Juan Carlos Aragón, el Bob Dylan del Carnaval de Cádiz que se sentía más «vasco o alemán» que gaditano
Un documental llamado «Palabra de Capitán», que se puede ver en el Festival In-Edit, homenajea su alargada figura un año y medio después de su muerte
Poeta, novelista, ensayista y filósofo, Juan Carlos Aragón , el «enfant terrible» del Carnaval de Cádiz , dejó a la ciudad cantora muda tras su abrupto final en mayo de 2019 a los 51 años. Sus irreverentes y ácidas letras, que le supusieron cinco primeros premios, de la chirigota de «Los Yesterday» en 1999 a la comparsa de «Los Mafiosos» en 2018, le encumbraron como el creador de la «obra carnavalesca más importante», como se dice en el documental «Palabra de Capitán», dirigido por Nacho Sacaluga , y que desde este jueves a las 20 horas se puede ver «online» durante 10 días en el Festival In-Edit.
«El Capitán Veneno» empezó a escribir comparsas desde chiquillo. Formado en los salesianos , que tenían una educación musical «chapeau» y con posteriores estudios universitarios en Sevilla, es en la capital andaluza donde se desarrolló como cantautor, influido por Bob Dylan y Silvio Rodríguez , labor que fue interrupta a su vuelta a Cádiz donde «ese vehículo de expresión no te conducía materialmente a nada», en sus propias palabras. O como explica el comparsista Antonio Martínez Ares , «el Carnaval es irremediable que se coma al flamenco, se coma a la copla y se coma a los tres o cuatro cantautores que hay en la ciudad».
Aragón describía al pueblo gaditano como un pueblo «apático», en sentido etimológico, de «no tener enfermedad», pero en el que esta liberación de lo enfermo convive «con otros muchos factores como es no reivindicar y luchar en su justa medida por lo que cree que le corresponde. Son gente muy especial». De hecho, el rey de las chirigotas confiesa no identificarse plenamente con la forma de ser gaditana: «Me veo más vasco o, si me apuras, alemán» .
De la quinta de autores como el propio Martínez Ares y José Guerrero Roldán «Yuyu» , e iniciándose en este mundo coincidiendo con el florecimiento del Carnaval a principios de los 80, Aragón, que ejercía como profesor de filosofía de instituto, veía vasos comunicantes entre tan ambas disciplinas: «La filosofía es un modo de explicar e interpretar la realidad, y el carnaval también es un poco eso, y yo lo intento, al menos, desde mi óptica». De hecho, el filósofo Javier Sádaba le atisba influencias de Sartre , Onfray y Nietzsche .
El Premio Nacional de Música Javier Rubial le define como alguien «de izquierdas y muy anarcoide, daba a izquierdas y derechas, era un espíritu libre», que incluso también daba fuerte a los suyos: «En el Carnaval hay muchos golpes de pecho, se les va la fuerza por la boca. No somos coherentes con lo que cantamos ni con nuestra actitud en los planos más importantes de nuestra vida». Reflexión que el alcalde de su ciudad, José María González Santos «Kichi» , no comparte: «Siempre se puede dar un paso más adelante, siempre se le puede dar un girito más a la tuerca pero yo creo que si Cádiz resiste, que es una frase mítica de Juan Carlos Aragón, es precisamente porque a los carnavaleros no se les va la fuerza por la boca».
Pero justo esta actitud indomable es lo que varios de sus colegas honraban, o sea su ausencia de miedo para decir las cosas que los gaditanos no quería oír. Como los visionarios o ciertos indies, lo que pretendía era «conquistar las mentes». Y era severo con sus dominios: «Lo más triste es que se ha cambiado la censura por la autocensura y la poca crítica que hay llega con agua bendita y 20 años después de la demanda social. Con lo cual, suele ser crítica políticamente correcta que para nada se identifica con el espíritu del Carnaval, que tiene que adelantarse a la demanda social porque si no para qué estamos. Por lo tanto, entre tanto esquirol, los cantautores comprometidos nos sentimos traicionados y con una sensación de pringados que nos cuesta creer en lo que estamos haciendo».
El llamado «niño malo» del Carnaval de Cádiz, que daba a sus piezas un claro aroma sudamericano, fue el emblema de su ciudad, acercando, al parecer de los expertos, la literatura del carnaval a la literatura culta con unas letras que, más allá de «tirar demasiado de tópicos», lo que le aplaude el politólogo Pablo Simón es que «en su conjunto esa letra te estaba diciendo: rebélate».
«La muerte es una playa con cara de pena, desnuda bajo el cielo bailando encendida. La muerte es una lluvia que cae hacia arriba y con su pelo largo y su espalda morena, llevamos esperándola toda la vida», canta en la cinta Manuel Carrasco este pasodoble de Aragón, un «ateo espiritual que buscaba a Dios» y que entregó su vida al Carnaval, que «le quedaba chico», pero que precisamente ahí, en una comparsa, pudo dar con el Mismísimo: «De tanto preguntar por Dios a todos los que en el creían, terminé por encontrarlo y ahora ya sé quien es Dios, Dios es sólo una inmensa palabra vacía que la gente ha llenado con lo que quería».