Keith Flint, el rey de la fiesta que vivía en el campo para huir de las drogas
El cadáver del cantante de The Prodigy ha sido hallado en un pueblo de Essex, donde pretendía alejarse de sus adicciones
Sólo había que verle en el escenario para saber que Keith Flint era de los que sabían pegarse buenas fiestas. Su presencia escénica llegaba a resultar incluso incómoda, demasiado agresiva, demasiado de «puestón». El cuerpo convulsionado, los ojos saliendo de sus órbitas, la garganta berreando frases ininteligibles... Flint sabía cómo provocar reacciones en el público de aquella era de las «raves», las fiestas clandestinas que derramaron por toda Inglaterra el caldo de cultivo en el que nació The Prodigy.
Cuando entró en el grupo, primero como bailarín y luego como cantante, Flint ya tenía problemas de adicción. El éxito que alcanzó la banda con su tercer disco en 1997 (el primero en el que él participó) fue, evidentemente, un peligro para su salud. Con el dinero entrando a espuertas, el inefable voceras de peinado mohicano se sumergió en una espiral de fiestas y consumo desaforado que puso al grupo en peligro nada más nacer. «Me metía cocaína, marihuana, y alcohol en enormes cantidades. También drogas sintéticas. A veces hacía filas de pastillas y me las iba metiendo una a una hasta que me quedaba inconsciente. Eso me convirtió en una persona introspectiva, aburrida y superficial», confesó el artista, que también dijo que en sus peores días había pensado en el suicidio, pero que nunca lo hizo porque quería mucho a sus perros.
Por eso, cuando llegó el momento de grabar un segundo disco, el manager de la banda se dio cuenta de que Flint debía cortar por lo sano, o los días de gloria del grupo llegarían muy pronto a su fin. Tras someterse a un tratamiento de desintoxicación, Flint decidió mudarse a las campiñas de Essex para huir de las malas compañías y tener controladas sus adicciones. Allí tuvo alguna recaída (una vez se le vio corriendo totalmente desnudo por el campo), pero en 2009 ya se había recuperado lo suficiente como para grabar y publicar el esperadísimo segundo álbum (12 años después del primero) de The Prodigy.
«La banda y dar conciertos son mis nuevos narcóticos» , dijo Flint en una entrevista de la época. Desde entonces, cuando el grupo no estaba de gira o grabando, estuvo viviendo en el campo y sumergiéndose cada vez más en la vida rural. Invirtió en caballos de caza (llegó a participar en algunas batidas a lomos de su favorito, Captain Black) e incluso regentaba un pequeño pub local con dos siglos de historia.
En 2015, Flint volvió a abandonar la seguridad de su casa de campo para volver al estudio y grabar el quinto disco de The Prodigy, «The Day Is My Enemy» («El día es mi enemigo»), con el que ha estado girando por todo el planeta estos últimos cuatro años, al parecer sin caer en los exesos de antaño. Este verano se le esperaba en varios festivales españoles (Doctor Music, Mallorca Live Festival), pero Flint decidió ayer que ya no habrá más fiestas prodigiosas.