Concierto de Juan Luis Guerra en Madrid
Juan Luis Guerra, un aluvión de energía positiva y vitalidad caribeña
El dominicano puso en pie, literalmente, a todo un WiZink Center donde no cabía ni el apuntador, desde las gradas hasta la pista libre
![Juan Luis Guerra en el WiZink](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2019/06/28/efe-juan-luis-guerra-ktsD--1248x698@abc.jpg)
Ritmos de bachata, son cubano, salsa de Puerto Rico, folclore de Venezuela y, cómo no, merengue, que salen de las congas, los timbales, el tambor, el trombón de varas, la trompeta, el saxofón, la guitarra eléctrica, el teclado, una máquina cuatro más cuatro, más tres, perfecta y sabrosa que pone en pie , literalmente, a todo un WiZink Center donde no cabía ni el apuntador, desde las gradas hasta la pista libre.
Comenzó sonando «I Love You More» y, a partir de ese momento, lo difícil fue centrarse en el escenario y no en lo que ocurría entre el público, que gritaba, bailaba, en una explosión de vida. La voz de Juan Luis perfecta, se mueve, camina y baila mientras canta «A pedir su mano», dando las gracias a Madrid, «como siempre». Él se acuerda cuando, a finales de los ochenta, antes de recibir los 21 premios Grammy que atesora, vino a la Plaza de Toros, llenando entonces cuando fue revelación de índole planetaria. Porque si ha llegado a jefazo de la música popular, es por conseguir atraer hacia sí y ganarse el respeto y el cariño de millones de personas de toda condición. El ritmo sigue, frenético, cada vez más arriba, ¡y no acaba más de empezar! Suena «Ojalá que llueva café en el campo», con un sonido impecable. El público corea, canta, sobresalen las congas, todos bailan. Juan Luis cambia el verso: «Para que en Venezuela, oigan este canto». Gritos. No se olvida de nuestros países hermanos . Suena un riff de guitarra, excelente, como las trompetas, el trombón, los timbales, ¡qué banda! Y es que él, es tan tímido, que te lo comerías a besos. Sigue haciéndonos sudar con «El costo de la vida», que sí, en efecto, sube otra vez, ¡ay! Se sienta. Solo unos minutos, romántico, cantando a un primer amor. No dura mucho el relax, que ya está todo el mundo en pie con un merengue dedicado a «aquel que todo lo puede: Jesús». Gospel, timbales increíbles y unos cañones que desde el centro de operaciones lanza una lluvia de confeti.
Hace sitio a las del nuevo disco, buenísimo, como la salsa «Ma pa´ lante vive gente», muy Rubén Blades. Y «Niágara», de las más coreadas. No deja títere con cabeza, el público mueve la tibia y el peroné sin descanso cuando descargan «Woman del Callao» y «Ay, Rosalía». Se despiden, dejan el escenario. El bis estaba cantado, ahí que vuelven a salir, como un reloj. Todo el mundo la espera, llega «La Bili», y la gente enloquece de nuevo. Manos arriba, brazos que se sincronizan, saltos de alegría. En fin. Un aluvión de energía positiva y vitalidad caribeña entregada a manos llenas. Son las 23.03 y los 4:40 se despiden, capitaneados por Juan Luis Guerra, un hombre tímido capaz de hacer bailar a todas las mujeres y hombres del planeta. Una máquina de hacer feliz a la gente, aunque sea por unas horas. Y no haya visa para un sueño.