Katie Melua: «Cuando emigré sólo quería una nueva vida»

La cantante georgiana actúa en Cap Roig y en Starlite, donde comparte cartel con James Rhodes

Katie Melua ÁBC
Nacho Serrano

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Sensible, torrencial y magnética, la voz de Katie Melua lleva ya más de quince años seduciendo a públicos de todo el mundo. Desde que abandonó el nido de su Georgia natal, ha cosechado innumerables éxitos y ha obtenido otros tantos premios y reconocimientos, siendo una de las artistas más respetadas de su generación. Mañana, la autora del hit «9 million bicycles» actúa en el Festival de Cap Roig, y el próximo lunes coprotagonizará un irresistible cartel doble en el festival Starlite de Marbella junto al pianista británico James Rhodes, con un gran espectáculo que abarcará sus canciones de mayor renombre, así como las versiones clásicas que la han inspirado a lo largo de su vida.

—¿Cómo ha sido el camino, evidentemente de éxito, que la ha llevado hasta donde está? ¿Más o menos como esperaba?

—No, nada ha sido como yo esperaba. Yo me sentía increíblemente normal, y de pronto el hecho de que mis discos se vendieran fue una realidad. Empecé volar a todas partes, a hacer cientos de entrevistas... Mi vida siguió más o menos como era, pero la vida ajetreada de una estrella del pop empezó a comerse a esa vida normal. Lo divertido de todo esto es que al poder experimentar menos esa «vida normal», la echas mucho de menos y acabas viéndole el lado espiritual. La vida se te pone tan del revés… Yo incluso llegaba a fantasear con que ir de gira era como ir a trabajar a una oficina, con su rutina. Intentaba verlo como un simple viaje de trabajo.

—Le llevó un tiempo tener una relación equilibrada con la industria musical, ¿no es así? ¿Qué fue lo peor de aquella época de asimilación?

—Sí, creo que lo ha expresado bien. Lo peor es que lo hicimos todo muy rápido. Demasiados viajes. Deberían haber sido travesías de descubrimiento, para conocer sitios maravillosos. Pero estuvieron demasiado apelotonados. Ese es el cambio fundamental ahora en mi carrera, darme cuenta de que las cosas llevan su tiempo y que no se puede luchar contra los elementos. Creo que sólo así se puede hacer un trabajo brillante. Hay que tomarse su tiempo.

—¿Hasta qué punto cree que su infancia en la Georgia soviética marcó su relación con la música, o su vida en general?

—Cuanto más tiempo pasa, más me doy cuenta de la profunda influencia que tuvo en mí. Cuando emigramos a occidente, teníamos tanta ilusión por nuestra nueva vida que creo que suprimí toda esa influencia de manera inconsciente. Sólo quería formar parte de Gran Bretaña, tener una nueva vida, ser alguien nuevo, en definitiva. Pero creo que en la vida todo funciona por ciclos, y un tiempo después sentí esa extraña llamada del hogar, un deseo irrefrenable por volver a algo que me fuera realmente familiar.

—Se dice que Georgia está viviendo un renacer cultural, ¿cree que es cierto?

—Parece que sí, hay algo flotando en el aire, y he hablado del tema ya con mucha gente, tanto de dentro como de fuera del país. Cuando eso ocurre, es que algo está en marcha. Parece que hay una ola de optimismo, y que hay cosas que ahora son posibles en el mundo del arte, y antes no lo eran. Se habla mucho de los diseñadores georgianos, de su escena de clubbing, y bueno, son cosas en las que no soy experta, pero en cuanto a música, cuando trabajé con el coro Gori Women, me volaron la cabeza.

—¿Le gusta algún músico español?

—El año pasado descubrí a Rosalía, y me encantó su trabajo. Lo ha llevado todo a un nuevo nivel en el plano internacional, y desde una nueva perspectiva. Pero me gustaría descubrir muchos más, por supuesto.

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