los pelos cuando escuchó ese riff de guitarra por primera vez: «¿Cómo no lo he escrito yo?», pensó el bala perdida.
El final antes de los bises, apoteósico, con varias decenas de redobles, pirotecnia y Eric Singer a la batería tocando 'Black Diamond' desde las alturas. Se despidieron para siempre de Madrid con 'Beth' (piano de mentira), 'Do you love me?' y la épica 'Rock n’roll all nite'. No sería la primera vez que se anuncia un tour de despedida y luego, una vez terminado, la idea de despedirse parece absurda. Se habla mucho de la 'retirada a tiempo' pero, ¿cómo dejar algo en lo que eres el Rey?
La noticia oficial es que KISS se baja de los escenarios. De ser así, siempre podré decir que les vi en su vuelta de honor. Más importante aún, en la pista estaba mi hermano, que ha crecido con su música y fue a hacer cola a las 3 de la tarde, a quien le da igual si tienen voz o no; es KISS, 'The Hottest Band in the World'. Y esa es la verdad.